sábado, 14 de noviembre de 2009

125 Años de la Conferencia de Congo, la cumbre de Bismarck que parceló África



A invitación del canciller Otto von Bismarck, el 15 de noviembre de 1884 se abrió en Berlín la Conferencia del Congo, que consumó el reparto de África entre las potencias coloniales y la convirtieron en un continente de fronteras trazadas con regla.

Que el mapa de África no responde a una evolución política similar a otros continentes salta a la vista a cualquier escolar: sus fronteras apenas atienden a barreras naturales o étnicas, sino que domina la línea recta.

El origen del trazado arranca del proceso iniciado en el siglo XV por el afán descubridor de España y sobre todo Portugal y desatado luego con la trata de esclavos, en que cada colonizador se adentró en el continente según sus intereses.

La mano pragmática del canciller del Reich ejerció de árbitro en la Conferencia de Berlín, que se cerró el 24 de febrero de 1885 con un acuerdo entre las catorce potencias coloniales.

Las ambiciones del Reich eran modestas, comparadas con las de Francia e Inglaterra, en primera línea, seguidas de las de Bélgica, Italia, Holanda, de nuevo Portugal y España, así como EEUU.

Alemania había llegado con retraso a la carrera colonial y además no quería comprometer su poderío militar en aventuras, apenas completada la unificación del Reich por Guillermo II. Pero tampoco quería quedar ajeno del reparto de las materias primas africanas.

De Berlín salió el Acuerdo del Congo, que selló el reparto del continente en 38 artículos. El Congo (actual República Democrática) quedaba como estado libre, aunque en la práctica funcionó como una propiedad de Leopoldo II de Bélgica. El resto quedó a merced de aquella potencia que tuviera un control efectivo de su litoral (principio de efectividad). Y sus ríos principales, Níger y Congo, eran de libre circulación.

Se sentaron las bases de una división territorial contranatura, por supuesto sin contar con la población africana. En un apartado se recordaba, eso sí, el "deber moral" de las potencias de "mejorar las condiciones de vida de la población autóctona e incidir en la represión de la esclavitud y el tráfico de negros".

La solución de Bismack precipitó la carrera por el control del máximo territorio. Francia se hizo con buena parte del Sahara; Inglaterra con regiones del sur y este, Ghana y Nigeria; Portugal conservó buena parte del territorio que tenía, Angola y Mozambique.

El Kaiser "se conformó" con Togo, Camerún, Nueva Guinea y las llamadas África Alemana del Este -Tanzania- y África Alemana del Suroeste -Namibia-.

El alemán fue un sueño colonial efímero que se desplomó con la Capitulación del Tercer Reich, en 1945. El traspaso de las antiguas colonias entre potencias vencedoras a vencidas ilustra de por sí hasta qué punto la población africana quedó ajena a todo reparto.

Pese a su brevedad, el poderío colonial del Reich perpetró el genocidio de la población herero, una tribu nómada de lo que ahora es Namibia, considerado precedente de otras limpiezas étnicas.

Ocurrió tres décadas antes de la llegada de Adolf Hitler al poder. Fue entre 1904 y 1907 y se calcula que los soldados del Kaiser exterminaron a 65.000 del total de 90.000 hereros.

El 12 de enero de 1904 hubo un primer levantamiento herero contra el robo de sus tierras. Los soldados del Kaiser les acorralaron y dejaron un teórico pasillo de escape hacia el desierto de Kalahari.

El general Lothar von Trotta convirtió ese corredor en una trampa mortal y ordenó exterminar de raíz la rebelión. Guillermo II instó a Bismack detener la masacre, a las denuncias de misioneros alemanes.

Von Trotta obedeció más o menos: cesó la matanza, pero en su lugar aparecieron unos primitivos campos de concentración.

Alemania tardó un siglo en indemnizar a ese colectivo, que tras un largo tira y afloja percibió, en 2007, 20 millones de euros.

La organización "125 aniversario de la Conferencia de África" ha convocado una concentración mañana en el lugar donde se celebró la cumbre -la antigua Cancillería del Reich, hoy un edificio de bloques prefabricados, arquetípico de la arquitectura del Berlín oriental-.

Su propósito es denunciar las consecuencias de la colonización sobre los africanos a los que se "arrebató la dignidad, las tierra y la vida". El organizador, el historiador Christian Kopp, no espera más que un acto "mínimo", en el aniversario de una conferencia que, dice, "desmenuzó" África y la entregó a la expoliación.




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