lunes, 23 de mayo de 2011

Carlos Iván Degregori: un sentido adios a un intelectual revolucionario peruano


Dejó pedidos ‘Ojos azules’, ‘Pirwalla pirwa’ y ‘Adiós pueblo de Ayacucho’. Una multitud, que albergaba familiares, colegas, amigos y alumnos, asistió al sepelio en La Recoleta.

Pedro Escribano.

Carlos Iván Degregori, el antropólogo, el amigo, el ciudadano, el aliado de los alejados (como dijo el padre Gutiérrez durante la homilía), se marchó como él había pedido, con cantos andinos. Sí, mientras su féretro reposaba frente al altar, Máximo Damián, Manuelcha Prado y Chano Diaz Límaco le cantaban “Ojos azules” y “Pirwalla Pirwa”. Más tarde, después de la misa, cuando el féretro avanzaba entre la apretada multitud que había ingresado a la iglesia La Recoleta, en la Plaza Francia, se entonaba en coro y a vivo pulmón “Adiós pueblo de Ayacucho”.

Así, con música y también con honda pena, los familiares, sus colegas, sus ex alumnos y los amigos y los amigos de sus amigos despidieron a este hombre que lo dio todo como profesional y como persona.

A los 8:30 am empezó el ritual mortuorio, en realidad el ritual de vida, porque, como dijo otra vez el padre Gutiérrez, “la mala noticia de su muerte no nos debe borrar la buena noticia de su vida”.

La iglesia era un mar de gente. Casi no había un lugar en el cual poner un pie.

Este velorio –dice Martín Tanaka– habla mucho, la cantidad de gente que se ha sentido tocada por él. El país ha perdido una mente lúcida y, al mismo tiempo, un hombre comprometido. El logro algo difícil: ser un intelectual agudo, serio, pero, al mismo tiempo, un activista comprometido”.

Entre los testimonios que se dejaron escuchar llamó la atención el de su hermano Felipe. Uno, porque todo el ceremonial que se estaba viendo, incluyendo las canciones, era pedido literal del Carlos Iván, y dos: explicaba que de ninguna manera quiso que lo velen en San Marcos porque allí había sido maltratado por algunas autoridades universitarias. Habrá que saber quiénes.

“Es un hombre muy completo. Habría que decir que hemos perdido a un grande entre los peruanos”, nos comentó el padre Gutiérrez.

“Es un hombre –agregó– que muere en plena madurez humana e intelectual. Era un intelectual comprometido, activista, pero aun así nunca perdió calidad académica ni humana”.

En la Plaza Francia, al pie de la estatua de la Libertad, los Yuyachkani le cantaron sus canciones. Delfina Paredes le recitó un poema, y su amigo, el retablista Edilberto Jiménez, le recordó el último viaje que hicieron a Oreja de Perro.

“Antropólogo de primera línea –dijo Rodrigo Montoya–, un defensor de los derechos humanos, defensor de los pueblos indígenas, un hombre abierto, dulce y cálido. La única palabra que se viene es decirle gracias, Carlos Iván”.

Su cuerpo fue trasladado para cremarlo en el cementerio Británico del Callao. No nos hemos quedado solos, nos hemos quedado con la buena noticia de su vida.

(Tomado de la República.com)

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