lunes, 23 de noviembre de 2009

España: "La historia no nos hace más felices, pero sí más libres"





Una fotografía puede contener 100 años de la historia de un país. Si esa imagen fuera la que sintetizara la España del siglo XX, aparecerían miles de personas cantando, agarrados con las manos en alto, en blanco y negro, vaqueros campana, bigotes, pelo largo, pana y lana, celebrando alegres el Festival de los Pueblos Ibéricos, en el año 1976.

Es la imagen que ilustra la portada del libro de Julián Casanova y Carlos Gil Andrés, Historia de España en el siglo XX (Ariel). Pero si le preguntas al primero de los dos historiadores por una foto que mostrase de un vistazo qué fue de este país en todos esos años, se queda sin dudarlo con Tejero entrando en el Congreso de los Diputados, pistola en mano, el 23 de febrero de 1981.

Tal y como apunta Casanova, "es la gran excepción en Europa". "A esas alturas, alguien que entra en un parlamento pegando tiros, mientras una cámara lo filma, fue una anomalía y la fotografía más excepcional del siglo XX español". Tampoco olvida los años treinta fotografiados por Capa, ni la importancia de los inicios del siglo XX, con las guerras coloniales. "Ahí me gustaría destacar dos novelas fundamentales, que pueden funcionar como fotografías: Imán, de Ramón J. Sender, y La forja de un rebelde, de Arturo Barea.

Pero si algo marcó la diferencia entre España y Europa, fue el franquismo

La larga tradición intervencionista militar en la sociedad española y en el control del orden público es motivo de atención en el libro. Los golpes de Estado estaban olvidados en Europa, mientras en España se seguía sin resolver la subordinación del poder militar al poder civil. Esto le cuesta a la sociedad española una guerra civil y un intento frustrado en los primeros años de la democracia. "Sólo a finales del siglo XX se soluciona este problema", añade Casanova.

Pero si algo marcó la diferencia entre España y Europa, por encima de cualquier cosa, fue el franquismo. "La duración del franquismo fue la gran excepción. No lo fue ni la Guerra Civil, ni la República. La gran excepción sucede de 1945 al 1975. Treinta años sin sociedad civil democrática, sin voto, con una educación absolutamente ideologizada, con la Iglesia condicionando el Estado".

Esfuerzo narrativo

"Queríamos que el público tuviera una referencia del siglo XX"

Los autores se han preocupado por lograr una elegancia en la prosa histórica. De hecho, el libro arranca con un pequeño recuerdo a El laberinto español, que Gerald Brenan empezó a escribir en Gran Bretaña, al poco de presenciar cómo se desangraba España en el verano de 1936: "En todos sus asuntos, nada es completamente lo que parece. Andamos a tientas en una especie de niebla cuando tratamos de entenderlos".

Casanova y Gil Andrés se han acercado a la historiografía anglosajona porque la española no ha sido capaz de hacer buenas síntesis para un público amplio. O eran libros para gente muy interesada, o eran síntesis muy apresuradas. "Queríamos que un público amplio tuviera una referencia del siglo XX, porque la cultura cívica pasa por el conocimiento de la historia más inmediata. No se pueden educar a las clases sociales sin la historia", explica Julián para aclarar que la historia de España más reciente no formó parte de la crónica sentimental de los más jóvenes. "La historia no hace más felices, pero sí más libre, parafraseando a Azaña", remata.

Entre la pasión, la honradez y la elegancia en la historiografía, estos dos historiadores creen que somos fruto de una colocación estratégica geográfica en Europa, y de la lucha de mucha gente que luchó contra Franco. Pero advierten que no podemos ser tan triunfantes con ciertas figuras de la Transición como la del rey. Casanova concreta: "Sólo pensó en que después de la muerte de Franco se prolongaría una monarquía autoritaria, amparado por un sector conservador. La transición hacia el constitucionalismo democrático es un producto de muchas circunstancias, pero no de la intención del rey".



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