lunes, 20 de junio de 2011

El desorden mundial

Por: Eduardo Sarmiento

La recuperación ha sido lenta y volátil. La mitad de los países se mantienen estancados, el producto crece por debajo de la tendencia histórica, el desempleo aumenta y las desigualdades se amplían.


Estados Unidos fue el epicentro de la recesión 2008 y también el promotor de la recuperación. Luego de que la política monetaria fracasara en evitar la recesión y superarla, los programas de estímulos fiscales sacaron la economía del hueco en un periodo relativamente corto. Luego de haber caído en tasas negativas de 3%, en 2010 registró tasas de 3,5%, pero no logró mantenerlas ni reducir el desempleo, que se mantiene cerca de 9%. Aún más grave, los buenos oficios de los últimos seis meses para prescindir de la política fiscal y sustituirla por la emisión masiva mediante la compra de títulos de tesorería debilitaron la economía.

El panorama se enrareció en el primer semestre del presente año. El consumo, la producción industrial, la creación de nuevos empleos avanzaron por debajo de los meses anteriores. En la actualidad el producto nacional crece cerca de 1% y el desempleo aumenta. Si la tendencia se mantiene y las cotizaciones de la bolsa continúan bajando, se precipitaría una nueva caída de la economía estadounidense.

El retroceso ocurrió ante la sorpresa de la Reserva Federal e ilustres pensadores estadounidenses. En coro predecían que la economía había entrado en franca recuperación de la actividad productiva y reducción del desempleo.

Los fracasos reiterados provienen de deficiencias globales y tienen su manifestación mas clara en los incumplimientos del principio de la ventaja comparativa y del equilibrio macroeconómico con tasas de interés positivas, que constituyen los pilares centrales del orden económico mundial. En un mundo en el cual los flujos comerciales no son gobernados por las ventajas comparativas sino las absolutas, y persisten exceso de capacidad, elevado desempleo y tasa de interés cero, que conforman excesos de ahorro que requieren grandes déficits fiscales para alcanzar el pleno empleo. Tan cierto es esto que en las circunstancias actuales de estancamiento, la economía mundial exhibe un déficit fiscal promedio de más de 6%.

En cierta forma, se replica el caso de Japón que viene de la década del 90. Ambos países operaron con excesos de ahorro crónicos que solo pueden ser superados con déficits fiscales cuantiosos y crecientes, que, a su turno, son limitados por la balanza de pagos y el endeudamiento. El intento de detenerlos empuja las economías al estancamiento o la recesión. Tanto el déficit de 12% del PIB de Estados Unidos como el de 6% en Japón fueron insuficientes para superar las crisis.

Algo similar se puede decir de los países medianos de Europa (Grecia, España, Portugal, etc). La devaluación del dólar, la mayor productividad de los vecinos y la aplicación de políticas contractivas los ha sumido en recesión e insolvencia financiera.

El panorama de América Latina es mejor, pero de ninguna manera está blindada contra los errores teóricos y los quebrantos externos. La región crece por debajo de las tendencias históricas con elevado desempleo e informalidad y ampliación de las desigualdades.

En fin, estamos ante el incumplimiento de las concepciones macroeconómicas que sirvieron de fundamento al orden económico internacional. No es cierto que las acciones individuales y cíclicas de los países aseguren la ocupación y la capacidad plena, ni la superación de las recesiones. La recuperación y normalización de la economía mundial requiere un déficit fiscal promedio superior a 5% del PIB, que debe variar con las características de los países, al igual que la intervención abierta y concertada de los tipos de cambio.




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