Por Li Yinhe (*)
En su obra ‘Una habitación propia’, Virginia Woolf, conocida por su mordaz criticismo de la discriminación de género, describía cómo a una mujer como ella se le negaba la entrada en la biblioteca de una universidad sin la supervisión de un hombre. Esto demuestra que las mujeres occidentales tuvieron que luchar por sus derechos y deshacerse de la etiqueta de “segundo género” incluso en el siglo XX.
Los movimientos feministas en Occidente han circulado a traves de dos ondas principales. La primera comenzó a finales del siglo XIX y se extendió hasta principios del siglo XX, exigiendo que las mujeres tuvieran derecho al sufragio, acceso a la educación y el derecho a trabajar. La segunda ola se inició en la década de 1970, con demandas de mayor igualdad.
Comparado con los movimientos feministas occidentales, independientes de las revoluciones sociales y que progresaron en paralelo con éstas, los movimientos feministas en China han sido parte de la revolución social del país. La emancipación de las mujeres durante la Revolución de 1911 proporciona un buen ejemplo sobre esto.
La de 1911 no fue sólo una revolución política, sino también un movimiento social que trajo cambios sociales extremadamente profundos y luchó contra las costumbres chinas tradicionales como el vendado de pies. Encendido con la Revolución de 1911, el movimiento de las mujeres en China en aquella época se centró en la igualdad de derechos para ambos sexos y en la participació de las mujeres en los asuntos políticos.
Hablando de mujeres líderes en aquella época, Qiu Jin fue quizá la que dejó una impronta más profunda. Qiu fue una elocuente oradora que luchó por los derechos de la mujer y la abolición de la práctica del vendado de pies. Qiu, que solía vestir como un hombre, empezó un periódico radical femenino que llamaba a la independencia financiera de las mujeres a través de la educación, y tomó a su cargo la Escuela Datong, en la provincia de Zhejiang, donde animó a las estudiantes femeninas a montar a caballo e incluso participar en entrenamientos militares.
Durante la Revolución de 1911, las mujeres revolucionarias como Tang Qunying y Shen Peizhen abogaron por los estudios sobre la mujer y jugaron un papel activo en la revolución. Como resultado, las organizaciones militares femeninas empezaron a brotar y las mujeres incluso se encargaron de asesinar a algunos oficiales de la dinastía Qing (1644-1911).
Estas acciones continuaron en campañas militares posteriores, como la Expedición del Norte, aunque las mujeres participantes aún eran pocas. El consecuente despertar femenino llevó a más mujeres a unirse a esta tendencia, especialmente en Yan’an, en la provincia de Shaanxi, capital revolucionaria durante la Guerra de Resistencia contra Japón.
No obstante, sólo varios años después de la Revolución de 1911 las autoridades permitieron a niños y niñas compartir la misma clase, cambiando la tradición china que exige propiedad entre hombres y mujeres. Durante mucho tiempo, se consideró que las mujeres chinas no eran suficientemente buenas para hablar en público ni trabajar o participar en asuntos políticos. La revolución de 1911 cambió esto por completo, aunque de manera gradual. Pero la mayoría de los cambios sociales, en particular la permisión de que ambos sexos pudieran asistir a clases bajo un mismo techo, ayudó a las mujeres a buscar su lugar por derecho en la sociedad ya desde el jardín de infancia.
Ha pasado un siglo desde la Revolución de 1911 y hoy China cuenta con una Ley de Protección de los Derechos e Intereses de las Mujeres, siendo uno de los pocos países del mundo en tener dicha legislación. Sin embargo, a pesar de todos los avances, aún queda mucho por hacer.
La Medida de Poder de Género (GEM, en inglés), un importante indicio de la desigualdad de género a la hora de obtener oportunidades en ámbitos políticos y económicos, considera varios factores: el porcentaje de asientos en el parlamento ocupados por mujeres, el porcentaje de mujeres legisladoras, oficiales de alto rango y gestoras, y el porcentaje de mujeres profesionales y trabajadoras técnicas.
El Informe sobre Desarrollo Humano de 2009 de la ONU, que utiliza el indicador GEM, muestra que para los dos primeros factores, China sólo ha registrado un 21 y 17 por ciento, respectivamente. A pesar del gran paso que China ha dado para la promoción de la igualdad de género en el siglo pasado, debe renovar sus esfuerzos para incrementar la participación de las mujeres en política pública y en los procesos de toma de decisiones.
China cuenta con una larga historia patriarcal y los chinos han practicado costumbres y normas enraizadas en el patriarcado durante siglos. La emancipación de las mujeres es importante no sólo para China, sino también para el resto del mundo, ya que puede mostrar que los esfuerzos emprendidos por un país durante mucho tiempo afectado por la desigualdad de género han encontrado recompensa.
*Li Yinhe es investigadora del Instituto de Sociología de la Academia de Ciencias Sociales de China (ACSCh).
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