En estas páginas llevamos años reportando el acoso, la discriminación
y la violencia que los homosexuales sufren en tantos países de África.
Desde las llamadas “violaciones correctivas” de lesbianas en los townships de Sudáfrica, pasando por el uso político de la homofobia en países como Zimbabue
– donde Mugabe lleva años acusando a los homosexuales de ser un mal
occidental, germen destructor de la familia y la tribu -, hasta la agresiva campaña de los pastores evangélicos de EEUU en Uganda, que empujó al Parlamento de Kampala a considerar la pena de muerte para los gays “reincidentes”.
Hubo un caso que seguimos de cerca:
la condena en Malawi a 14 años de prisión de Steven Monjeza y Tiwonge
Chimbalanga por los delitos de “sodomía, indecencia y prácticas
homosexuales” en abril de 2010. Condena que no llegaron a cumplir en su
totalidad – aunque sí pasaron seis meses tras las rejas – debido a que
el presidente del país, Bingu wa Mutharika, los indultó tras reunirse con el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y sufrir una importante condena internacional.
Aquel gesto “magnánimo” del presidente no le impidió decir que los
jóvenes – que habían sido detenidos tras intentar contraer matrimonio –
habían atentado “contra la religión, la ley y la cultura de Malawi”.
Un cambio en Lilongüe
Como informa Amnistía Internacional, hoy Malawi ha dado un paso
importante para terminar la con la homofobia institucional cuando el
Ministro de Justicia, Ralph Kasambra, anunció que las leyes contra los
homosexuales quedaban en suspenso. En particular los artículos 153 y 156
del Código Penal, que sostienen que la homosexualidad es un delito que
debe ser castigado hasta con 14 años de prisión. Y el artículo 137A, que
criminaliza el sexo entre mujeres.
Ahora está en manos del Parlamento decidir si mantiene estos
artículos o si los saca definitivamente del Código Penal. Malawi, país
ausente de abundantes recursos minerales, que vive en paz desde la
independencia, subsiste en gran medida gracias a la ayuda internacional.
Una nueva ronda de presiones por parte de los donantes podría ser
fundamental para que los políticos locales no caigan en la tentación de
apelar al populismo discriminatorio de basar el propio poder en la
condena al ostracismo del otro, del que en teoría es distinto. Una burda
cortina de humo para ocultar conductas corruptas y clientelares que sí
destruyen el tejido social africano.
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