Los japoneses se aprestan a vivir una jornada electoral que puede ser histórica. Todos los sondeos apuntan a que la oposición centrista roza la mayoría absoluta y el domingo puede acabar con más de cincuenta años de gobiernos conservadores en la segunda economía del planeta.
Los jóvenes, tradicionalmente poco inclinados a participar en un sistema dirigido hacia una población envejecida, no quieren perder protagonismo en esta ocasión. Quieren liderar el cambio político que se avecina. Por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial el todopoderoso conservador Partido Liberal Demócrata (PLD) del primer ministro Taro Aso puede salir derrotado en las elecciones a la Cámara baja. Todas las encuestas dan vencedor a la oposición centrista del Partido Democrático de Japón (PDJ), de Yukio Hatoyama.
Y es que más que una alternancia política lo que se avecina en el archipiélago nipón es un cambio social reclamado por la mayoría de japoneses. Una sociedad preocupada por el rampante aumento del número de desempleados, la precariedad laboral, la baja tasa de natalidad y el envejecimiento de la población.
Uno de los factores claves en este posible cambio histórico es sin duda el voto de los más jóvenes. Se espera que cerca del 60% de votantes comprendidos entre los 20 y los 29 años acuda a las urnas. Un porcentaje sensiblemente superior al 46% que participó en los comicios del 2005, frente a un 81% de votantes de entre 60 y 79 años. La anticipable mayor participación beneficiaría al opositor PDJ.
Esta tendencia de los jóvenes a participar en estas elecciones legislativas viene inducida por los efectos de la crisis económica, que les afecta especialmente. Pero también por las campañas movilizadoras que llevan a cabo algunas organizaciones estudiantiles.
"Debemos votar para que los intereses de nuestra generación cuenten en un país con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo y serios problemas en el sistema de pensiones", afirma Kensuke Harada, coordinador del grupo I vote, que anima a los jóvenes a acudir a las urnas.
Este joven de 23 años, estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad de Tokio, considera imprescindible que la gente de su generación se movilice. "En un país con tanta gente mayor es importante que nuestra participación aumente y exijamos cambios a los políticos".
Los motivos son claros: los jóvenes son las principales víctimas de un sistema político dirigido hacia una población envejecida. Son los primeros en ser expulsados del mercado laboral, donde engrosan las listas de temporalidad, y el anquilosado sistema de seguridad social amenaza con dejarles sin beneficios cuando lleguen a la vejez.
Según un estudio del investigador económico Manabu Shimasawa, de la universidad de Akita, los jóvenes heredarán una pesasada deuda cuando lleguen a la jubilación. Ahora, a su muerte, un japonés septuagenario, habrá percibido unos beneficios medios del orden de 15 millones de yenes (unos 110.000 euros). En cambio, un veinteañero tendrá un pasivo de 25 millones de yenes (unos 185.000 euros) al final de su vida.
La voluntad de los jóvenes por votar no explica, sin embargo, el ambiente de cambio político que se vive en las calles de Tokio. Se respira una sensación de hartazgo del PLD entre los japoneses.
Una percepción alimentada por una suma de factores que han provocado la pérdida de popularidad del principal partido del país. Uno, es la antipatía que despierta el premier Taro Aso, uno de los menos apreciados de la historia democrática del país y al que se le acusa de liderazgo.
También son duramente criticadas las reformas que emprendió el primer ministro Junichiro Koizumi, entre 2001 y 2005, para modernizar la economía del país. Se considera que deterioraron los servicios de la Seguridad Social y ahondaron las diferencias sociales. Su plan de flexibilidad laboral ha provocado despidos masivos y el consiguiente malestar social en una sociedad tan conservadora como la japonesa, en la que rige el concepto de que el puesto de trabajo en una gran empresa es vitalicio.
Otro asunto que disgusta a los japoneses es la práctica hereditaria del PLD a la hora de elegir premier. Desde 1996 sólo Koizumi logró acabar su mandato. El resto fueron escogidos a través de remodelaciones de gobierno. Desde el 2006, se han sucedido tres primeros ministros, Shinzo Abe, Yasuo Fukuda y Taro Aso y su gestiones han estado marcadas por una gran inestabilidad.
Pero lo que ha provocado la mayor desconfianza ha sido el inapropiado control del registro del sistema de pensiones. En 2007 el gobierno reconoció que más de 50 millones de registros de pensiones no se habían ordenado debidamente y un gran número de personas corrían el riesgo de perder su pensión. Un enfado que se tradujo en la pérdida de las elecciones al Senado por parte del PLD, frente al PDJ. Una victoria que este partido puede revalidar el domingo ganando los comicios a la cámara baja.
Los jóvenes, tradicionalmente poco inclinados a participar en un sistema dirigido hacia una población envejecida, no quieren perder protagonismo en esta ocasión. Quieren liderar el cambio político que se avecina. Por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial el todopoderoso conservador Partido Liberal Demócrata (PLD) del primer ministro Taro Aso puede salir derrotado en las elecciones a la Cámara baja. Todas las encuestas dan vencedor a la oposición centrista del Partido Democrático de Japón (PDJ), de Yukio Hatoyama.
Y es que más que una alternancia política lo que se avecina en el archipiélago nipón es un cambio social reclamado por la mayoría de japoneses. Una sociedad preocupada por el rampante aumento del número de desempleados, la precariedad laboral, la baja tasa de natalidad y el envejecimiento de la población.
Uno de los factores claves en este posible cambio histórico es sin duda el voto de los más jóvenes. Se espera que cerca del 60% de votantes comprendidos entre los 20 y los 29 años acuda a las urnas. Un porcentaje sensiblemente superior al 46% que participó en los comicios del 2005, frente a un 81% de votantes de entre 60 y 79 años. La anticipable mayor participación beneficiaría al opositor PDJ.
Esta tendencia de los jóvenes a participar en estas elecciones legislativas viene inducida por los efectos de la crisis económica, que les afecta especialmente. Pero también por las campañas movilizadoras que llevan a cabo algunas organizaciones estudiantiles.
"Debemos votar para que los intereses de nuestra generación cuenten en un país con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo y serios problemas en el sistema de pensiones", afirma Kensuke Harada, coordinador del grupo I vote, que anima a los jóvenes a acudir a las urnas.
Este joven de 23 años, estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad de Tokio, considera imprescindible que la gente de su generación se movilice. "En un país con tanta gente mayor es importante que nuestra participación aumente y exijamos cambios a los políticos".
Los motivos son claros: los jóvenes son las principales víctimas de un sistema político dirigido hacia una población envejecida. Son los primeros en ser expulsados del mercado laboral, donde engrosan las listas de temporalidad, y el anquilosado sistema de seguridad social amenaza con dejarles sin beneficios cuando lleguen a la vejez.
Según un estudio del investigador económico Manabu Shimasawa, de la universidad de Akita, los jóvenes heredarán una pesasada deuda cuando lleguen a la jubilación. Ahora, a su muerte, un japonés septuagenario, habrá percibido unos beneficios medios del orden de 15 millones de yenes (unos 110.000 euros). En cambio, un veinteañero tendrá un pasivo de 25 millones de yenes (unos 185.000 euros) al final de su vida.
La voluntad de los jóvenes por votar no explica, sin embargo, el ambiente de cambio político que se vive en las calles de Tokio. Se respira una sensación de hartazgo del PLD entre los japoneses.
Una percepción alimentada por una suma de factores que han provocado la pérdida de popularidad del principal partido del país. Uno, es la antipatía que despierta el premier Taro Aso, uno de los menos apreciados de la historia democrática del país y al que se le acusa de liderazgo.
También son duramente criticadas las reformas que emprendió el primer ministro Junichiro Koizumi, entre 2001 y 2005, para modernizar la economía del país. Se considera que deterioraron los servicios de la Seguridad Social y ahondaron las diferencias sociales. Su plan de flexibilidad laboral ha provocado despidos masivos y el consiguiente malestar social en una sociedad tan conservadora como la japonesa, en la que rige el concepto de que el puesto de trabajo en una gran empresa es vitalicio.
Otro asunto que disgusta a los japoneses es la práctica hereditaria del PLD a la hora de elegir premier. Desde 1996 sólo Koizumi logró acabar su mandato. El resto fueron escogidos a través de remodelaciones de gobierno. Desde el 2006, se han sucedido tres primeros ministros, Shinzo Abe, Yasuo Fukuda y Taro Aso y su gestiones han estado marcadas por una gran inestabilidad.
Pero lo que ha provocado la mayor desconfianza ha sido el inapropiado control del registro del sistema de pensiones. En 2007 el gobierno reconoció que más de 50 millones de registros de pensiones no se habían ordenado debidamente y un gran número de personas corrían el riesgo de perder su pensión. Un enfado que se tradujo en la pérdida de las elecciones al Senado por parte del PLD, frente al PDJ. Una victoria que este partido puede revalidar el domingo ganando los comicios a la cámara baja.
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