Catedrática universitaria
La conmemoración reciente del Bicentenario de la Independencia ha actualizado aspectos aplazados con respecto al significado histórico y el sentido que cobra el tema de la libertad en el presente y en el futuro.
Por un lado, la celebración festiva oficial ha revalorado el 10 de agosto de 1809 como un hito nacional, enfoque interesante en la medida en que intenta sobreponerlo a miradas fragmentadas, de carácter político-regionalistas, referidas a la Independencia. En esa perspectiva, se convocó la participación popular en actividades culturales conmemorativas en diversas localidades del país, aunque programadas desde una visión tradicional, anclada profundamente en la recreación de la memoria de héroes, grandes personajes y hazañas.
“La República naciente en 1830 fue,en mucho, un continuum de la sociedad colonial...”
En contraste con esa visión monumental de la independencia, un análisis crítico, vigente en la actualidad, indaga, por ejemplo, acerca del papel poco conocido de sectores populares y el beneficio real obtenido de esta gesta. Porque lejos de pensar en la impasibilidad de los grupos subalternos, la idea siempre atractiva de ser libres podía haber sido resignificada por indios, negros, mulatos y pobres en general, con expectativas de una vida mejor.
Después de doscientos años, tenemos la certeza de que la Independencia fue alentada por elites criollas, con banderas de libertad adecuadas a sus intereses particulares. En esas circunstancias, la República naciente en 1830 constituyó, en gran medida, un continuum de la sociedad colonial.
Pues si hubo un cambio de régimen político, que expulsó a los peninsulares y posicionó a los criollos y sus descendientes en el poder, no se operó un cambio de mentalidad capaz de superar los prejuicios con respecto a los grupos excluidos ni tampoco un giro en la organización de una sociedad fundada con la herencia de un pasado racista y, por tanto, excluyente. Sobre las ruinas y la muerte dejada por las gestas independentistas, se construyó un Estado con leyes e instituciones que ayudaron a consolidar a las elites, su fortuna y sus privilegios. Estas jerarquías sociales, con seguridad, frustraron las expectativas del pueblo no libre, es decir, de la mayoría.
Resulta indispensable desmontar la narración heroica sobre la independencia, narración a partir de la cual, además, se ha construido la identidad nacional; sobre todo, hace falta profundizar el análisis del verdadero significado histórico de la libertad -de qué, por qué, a favor de quiénes-, interpretada por distintos grupos sociales, en particular, por los sectores populares, tan olvidados por la historiografía tradicional.
Probablemente la epopeya ya no satisface la curiosidad sobre el pasado. Hoy existen nuevas preguntas relacionadas con la necesidad de comprender si alguna vez el pueblo ha sido libre, si ha existido un mínimo de igualdad social o si la libertad no se convirtió finalmente en una promesa falsa. Una lectura no tradicional permitiría, a través del debate, la comprensión real del proceso y, particularmente, tejería puentes entre el pasado y el presente para encontrar respuestas acerca de la conflictiva vida social y política del país, así como también para transformarla.
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