Una entrevista a una militante histórica del feminismo
venezolano, cuya dirigencia principal pasó a formar parte del gobierno
bolivariano. El ministerio de la Mujer, el papel de las mujeres en la
resistencia al golpe de estado, los avances de género en la nueva
Constitución y la contradicción de ser socialista y patriarcal a la vez. Nora Castañeda es feminismo a la venezolana.
Economista, docente universitaria y militante feminista desde hace
más de cuatro décadas, Nora Castañeda es parte de la generación de
luchadoras por los derechos del mujer que pasaron a integrar los cuadros
dirigentes que desde el Estado venezolano están logrando algunas de las
conquistas por las que pelearon cuando eran militantes de base de unas
molestas ONG que los gobiernos de turno querían sacarse de encima lo más
elegantemente posible.
Hoy Castañeda es la presidenta del Banmujer, creado para otorgar
microcréditos a mujeres en situación de pobreza, a las que también
capacitan y orientan con un sentido productivo y comunitario.
La política del banco es ir a buscar a esas mujeres directamente a
sus casas o en medio de la selva en sus chozas de aborígenes. A
continuación, un breve recorrido por la historia del feminismo en
Venezuela y los sustanciosos cambios acontecidos en la última década.
–¿En qué momento de las últimas décadas cobra auge la lucha feminista en Venezuela?
–En 1975 el feminismo comienza a tener fuerza aquí a raíz de la
Conferencia Mundial de México y el impulso que la da la ONU a estas
temáticas. En los años 80 y 90 se profundizó el trabajo de las ONG y
surgen de nosotras una serie de proyectos de leyes que los gobiernos no
toman pero al menos somos escuchadas por primera vez. En década del 90
el modelo económico neoliberal arreció en Venezuela afectando de manera
impactante a las mujeres en condición de pobreza. Las mujeres pobres se
hicieron más pobres –lo que llamamos la feminizacion de la pobreza—
cuando el Presidente Carlos Andrés Pérez lanza el famoso paquetazo de
ajuste que derivó en el Caracazo.
–Esto generó algo inédito para la Venezuela petrolera, el surgimiento de miles de personas que sufrían hambre y desnutrición.
–En aquel momento nosotras comenzamos a trabajar para que el Tribunal
Supremo de Justicia reconociera el derecho a comer como un derecho
humano. Se llegó a la situación de que mucha gente comía alimentos para
perros y gatos porque resultaban más baratos (la famosa Perrarina).
Muchos niños no podían tomar leche porque era muy costosa. Sus padres
entonces preparaban fideos y luego batían el agua restante para que se
pusiera blanca como la leche y la metían en la mamadera. La carne
mechada de las arepas se suplantaba con cáscara de plátano cortada en
hebras. Había incluso unos grupos cristianos que promovían distintos
usos de la cáscara de las frutas para convertirlas en alimento. Esto fue
entre 1985 y 1990.
–¿Cambiaron las cosas con Hugo Chávez?
–Del cielo a la tierra. Hoy prácticamente podría decirse que se ha erradicado el hambre en Venezuela.
–La reforma constitucional impulsada por el gobierno bolivariano en
1999 marca un hito en la cuestión de género. ¿Cómo se tradujo esto a
nivel institucional?
–Cuando llega Chávez al poder nosotras ya estábamos preparadas para
solicitar y pelear por estos derechos. En 1999 existía el Consejo
Nacional de la Mujer, que como su nombre lo indica solo podía dar
consejos a los gobiernos de turno, que podían seguirlos o no. Chávez
decidió que ese consejo se transformara en el Instituto Nacional de la
Mujer, que ya podía delinear políticas. Y el presidente acepta nuestra
propuesta de que ese instituto lo integren mujeres que vinieran de
lucha por los derechos de la mujer con base popular.
Allí confluyen María León –feminista que también era dirigente
obrera–, Inocencia Avellana –del movimiento de la Teología de la
Liberación–, Reina Ratia, ligada al Movimiento de Mujeres Negras –las
discriminadas por su color, por pobres y feas según los cánones de
belleza blanca— y por último Nora Uribe que era del equipo Mujer y
Comunicación (comunicadoras sociales). Este fue un gran logro.
–¿Qué cambios importantes entraron en la Constitución de 1999?
–En primer lugar, el artículo 88 determina que toda mujer madre es una
trabajadora, porque trabaja para reproducir la vida de sus familiares.
Esto les da derecho a tener seguridad social y una retribución
monetaria. Parece ser que ésta es la primera vez en el mundo que se
reconoce dentro de una Constitución que la mujer que trabaja en el hogar
crea valor agregado o económico con su trabajo y por lo tanto debe
tener una retribución. Por eso surgió la Misión Madres del Barrio, con
más de 100.000 mujeres que trabajan en su casa y reciben el beneficio
económico de un salario mínimo, que no es una donación sino una
retribución al trabajo como madre.
–La nueva Constitución incorpora también el uso no sexista del lenguaje.
–Nosotras insistimos con eso porque había un lenguaje genérico que
implicaba que nombrar al hombre alcanzaba para hacerlo con la mujer
también. Nuestro planteo fue el uso de un lenguaje que identifique
perfectamente a los sujetos sociales de la Constitución. Y eso se logró.
–Chávez en sus discursos siempre dice “venezolanos y venezolanas”. Eso seguro fue por ustedes…
–Cada vez que habla se dirige así. Nosotras le enseñamos mucho en
cuestiones de género. Y en esta Constitución se incorporan también los
derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, lo cual nos llevó
mucho trabajo para que fuesen reconocidos. Esto implica reconocer el
derecho a una vida sexual digna.
–¿Y la discusión sobre el aborto en qué estado está?
–Estamos trabajando la idea de “interrupción del embarazo”, que puede
parecer un sofisma pero es lo que nos convenía. En un momento habíamos
logrado que el Colegio Médico nos acompañara, pero en eso no hemos
podido avanzar demasiado. No hemos presentado ningún proyecto porque si
no logramos primero que el colectivo de hombres y mujeres dentro de la
Asamblea Nacional trabaje en este sentido, estaríamos perdiendo el
tiempo. Hoy no sería votado el proyecto por la mayoría de los diputados.
–¿Cómo se ha avanzado en la problemática de violencia de género?
–Hay una serie de instrumentos nuevos contra esta violencia, tanto en el
Poder Judicial, la Defensoría del Pueblo y la Fiscalía General. Se han
creado incluso tribunales especializados en violencia contra la mujer
que en un máximo de 20 días deben avanzar en el juicio y dictar una
sentencia inmediata. Estos tribunales están ya en proceso de ejecución
presupuestaria y nombrando los jueces, pero aún no están funcionando.
–¿Cuándo se creó el ministerio de la Mujer?
–Hace cuatro años. Esta fue una de las solicitudes del movimiento de
mujeres para que lo que era un Instituto pasara a ser el Ministerio del
Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género, con mayor cercanía
al Poder Ejecutivo. Hay también un presupuesto muy superior. La primera
ministra en ocupar el cargo fue María León, quien había sido guerrillera
en las montañas del Estado de Portuguesa en los años setenta.
–Daria la impresión de que el feminismo es chavista en Venezuela.
–Si. Y Chávez es feminista. Hemos llegado a una suerte de acuerdo. Y
muchas cosas han cambiado en nosotras las mujeres también. Ya no te
encuentras a ninguna –como ocurría antes— que diga: “yo soy
revolucionaria pero feminista no”. El presidente dijo una vez en Zulia
que él era “socialista y feminista”. Y le hizo un llamado a los
revolucionarios, de que si eran revolucionarios debían ser también
socialistas y feministas. Ahora tú ya no encuentras a ningún hombre que
te diga que no es feminista, a lo mejor se puede quedar callado y no
decir nada si no es feminista, pero no te lo dicen.
–Pero debe haber organizaciones feministas antichavistas.
–Si hay, claro.
–¿El candidato Capriles Radonski en su programa de gobierno y discursos menciona cuestiones de igualdad de género?
–Hasta ahora yo no lo he escuchado decir nada. No ha manejado ese
concepto a pesar de que en su comando hay mujeres que si manejan el
feminismo e incluso escriben en redes sociales a favor de Capriles y
del feminismo. Pero a él no lo oí nunca
–¿Es cierto que parte de su entorno –o quizás él mismo- fueron parte
de la secta ultraconservadora Tradición, Familia y Propiedad?
–Si, fueron parte. Estaban él y otros de su partido Primero Justicia en
la década del 80. Esa era una organización pensada como fascista, un
grupo de muchachos fachos que se creían superiores, “por encima de los
mediocres” y que pretendían destacarse dentro de la sociedad.
–¿Está comprobado eso?
–Salió en la prensa en su momento, cuando las madres tenían que irlos a
buscar porque se los llevaban a ciertos sitios y desaparecían por un
tiempo mientras los adoctrinaban. Esos jóvenes de clase alta, en los
años 90 pasaron luego a formar parte de un sector de la sociedad que –de
acuerdo con los planteos de ciertas ONG— debían ser formados para
gobernar el país en el futuro. Era un pequeño grupo que sería el que
tendría derecho al poder.
Jóvenes que se consideraba que tenían talento en una sociedad donde
estaban los que nacieron para pensar por un lado, y los que nacieron
para ejecutar por el otro. Desde niños ya los mandaban a colegios
exclusivísimos donde incluso les decían todo el tiempo: “ustedes son los
que van a dirigir y gobernar este país”. Luego se formaban en ciertas
universidades creadas para tales fines que educarían a elite que
dirigiría el país. Ahora: ¿tú sabes quién echó a perder ese plan?
–Me lo puedo imaginar…
–El arañero de Sabaneta, ese muchachito que se crió en una casita de
techo de palma y piso de tierra que soñaba con ser beisbolista de las
Grandes Ligas y que vendía arañitas dulces por las calles de su pueblo:
Hugo Chávez Frías. Este hombre les echó a perder el programa a los
niñitos bien de Caracas.
–¿Qué modelo representa el candidato de la oposición en el abordaje de las cuestiones de género?
–Como mucho un modelo liberal-burgués, es decir, un liberalismo que
acepta la no discriminación de la mujer y que se trabaje por la
igualdad, siempre que esa igualdad no alcance la igualdad de clase ni la
étnica.
–¿Que fue el pantaletazo o bombachazo, como se diría en Argentina?
–Una barbaridad. Un acto que organizó Capriles dirigido a atraer a la
gente joven y sobre todo las muchachas, con un show de música y baile.
Al evento le dieron el frívolo nombre de Pantaletazo. Era para mujeres y
hombres, pero la mayoría de las invitadas eran muchachas jóvenes.
Pienso que es una manera de discriminarse y auto discriminarse.
–¿Por mucho que se cambien las leyes, en última instancia el gran cambio tiene que ser cultural?
–Así es. Ahora el cambio cultural pasa por enfrentar el patriarcado, que
se ha desarrollado como ideología en hombres y mujeres. Esto nos ha
determinado culturalmente por siglos, y si no estamos siempre pendientes
podemos caer fácilmente en esa cultura patriarcal. Es una cultura tan
introducida en nosotros y reproducida por tantos siglos que a veces no
podemos evitar cometer errores. Esta es una de las cosas que le estamos
planteando al Presidente. Nosotras somos anticapitalistas,
antiimperialista y también antipatriarcales. Las tres cosas deben ir
unidas. Si no trabajamos contra el patriarcado, el capitalismo se va a
reproducir ya que éste necesita del patriarcado.
–¿En qué se manifiesta en lo cotidiano la patriarcalidad?
–Muchos hombres dicen que comparten los postulados del feminismo, pero
después en su casa son un patriarca machista. Se supone que son hombres
de avanzada, democráticos, pero cuando llegan a su casa golpean a su
mujer, no necesariamente de manera física, pero plantean cosas como
“llego cansadísimo y en esta casa no hay comida… ¿Y tú dónde estabas?
¿En la reunión del Consejo Comunal? ¿Y qué hacías ahí si estos muchachos
parece que no tienen madre?”. El que dice eso es en teoría incluso un
revolucionario.
–He leído que el 70 por ciento de las vocerías de los Consejos
Comunales son mujeres. En cambio el 12 por ciento de los diputados y
diputadas son mujeres.
–Si, la mayoría de las vocerías son mujeres pero esto no quiere decir
que la mayoría de los máximos dirigentes de esos consejos sean mujeres.
Hay muchas porque es un trabajo no remunerado y las mujeres hemos sido
formadas para los trabajos no remunerados.
–También está el dato que entre 1995 a 2010 aumentó cantidad de
alcaldesas en un 63 por ciento. Y que en los 41 años de la llamada
Cuarta República hubo 27 ministras mientras que Chávez 13 años tuvo 38
mujeres en su gabinete.
–Así es, además la mayoría de los egresados universitarios son mujeres.
–¿Qué papel tuvieron las mujeres en la recuperación de la democracia durante el golpe de estado contra Chávez en 2002?
–Definitivo, si alguien salió a la calle a pelear por su presidente
fueron las mujeres, no solo como movimiento sino las mujeres en general,
organizadas o no. Hay un documental famoso sobre el golpe donde está el
testimonio muy fuerte de una mujer de la Parroquia del Valle que
reclama: “Yo quiero a Chávez, yo di mi voto por él ¿Por qué me lo van a
quitar?”. Esa es la figura de la mujer durante el golpe. O cuando se
retomó Venezolana de Televisión, que había sido clausurado por los
golpistas que ahora hablan de libertad de prensa. Mientras se retomaba
el Palacio de Miraflores y el Fuerte Tiuna, un grupo de mujeres del
barrio de Petare iba al frente de las personas que fueron a recuperar su
canal de televisión. Ellas entraron al canal e incluso algunas se
quedaron trabajando allí después.
–¿Hubo mujeres muertas durante el golpe?
–¡Claro!. Tomando en cuenta que el golpe se inicia con el episodio de
Puente Llaguno, ahí hay una mujer que cae baleada al lado de un
periodista y se va rodando sin que nadie supiera de donde venía la bala.
En ese puente –donde los chavistas fueron atacados por francotiradores–
hubo mujeres heridas de bala y todos los años ellas van a hacer un
homenaje junto a un monumento que hicieron allí. En ese puente se filmó
la manipulación de imágenes en la que a los muertos chavistas se los
hizo pasar por opositores mientras se mostraba a militantes del chavismo
disparándole a los francotiradores, haciendo creer que le disparaban a
opositores desarmados. Con eso se justificó el golpe de Estado. Entre
esas mártires había mujeres.
Por Julián Varsavsky
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