En el fortín La Cristalera, la residencia de la Fundación de la Universidad Autónoma de Madrid en Miraflores de la Sierra, lo primero que se hizo fue gritar un “¡Viva Clara Campoamor y viva la República!”. Más de 80 feministas de América Latina y España se reunieron en torno a los V Diálogos Consonantes, un espacio concebido para “fortalecer las sinergias políticas entre líderes feministas de América Latina y Caribe y el Estado Español (…) a fin de garantizar la participación real del movimiento de mujeres”. Organizado por la red Género en Desarrollo y Eficacia de la Ayuda (GEDEA), el encuentro albergó a feministas de las más diversas ideologías e identidades con el punto común de la lucha a favor de los derechos de las mujeres.
Comenzó la presentación de las tres jornadas, en el corazón de un frío abril, Teresa Meana, de la Coordinadora Estatal de Organizaciones Feministas, identificando los vientos de un planeta “patriarcal, capitalista y neoliberal”. Pese a ello, recordó, “las feministas nunca nos hemos rendido”. A continuación tomó la palabra Merche Ruiz-Giménez, quien acaba de estrenar la presidencia de la Coordinadora de ONG de Desarrollo (CONGDE) reivindicando “el derecho a soñar” y resumiendo, en una cifra, la hecatombe de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) para el presente año, que baja el presupuesto de la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo algo más del 70%. Antes de pasar a las diferentes ponencias, Lucy Garrido, de Articulación Feminista Marcosur (AFM) y Cotidiano Mejor señaló el contexto como “el mejor momento” para el desarrollo del encuentro como hervidero donde discutir la agenda feminista.
Hay mujeres venidas de decenas de países. Muchas de sienes plateadas y pañuelos anudados al cuello, de verbo y verso combativo; históricas defensoras de los derechos de las mujeres. Pocas, muy pocas jóvenes. Y ningún hombre. ¿Por qué no hay hombres? “Ellos ya tienen sus espacios”, dicen muchas voces. En un momento de uno de los debates, alguien lanza un interrogante. “¿Cuándo vamos a incluir a los hombres?”, dice una mujer. Otra réplica: “¡Parece que sin ellos no somos nada!”.
En realidad, este es un encuentro de mujeres donde desgarran las carnes de España y América Latina y Caribe, dos regiones unidas, además de por los lazos históricos, por la fuerte vinculación entre movimientos sociales que se han reforzado en los últimos años. Todos los pasos se dirigen hacia el mismo punto, y lo expresó una de las participantes en un momento dado cuando habló de la “diversidad” entre las personas pero cuyo punto central es el “derecho a decidir en la posición democrática de nuestras vidas”. Por eso estrujan las ideas y no existen palabras complacientes. En este encuentro, fuera de cualquier lógica diplomática y al margen de lo políticamente correcto, el calor de las conversaciones se sofoca a la hora del café.
Si la cooperación española ha quedado herida de muerte, es este espacio donde es pertinente analizar el futuro de las relaciones entre los movimientos de los dos continentes, y esta idea atraviesa las 30 horas de encuentro. Si Clara Murguialday, en algún momento, sugirió provocativamente que la extinción de la financiación eliminaría o restaría fuerza al movimiento feminista, saltaban opiniones que aplacaban tal idea, resumida en la intervención de una participante: “Ahora no hay dinero. En América Latina no ha habido dinero durante mucho tiempo y se ha hecho”. Otra idea refuerza la anterior, cuando una mujer afirma que “el feminismo no existe gracias a la cooperación, pero sí se han utilizado bien esos fondos y el movimiento se ha desarrollado”. La articulación de muchas organizaciones se debe a los impulsos iniciales de los fondos públicos, se dijo, en lo que Murguialday calificó de “oenegización” del movimiento feminista.
Ideas centrales
El mantra de los V Diálogos Consonantes se repitió prácticamente en todas las intervenciones. Al clima socialmente viciado, todas convinieron en que la actual no era únicamente una crisis económica, sino una crisis con muchas vertientes: ecológica, patriarcal, social, política, demográfica, de valores, generacional, energética… Mientras la socióloga Rosa Cobo habló del “cambio del modelo social” y la necesidad de “perseguir la utopía de que los recursos se distribuyan equitativamente entre hombres y mujeres”, María Betania aseguró que “la relación entre neoliberalismo y democracia en América Latina era perversa” y que en los “ratitos de democracia” almacenados en muchos países del subcontinente americano, esos procesos democráticos han ido de la mano de los movimientos feministas. “Las mujeres son sujetos del proceso de democratización”, concluyó.
Conceptos esenciales sobre los que se asienta un discurso encendido, reacción a la situación desfavorecida de la mitad del mundo. La creciente feminización de la pobreza (7 de cada 10 personas pobres son mujeres), las nuevas formas de violencia (feminicidio) y las prácticas culturales son para Cobo tres “políticas represivas” hacia las mujeres. En esta última, apunta que “la derecha se ha quedado sin recursos y ha recurrido a sus dos armas: las tradición y la religión”. Pero, ¿qué sentido tiene subyugar a la mitad de la población?
Ellas hablan de ideología, y la inmensa mayoría de sus ponencias, intervenciones, cabreos y reflexiones brotan de esa enraizada convicción. Desde “la vuelta a la maternidad como única identidad” hasta “el fin de las políticas de igualdad” pasando por la “crisis de cuidados”. Esta “crisis”, surgida al eliminar completamente el presupuesto destinado a dependencia en este ejercicio y que devuelve a las mujeres a cuidar de sus mayores a casa (el 92% de esas personas que atienden a los mayores son mujeres). O incluso la advertencia que se hizo con la “instrumentalización de la pobreza” en la agenda de desarrollo, ya que se corre el riesgo de “obviar otras cuestiones de ideología” como la dominación patriarcal.
Y contra eso utilizan todos los recursos a su alcance. Los encuentros, los debates, las redes y la autocrítica que en determinados momentos se ensancha. Si el mundo ha cambiado, los espacios están para devolver el debate a las profundidades y sacarlo a flote. Para ello, se volvieron a sentar las bases de una lucha que en España salió de las catacumbas de la dictadura y que, 30 años después, regresa con preocupación y con cierto optimismo melancólico, rabioso. Ensalzan que “no hay democracia sin derechos” y calan hasta los tuétanos las mismas premisas para luchar a lomos del nuevo horizonte: acción conjunta, contextos en transformación, puntos en común entre los movimientos de aquí y de allá (“nosotras ya hemos sufrido en nuestros cuerpos lo que está sucediendo en España”), para tomar mayor fuerza, las huellas del neoliberalismo, alianzas con otros movimientos sociales o la producción de teoría feminista (“estamos huérfanas de teorías críticas”, señaló en algún momento Rosa Cobo y el eco duró los tres días).
Cómo incidir
Los conceptos madre que salen de los espacios donde las feministas fatigan los debates aspiran a transformar la realidad. Durante todo el encuentro se reflexionó sobre la incidencia de este movimiento como revulsivo social. Las participantes exprimieron esa idea para conseguir algo más concreto. En primer lugar, reconocieron la dificultad para ocupar los espacios donde se decide el rumbo de los países. Sonia Montaño, directora de la División de Asuntos de Género de la CEPAL cree que “no solo hay que incidir políticamente, sino que hay que estar en la política”. A esa extendida idea en el encuentro del “cambio de modelo social” y de una crisis más allá de la omnipotente crisis, Begoña Zabala profundizó en la relación entre movimientos feministas y el poder. “Quienes se enfrentaban al estado se han burocratizado. Nosotras nos organizamos de manera asamblearia, pero nuestras ideas nos las ha comido el poder. Nos han dejado en la nada. Las palabras igualdad y género ya no significan nada. Y el dinero público tiene que servir para transformar”. Montaño, en otro momento, también se refirió en este sentido a la apropiación del discurso por parte del poder al afirmar que “lo que cuenta en la política son los matices” y que “el poder utiliza las ideas de otros pero edulcoradas”. De ahí esa urgencia en alcanzar los puestos políticos anteriormente mencionados.
Junto esas relaciones, también los vínculos entre movimientos feministas y la cooperación al desarrollo ocuparon varios de los interrogantes. Existe una ideología común, el feminismo, y a partir de ahí se sugirieron propósitos de diálogo, como se presupone dentro del feminismo donde incluso, en una de las réplicas a una ponente, una mujer cuestionó la nomenclatura “feminismo de base” por establecer que, si hay una base, existe un liderazgo en un movimiento que se autodenomina horizontal y asambleario. Precisamente, esta anécdota se carga de significado por representar una metáfora sobre el feminismo, el cual encierra una diversidad ideológica con una identidad común.
Como ejemplo, valga la variedad de perfiles con la liberación de la mujer como pensamiento común que conduce a largos debates y, a veces, duros enfrentamientos sobre cualquier cuestión: características del movimiento asambleario.
Declaración final
El fruto de largas horas de encuentro se concretó en una declaración final que aún no ha sido redactada pero que consta de cuatro partes: descripción del contexto, consonancias, demandas de la cooperación y compromisos. Ese texto, a falta de la incorporación de aportaciones en la ronda de comentarios, dispara sin piedad al centro de las políticas reinantes que, en todo caso, atacan decididas. Como se dispuso en la presentación del encuentro, “patriarcado” y “neoliberalismo” fueron los ejes en torno a los que se articuló cada oración, cada proclama y cada queja (que también hubo, y no pocas). Después, otros desafíos empaparon tres días inusuales de abril en la sierra madrileña con mujeres venidas de muchos rincones del mundo.
A la instalada incertidumbre sobre la cooperación, el feminismo, el enfoque de género en desarrollo y el estado de los derechos de las personas y la democracia, la respuesta fue unánime. “Mírala que linda viene, mírala que linda va. Este movimiento no da ni un paso atrás”, cantaban al unísono cuando en Miraflores de la Sierra una tormenta había dejado la residencia de La Cristalera sin luz y calefacción y las bromas sobre el complot no tardaron aparecer.
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