miércoles, 2 de septiembre de 2009

África: Petroleo no es sinonimo de progreso



Nigeria y Angola son los principales productores de petróleo de Africa, pero la mayoría de su población vive en la más abyecta pobreza, a menudo en barrios de emergencia que se erigen al pie de enormes torres de perforación de las que salen llamas.

Nigeria y Angola son los principales productores de petróleo de Africa, pero la mayoría de su población vive en la más abyecta pobreza, a menudo en barrios de emergencia que se erigen al pie de enormes torres de perforación de las que salen llamas.

La corrupción ha impedido que la bonanza petrolera mejore la vida de la gente común en los dos países y genera un creciente malestar que alimenta las filas de organizaciones insurgentes, provoca inestabilidad y compromete el suministro del combustible al resto del mundo. El tema está siendo abordado por secretaria de Estado estadounidense Hillary Rodham Clinton en su gira por el continente.

Sus vistas a Angola y Nigeria ponen de manifiesto la importancia del petróleo africano en momentos en que Estados Unidos y otros países tratan de reducir su dependencia del petróleo del Medio Oriente.

Clinton destacó en Angola la necesidad de una mayor transparencia y exhortó al gobierno del presidente Jose Eduardo dos Santos, en el poder desde 1979, a que adopte una nueva constitución, investigue y juzgue las violaciones a los derechos humanos y convoque a elecciones presidenciales, como ha prometido.

La reacción de dos Santos a ese mensaje "fue muy positiva", afirmó Clinton.

Nigeria es tradicionalmente el principal productor de Africa. Pero su producción mermó como consecuencia de ataques guerrilleros a su infraestructura petrolera y en junio fue desplazada al segundo lugar por Angola.

Para el nigeriano y el angoleño común, el petróleo es una maldición más que una bendición. Varios observadores hacen notar que los petrodólares le permiten a sus líderes ignorar las críticas que vienen del extranjero pues no dependen tanto del turismo ni de la asistencia del exterior.

Los dos países son en teoría democráticos, pero los políticos no tienen demasiada necesidad de cortejar el voto.

Nigeria tiene una larga historia de golpes. Las últimas elecciones fueron empañadas por irregularidades e incidentes en los que la policía tiró granadas de gas lacrimógeno a la gente que hacía cola para votar. En Angola, en las últimas elecciones legislativas abundaron los regalos de dinero, alcohol e incluso automóviles y no funcionaron algunos centros de votación por falta de equipo, según observadores internacionales.
Angola tuvo una guerra civil de casi tres décadas que concluyó en el 2002. Desde entonces no ha habido elecciones presidenciales.

La semana pasada, la organización Global Witness, de Londres, informó que varios accionistas de una empresa privada autorizada por la compañía petrolera estatal angoleña a buscar lucrativos contratos tienen los mismos nombres que numerosos funcionarios o ex funcionarios del gobierno, incluido el del presidente de la empresa. Ninguno de esos personajes respondió a pedidos de aclaraciones de Global Witness.

"A pesar de que existe la impresión generalizada de que hay una corrupción endémica a todos los niveles del gobierno, no ha habido investigación ni juicio alguno durante el año" en curso, dice un informe preparado este año por el Departamento de Estado estadounidense.

Más de dos tercios de los 12 millones de angoleños y más de cuatro quintos de los 150 millones de nigerianos viven con menos de dos dólares diarios.

A los gobernantes "no les importa la gente común", afirmó Sam Olufemi, quien vende tarjetas telefónicas en un cruce de calles de Lagos.
Angola ha registrado bastante agitación en Cabinda, la principal región productora de petróleo. Agrupaciones defensoras de los derechos humanos acusan a los militares de cometer atrocidades y dicen que el gobierno se apropió de millones de dólares generados por el petróleo. El gobierno ha negado las acusaciones.

Miles de personas han muerto en el delta nigeriano donde se extrae petróleo. Los militares rocían allí con proyectiles los barrios pobres desde helicópteros y los insurgentes realizan atentados contra oleoductos y secuestran a extranjeros.


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