Por Alberto Adrianzén M. (*)
A fines de agosto se cumplieron seis años de la entrega del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Sin embargo, cabe preguntarse por qué, hasta ahora, el informe genera polémica, levanta pasiones y se avanza tan poco en el cumplimiento de sus recomendaciones. Una respuesta es por la resistencia de los militares. La otra es por la existencia de sectores proclives al militarismo y, también, enemigos de todo aquello que se llame derechos humanos.
Lo que quiero proponer como hipótesis es que la oposición al informe de la CVR se debe a que las víctimas eran mayoritariamente indígenas y que este hecho define el límite del igualitarismo de determinados sectores sociales y políticos en el país.Paul Krugman en su libro Después de Bush señala lo siguiente: “Una tesis fundamental de este libro y que puede incomodar a más de un lector es que la cuestión racial resulta de capital importancia a la hora de explicar lo que ha sucedido en el país que crecí.
En efecto, las secuelas de la esclavitud –el pecado original de Estados Unidos– son la causa de que seamos la única economía avanzada del mundo que no garantiza la atención médica universal a sus ciudadanos. La violenta oposición de la población blanca contra el movimiento pro derechos civiles es la causa de que Estados Unidos sea el único país avanzado en el mundo en el que un partido mayoritario (se refiere al Republicano) quiera revocar el Estado de Bienestar”.
Lo que Krugman dice es que el igualitarismo en EEUU tiene un límite. Ese límite son los negros. Por eso cuando el Estado de Bienestar incorpora a este sector y ello converge con la ampliación de los derechos civiles a favor también de los negros, el igualitarismo de los blancos llega a su fin. Krugman señala muy bien cómo las bases sociales y electorales que apoyaron la política del “New Deal” cambiaron de postura cuando la igualdad llegó a los negros. En realidad, el movimiento neoconservador se construyó sobre tres pilares fundamentales: la defensa de los grandes capitalistas, la defensa del libre mercado y el racismo.
Me parece que esta misma idea se puede aplicar en el Perú. Si a seis años de su presentación el informe de la CVR continúa causando polémica y hasta oposición es porque estamos hablando de los indígenas. Ahí concluye la conciencia igualitaria de determinados sectores sociales y políticos. El límite, por lo tanto, son los indígenas. Por eso se puede parafrasear lo que dice Krugman: la tesis fundamental de este artículo y que puede incomodar a más de un lector es que la cuestión racial resulta de capital importancia a la hora de explicar lo que ha sucedido en el país al conocerse en informe de la CVR.
Es el racismo, finalmente, lo que explica este comportamiento frente a las víctimas de la violencia. Ellos no pueden ser iguales, ni tienen derechos humanos porque no son “humanos”. Como dice el informe de la CVR el 75% de las víctimas de los años de la violencia fueron andinos y muchos de ellos quechuahablantes, es de decir, indígenas y pobres de nuestra patria.
En realidad, la manera en cómo determinados sectores han procesado el informe de la CVR, es muy parecido a la manera en cómo estos y otros sectores se enfrentan al drama de la educación y la salud del pueblo. Que esto sea así se debe a que los involucrados en esta tragedia nacional son los pobres que también son vistos como “indígenas”.
El caso extremo es la discusión sobre el número de víctimas. Ello, además de mezquino, es un acto poco compasivo con los otros distintos a uno. Es negarle su condición de víctimas para bloquear cualquier acto de solidaridad con ellos. Cuando en una sociedad no hay compasión ni solidaridad tampoco hay igualdad ni democracia. Lo que hay es racismo. Por eso nuestro “pecado original” continúa siendo la colonialidad.
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