MARCELO QUISHPE BOLAÑOS
Historiador, EECA-UEB
En las últimas semanas, de manera intensa, se han presentado representaciones, análisis e interpretaciones en diversos formatos y medios que conmemoran y festejan el Bicentenario de la Junta Soberana de Gobierno creada en Quito. La perspectiva ha sido plural, deja lecturas viejas y nuevas del proceso y una interesante agenda de interrogantes.
Los trabajos han sido construidos desde una visión espacio-temporal donde el pasado se localiza “detrás” del observador y en la que el proceso histórico se mueve “hacia adelante”, es decir, la manera occidental. Los indígenas de la Sierra tienen otra manera de construir la memoria y la tradición donde el pasado está “frente al observador” y se mueve “en retroceso”, es una visión denominada ñaupa (Botero 2001), desde la cual planteamos varias reflexiones.
Las sociedades europeas y sus colonias de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX vivieron un proceso de agotamiento de su sistema político (Antiguo Régimen), de la economía mercantil y las ideas. A la vez, estructuraron un sistema de pensamiento que configuró una nueva manera de gobernar: el Estado moderno, y de producir: el capitalismo. Hacia finales del siglo XIX la propuesta liberal tendrá un rostro reconocible.
Con otro rostro e intensidad hoy sentimos y vivimos el agotamiento de las formas neoliberales de organización social, política, ética y productiva. Realidad presente que nos desafía para construir un sistema de saberes-conocimientos y ética que nos permitan constituir otras sociedades.
Liderada por la elite quiteña la “revolución” de 1809 es el inicio del proceso que finalizó con la creación del Estado (1830) y la República del Ecuador (1835).
Contó con el apoyo contradictorio de criollos, mestizos, indígenas y afros. Logró armar y concretar el objetivo de la independencia de España. Si, la liberación de España del estamento dominante: los criollos pero no de la nación o patria. No lo hizo porque la mayoría de la población siguió subordinada-colonizada: los indios sujetos bajo formas coloniales y sin derechos, los negros siguieron esclavos, los mestizos continuaron siendo un estrato poco apreciado socialmente.
Fue una revolución que no trastocó las estructuras de poder, jerarquía social y cultural. Aun ahora, nuestra sociedad tiene formas e instituciones coloniales, pero lo más importante, mantenemos una mentalidad colonial expresada, por ejemplo, en esencialismos culturales, racismos o discriminación social y de clase.
Finalmente, los acontecimientos de 1809 nacen y mueren en Quito y los pueblos de la Audiencia se opusieron. El festejo del Bicentenario, a pesar de los esfuerzos y recursos estatales invertidos, ha sido de los quiteños. Fuimos y somos realidades sociales, culturales y ecológicas diversas, donde se construyen lecturas y proyectos históricos diversos.
Pluralidad que puede aportar para continuar y concretar la revolución, independencia y libertad de las formas coloniales que cargamos a cuestas. La interculturalidad y el buen vivir pueden aportar si nos enlazamos en minga para darles forma, contenido y sentido.
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