sábado, 17 de julio de 2010

La globalización, esa máquina de dominación planetaria


La globalización o mundialización ha sido uno de los objetos predilectos de estudio de las Ciencias Sociales a lo menos en los recientes veinte años, produciendo una considerable literatura científica y acdémica, mientras sus estructuras y modelos se han ido instalando en la realidad del orden mundial.


UN DEBATE SIEMPRE PENDIENTE

El debate político, ideológico y académico en torno a la globalización, parece haberse polarizado entre detractores críticos que denuncian los efectos perversos de un modo de organización y articulación de la economía mundial (Toni Negri, Immanuel Wallerstein, Ulrich Beck, Georges Burdeau, John Pilger, T. Christian Miller, David Harvey, Zygmunt Bauman, Emmanuel Todd, Joseph Stiglitz…Tomás Moulian, Eduardo Galeano…) y los panegíricos de quienes profieren las bondades de un sistema destinado a incrementar el bienestar de los pueblos y el desarrollo (Jeffrey Sachs, Johan Norberg, Martin Wolf, Francis Fukuyama… ).

Mientras unos (herederos de Friedman y Hayek) proclaman los beneficios del emprendimiento, de la innovación, de la desregulación de los mercados, de la inversión colocada en los mercados más abiertos y rentables, de las tecnologías puestas a disposición de los negocios y el comercio, otros (provenientes de distintas escuelas de pensamiento social y político) denuncian las desigualdades crecientes, las inequidades estructurales, las asimetrías sociales , económicas y territoriales ocasionadas o profundizadas por este modo de producción capitalista extremo.

Y en medio de esta extensa polémica en forma de diálogo intelectual, instalaron su tienda (a medio camino entre el Estado y el mercado) los teóricos de la tercera vía (Anthony Giddens, Tony Blair, Felipe Gonzalez, Manuel Castells…) quienes prefirieron componer con el modelo puro y duro y las complejas realidades del sistema de dominación en expansión, “socialdemocratizando” una fórmula intermedia que permita edulcorar sus rasgos más extremos, con politicas sociales que lo hagan aceptable.

La crítica teórica e intelectual a la globalización en su versión capitalista occidental, parte desde una lectura integral y multidisciplinaria de un fenómeno socio-político, material, tecnológico y económico que es sometido a un análisis de sus componentes, causas, dimensiones y consecuencias, aún en medio de su proceso de instalación y operación. La crítica a la globalización y altermundista (dirigida tanto a la dimensión planetaria del sistema, como a sus versiones nacionales, y al modelo neoliberal como edificio teórico y político de fundamentación) se realiza precisamente mientras esta “fase superior del capitalismo mundializado” se instalaba en el orden mundial articulando nuevas fuerzas y actores.

Lejos estamos entonces de las teorías conspirativas que atribuyen la puesta en marcha de la globalización y del modelo neoliberal en casi todo el mundo a un designio maléfico planificado desde algún lugar específico del sistema político u económico mundial. La globalización, o este capitalismo de desastre que menciona Naomi Klein resulta de una combinación única de factores estructurales y coyunturales provenientes del capitalismo transnacional de los años setenta, del derrumbe de los socialismos reales europeos y la crisis del proyecto político socialista a fines del siglo xx, y del despliegue gradual de estrategias de conquista de mercados y de liberalización de capitales, acompañadas con la mise en place de tecnologías de las comunicaciones y la información a escala mundial.

Este ensayo tiene por objeto analizar los mecanismos constitutivos de la globalización entendida como una tendencia profunda que se ha instalado en el orden mundial desde los dos decenios finales del siglo xx y cuya trayectoria debiera continuar a lo largo de los primeros decenios del siglo xxi.

LA GLOBALIZACIÓN ANTES DE LA GLOBALIZACIÓN

Mucho antes que la globalización se instale como un producto económico, como un sistema político y como un constructo ideológico propios del capitalismo de fines del siglo xx, la expansión de los mercados y la extensión mundial de los intercambios comerciales y financieros, ya habían sido anticipados por algunos autores. Marx, por ejemplo, en “El Manifiesto Comunista”, avanzaba en una descripción de la globalización antes que la globalización fuera nombrada como tal, una descripción suficientemente elocuente como para recordarla:

“El descubrimiento de América, la circunnavegación de Africa abrieron nuevos horizontes e imprimieron nuevo impulso a la burguesía. El mercado de China y de las Indias orientales, la colonización de América, el intercambio con las colonias, el incremento de los medios de cambio y de las mercaderías en general, dieron al comercio, a la navegación, a la industria, un empuje jamás conocido, atizando con ello el elemento revolucionario que se escondía en el seno de la sociedad feudal en descomposición.

El régimen feudal o gremial de producción que seguía imperando no bastaba ya para cubrir las necesidades que abrían los nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la manufactura. Los maestros de los gremios se vieron desplazados por la clase media industrial, y la división del trabajo entre las diversas corporaciones fue suplantada por la división del trabajo dentro de cada taller.

Pero los mercados seguían dilatándose, las necesidades seguían creciendo. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria vinieron a revolucionar el régimen industrial de producción. La manufactura cedió el puesto a la gran industria moderna, y la clase media industrial hubo de dejar paso a los magnates de la industria, jefes de grandes ejércitos industriales, a los burgueses modernos.

La gran industria creó el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial imprimió un gigantesco impulso al comercio, a la navegación, a las comunicaciones por tierra. A su vez, estos, progresos redundaron considerablemente en provecho de la industria, y en la misma proporción en que se dilataban la industria, el comercio, la navegación, los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, crecían sus capitales, iba desplazando y esfumando a todas las clases heredadas de la Edad Media.” (Marx, C. Engels, F.: Manifiesto Comunista. 1848. Capítulo II – Version digital www.marxists.org)

En la perspectiva marxista clásica, la expansión del comercio y los intercambios, iniciada desde los ultimos grandes descubrimientos geográficos eran una consecuencia inevitable de la expansión de la producción. Hoy, esa expansión alcanza nuevos límites y quiebra fronteras reales y virtuales.

El punto de partida histórico y estructural de la globalización del siglo xxi se encuentra en la expansión geográfica y económica de los intercambios y del comercio durante el siglo xix, resultado de una revolución industrial de primera hora que quebró las bases de la manufactura urbana europea. El capital “pensó” entonces en términos de mundo, dejando de pensar en términos de país, de comuna o de región, mientras sus propios intelectuales (Smith, Toqueville, Ricardo, Lutero, Montesquieu…) ya se habían desembarazado de las estrechas fronteras mentales del feudalismo.

LOS MECANISMOS FUNDAMENTALES DE LA GLOBALIZACIÓN

El develamiento de la globalización como proceso económico, como sistema político, como un esquema geopolítico hegemónico y como un constructo ideológico, es parte de una crítica radical y sistémica necesaria a los procesos de construcción de los actores históricos del cambio y del proyecto político global y alternativo que debiera reemplazarlo en el futuro.

Entendemos que la globalización no es solo una estructura de intercambio económico y financiero a escala planetaria y de los continentes. Definirla solo como una modalidad económica de intercambio, de flujos de capitales e inversiones, pudiera ser una suerte de “encerrona ideológica” destinada a ocultar a analistas y ciudadanos, la verdadera naturaleza del fenomeno globalizador, restringiendo su comprensión a su sola esfera económico financiera. Se trata de mucho más que de economía.

En la realidad del mundo de hoy, la globalización consiste también en una compleja red interdependiente de instituciones y sistemas político-económicos y financieros que apuntan hacia la gobernabilidad mundial: el Foro de Davos, el G-8, el FMI, el Banco Mundial, la OECD, la Organización Mundial de Comercio, la OTAN, e incluso la organización de Naciones Unidas, operan como un complejo institucional de poder político, ideológico y económico sustentado en una misma matriz ideológica y en un mismo propósito no explícito aunque compartido: la perspectiva de expandir, multiplicar, profundizar y consolidar las bases de un modelo capitalista mundializado y neoliberal.

UNA IDEOLOGÍA QUE NADIE LLAMA IDEOLOGÍA

Pero además, hemos planteado que la globalización/mundialización como proceso y como tendencia es y opera como una ideología, como un constructo ideológico funcional y al servicio del modelo neoliberal de economía y de desarrollo.

En el orden global, la ideología del mercado mundial funciona no solo como un imaginario colectivo individualizado a la escala de la alienación de las personas y los grupos; opera tambien como un consenso cultural común y compartido (con pretensiones de pensamiento único) por enormes masas anónimas de consumidores desciudadanizados y despolitizados, obligados por la “mano invisible” del mercado a satisfacer sus necesidades propias y tambien aquellas necesidades artificialmente creadas por la propia maquinaria comunicacional dominante, o sea la “mano visible” del mercado.

Aún así, un autor afirma que “la presión ejercida por la escasez de recursos energéticos, las crecientes tensiones medioambientales, una población mundial en aumento, la emigración legal e ilegal, los desplazamientos del poder económico y las inmensas desigualdades de renta son asuntos de demasiada envergadura para dejarlos en manos de las descarnadas fuerzas del mercado y de la competitividad geopolítica entre países.” (Sachs, J.: Economía para un planeta abarrotado. B. Aires, 2009. Edit. Sudamericana, p. 18), dejando entrever que al interior mismo del núcleo ideológico de la globalización occidental, se reconoce que la combinación de crisis que actualmente afectan al orden global (económica, financiera, alimentaria, energética y ambiental) es inmanejable si se sigue fielmente el dogma neoliberal de una globalización sin controles ni regulaciones.

Un complejo de redes e instituciones comunicacionales, académicas y tecnológicas dan soporte material y virtual al despliegue -también globalizado- de una ideología del individualismo extremo, de las libertades de comercio y de inversión, del Estado entregado y subordinado a las leyes y las lógicas del mercado. Burdeau sugiere que “esta teoría tutelar es una pura ficción matemática basada, desde su origen, en una formidable abstracción, que, en nombre de una concepción tan estrecha como estricta de la racionalidad, identificada con la racionalidad individual, consiste en poner entre parentesis las condiciones económicas y sociales respecto a las normas racionales y de las estructuras económicas y sociales que son la condición de su ejercicio.” (Burdeau, G.: La esencia del neoliberalismo. Le Monde Diplomatique. Edición española, marzo 1998.).

La globalización occidental es la versión mundializada de la ideología neoliberal.

De esta ambivalencia ideológica extrema entre mercado y sociedad, se desprende la paradoja política esencial del neoliberalismo y de la globalización capitalista occidental: se trata de un modelo económico que, cuando necesita una sociedad civil sometida y aplastada para imponerse, se basta con un régimen dictatorial o autoritario; y cuando necesita de una sociedad civil más despierta y organizada, se basta con un régimen democrático más o menos tutelado por las reglas del mercado.

La globalización, en consecuencia, puede funcionar más o menos eficientemente con un régimen autoritario o un régimen democrático, según sea el caso conveniente: lo fundamental es que las ganancias corporativas aumenten, que los mercados se desregulen y funcionen libremente, que el trabajo se flexibilize y que los flujos de capital, de dinero, de ganancias y de inversiones circulen con las menores restricciones posibles.

Así como el cristianismo católico y el cristianismo protestante fueron la religión del capitalismo industrial de los siglos xviii, xix y xx, el dogma individualista del mercado y de la primacía del dinero, es la nueva religión del capitalismo globalizado del siglo xxi.

Manuel Luis Rodríguez U.

REFERENCIAS

Stiglitz, J.: El malestar en la globalización. Madrid, 2004.

Aguilar, .: Globalización y capitalismo. Mexico, 2002. Plaza & Janes.

Norberg, J.: In defense of global capitalism. Sweden, 2001.

Robinson, W.: A theory of global capitalism. Production, class and State in a transnational world. Baltimore, 2004.

Sachs, J.: The end of powerty. N. York, 2005.

(Tomado del Blog Paradygmas Siglo 21)




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