viernes, 15 de julio de 2011

STIGLITZ: PRETENDEN SOLUCIONAR CRISIS MUNDIAL CON MEDIDAS NEOLIBERALES QUE LA PROVOCARON


Las tesis neoliberales que han llevado al mundo al borde de la ruina, en un proceso iniciado a principios de 2008, son las mismas que la derecha internacional pretende aplicar como medicina a las economías estadounidense y europeas aún en crisis.


Así lo plantea, casi en tono de denuncia, el Premio Nobel de Economía en 2001, Joseph Stiglitz, en un reciente artículo periodístico titulado: La crisis ideológica del capitalismo occidental.

Como se sabe, el neoliberalismo propugna las bondades económicas de los mercados libres y sin restricciones, y la reducción al mínimo de las funciones del Estado a favor de la “iniciativa privada”.

Stiglitz señala que desde principios de los años 80 hasta 2007 “el capitalismo desregulador al estilo estadounidense trajo mayor bienestar material sólo para los más ricos en el país más rico del mundo”.

“De hecho, a lo largo de los 30 años de ascenso de esta ideología, la mayoría de los estadounidenses vieron que sus ingresos declinaban o se estancaban año tras año”, añade.

El autor confiesa su decepción por el tenor de las soluciones aplicadas a los problemas: “Yo estaba entre aquellos que esperaban que de alguna manera la crisis financiera pudiera enseñar a los estadounidenses (y a otros) una lección acerca de la necesidad de mayor igualdad, una regulación más fuerte y mejor equilibrio entre el mercado y el gobierno“.

Desgraciadamente, continúa, ese no ha sido el caso. Al contrario, un resurgimiento de la economía de la derecha, impulsado como siempre por ideologías e intereses especiales, una vez más amenaza a la economía mundial o al menos a las economías de Europa y América, donde estas ideas continúan floreciendo.

En este orden advierte sobre la posibilidad de una moratoria de la deuda estadounidense.

“En Estados Unidos (EEUU) este resurgimiento de la derecha, cuyos partidarios evidentemente pretenden derogar las leyes básicas de las matemáticas y la economía, amenaza con obligar a una moratoria de la deuda nacional”.

Y agrega: “Si el Congreso ordena gastos que superan a los ingresos, habrá un déficit y ese déficit debe ser financiado”.

Razona sobre la renuencia de la derecha a equilibrar gastos y presupuesto: “En vez de equilibrar cuidadosamente los beneficios de cada programa de gasto público con los costos de aumentar los impuestos para financiar dichos beneficios, la derecha busca utilizar un pesado martillo: no permitir que la deuda nacional se incremente, lo que fuerza a los gastos a limitarse a los impuestos”.

Dice que esto fuerza a la jerarquización de los gastos y, si los gastos destinados a pagar los intereses de la deuda nacional de Estados Unidos no se obtienen, una moratoria es inevitable.

Indica asimismo que recortar los gastos ahora “en medio de una crisis en curso provocada por la ideología de libre mercado simple e inevitablemente prolongará la recesión”.

El Premio Nobel explica que hace diez años, en medio de un un auge económico, la nación estadounidense enfrentaba un superávit tan grande “que amenazó eliminar la deuda nacional”.

Apunta que, sin embargo, “incosteables reducciones de impuestos y guerras, una recesión importante y crecientes costos de atención de salud, impulsados en parte por el compromiso de la administración de George W. Bush de otorgar a las compañías farmacéuticas rienda suelta en la fijación de precios incluso con dinero del gobierno en juego, rápidamente transformaron un enorme superávit en déficit récord en tiempos de paz”.

El economista diagnóstica y da remedios para la economía del imperio: “Se debe poner a los Estados Unidos a trabajar mediante el estímulo de la economía, se debe poner fin a las guerras sin sentido, controlar los costos militares y de drogas, y aumentar impuestos, al menos a los más ricos”.

Y ya para concluir su referencia a la economía estadounidense dice: “Pero la derecha no quiere saber nada de esto y, en lugar de ello, está presionando para obtener aún más reducciones de impuestos para las corporaciones y los ricos, junto con los recortes de gastos en inversiones y protección social que ponen el futuro de la economía de EEUU en peligro y que destruyen lo que queda del contrato social“.

Finalmente, revela que, mientras esto ocurre, el sector financiero de EEUU presiona fuertemente para liberarse de las regulaciones, con el fin de volver a sus anteriores formas “desastrosas y despreocupadas de proceder”.

La situación en Europa

Stiglitz indica que la situación en Europa no es muy diferente, ya que “mientras Grecia y otros países enfrentan crisis, la medicina en boga consiste simplemente en paquetes de austeridad y privatización desgastados por el tiempo, los cuales meramente dejarán a los países que los adoptan más pobres y vulnerables“.

Esta medicina, apunta, fracasó en el este de Asia, en América Latina y en otros lugares, y fracasará también en Europa en esta ronda. De hecho, ya ha fracasado en Irlanda, Letonia y Grecia.

Pero dice: “Hay una alternativa. Una estrategia de crecimiento económico apoyada por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional”.

Según el Premio Nobel de Economía, “el crecimiento restauraría la confianza de que Grecia podría reembolsar sus deudas, haciendo que las tasas de interés bajen y dejando más espacio fiscal para más inversiones que propicien el crecimiento.

El crecimiento por sí mismo aumenta los ingresos por impuestos y reduce la necesidad de gastos sociales como son las prestaciones de desempleo. Además, la confianza que esto engendra conduce aún a más crecimiento”.


Indica que, lamentablemente, los mercados financieros y los economistas de derecha han entendido el problema exactamente al revés.

“Ellos creen que la austeridad produce confianza y que la confianza produce crecimiento, pero la austeridad socava el crecimiento, empeorando la situación fiscal del gobierno o al menos produciendo menos mejoras que las prometidas por los promotores de la austeridad. En ambos casos se socava la confianza y una espiral descendente se pone en marcha”, expresa.

Stiglitz se pregunta al final de La crisis ideológica del capitalismo occidental: “¿Realmente necesitamos otro experimento costoso con ideas que han fracasado?”.

De inmediato, reflexiona: “No deberíamos y, sin embargo, parece cada vez más que vamos a tener que soportar otro”.

El Premio Nobel de Economía cierra su artículo con esta sentencia: “Un fracaso en Europa o en Estados Unidos para volver al crecimiento sólido sería malo para la economía mundial. Un fracaso en ambos lugares sería desastroso, incluso si los principales países emergentes hubieran logrado un crecimiento autosostenible. Lamentablemente, a menos que prevalezcan las mentes sabias, este es el camino al cual el mundo se dirige”.


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