Proyecto: DICCIONARIO DEL PENSAMIENTO ALTERNATIVO II
Colonialidad
por Pablo Quintero (UBA - CONICET)
La
categoría colonialidad o colonialidad del poder designa al patrón
estructural de poder específico de la modernidad, originado a partir de la
conquista de América y la subsecuente hegemonía planetaria europea. Se compone históricamente a partir de la asociación
entre un sistema de dominación asentado en un entramado de relaciones sociales intersubjetivas, basadas en la
clasificación social jerárquica de la población mundial; y un sistema de
explotación, que consiste en la articulación de todas las formas conocidas de expropiación
del trabajo conocidas en una única estructura hegemonizada por el capitalismo. La colonialidad es, en este sentido, uno de
los elementos constitutivos del patrón global de poder capitalista.
La conceptualización de la colonialidad, supone que con la constitución de América, el emergente poder capitalista se hace mundial, sus centros hegemónicos se localizan en las zonas situadas sobre el Atlántico -que después se identificarán como Europa-, y como eje central de su nuevo patrón de dominación se establece la colonialidad (Quijano, 2000b). Según Aníbal Quijano (2000a) la colonialidad, se compone históricamente sobre la asociación estructural de dos ejes centrales que fueron constituyéndose a partir de la conquista de América, entre fines del siglo XV y principios del siglo XVI. El primero de estos ejes consiste, ante todo, en un sistema de dominación asentado en un entramado de relaciones sociales intersubjetivas, basadas en la clasificación social jerárquica de la población mundial, sostenida en la configuración y naturalización de la idea de “raza” (Quijano, 1993). La idea de raza como categoría central de la clasificación social colonial, desempeñará un papel medular dentro de las nuevas identidades geoculturales globales que se constituyeron históricamente con el colonialismo hispánico, articulándose posteriormente en una misma trama de estratificación social, con otras formas de clasificación basadas en la idea de clase y en las ideas de “género”/sexualidad, estas últimas son muy probablemente las modalidades más antiguas de clasificación social, pero fueron reconstituidas dentro de un nuevo marco de sentidos asociados a la colonialidad (Quijano, 2000a).
Es en este sentido que la de idea de raza y el complejo ideológico del racismo, impregnan todos y cada uno de los ámbitos de existencia social y constituyen la más profunda y eficaz forma de dominación social, material e intersubjetiva (Quijano, 2001), por ende la naturalización de la idea de raza y sus concomitantes ha dispuesto que la posición subalterna de las poblaciones derrotadas en el conflicto histórico de la conquista -y las subsecuentemente sometidas por el específico e histórico patrón de poder de la colonialidad- sea considerada no como el resultado de un conflicto de poder sino como la derivación lógica de una inferioridad esencial en su naturaleza.
El segundo eje estructural de la colonialidad, está compuesto por un sistema de explotación que se gestó en el mismo movimiento histórico de producción y de control de subjetividades que da origen a los ejercicios clasificatorios descritos en el primer eje. En este sentido, con la conquista de América, comienza a constituirse paralelamente un nuevo sistema de control del trabajo, que consiste en la articulación de todas las formas de explotación conocidas hasta entonces (esclavitud, servidumbre, pequeña producción mercantil, etc.), en una única estructura heterogénea de producción de mercancías para el mercado mundial, alrededor de la hegemonía del capitalismo (Quijano, 2001). El capitalismo se desarrolló desintegrando a todas las antiguas modalidades societales de trabajo, absorbiendo y redefiniendo todos los fragmentos estructurales anteriores que le fueran útiles, al tiempo que generalizaba la mercantilización de todos los procesos sociales de producción y distribución. Debido a su propio carácter, el capitalismo ha articulado históricamente diferentes formas de explotación desarrolladas en las más diversas latitudes, configurando un único orden mundial encarnado en el control global del trabajo.
Asociados a estos dos ejes de la colonialidad, se yerguen dos procesos constitutivos fundamentales y conexos, a saber: el establecimiento de un nuevo sistema de control generalizado de la autoridad colectiva (o pública) que girará paulatinamente en torno a la hegemonía del Estado (Quijano, 2001) en asociación con la progresiva configuración de un sistema de Estados conformados por los dominadores del actual patrón de poder, del cual serán excluidas las poblaciones subalternas, al menos hasta bien entrado el siglo XIX. En asociación directa al proceso anterior, se funda un nuevo sistema de producción y control de las relaciones (inter)subjetivas que fue elaborado y sistematizado a mediados del siglo XVII en Europa, como parte del eurocentramiento del patrón de poder moderno/colonial, y que puede ser denominado como eurocentrismo (Quijano, 1997).
El eurocentrismo está caracterizado por un conjunto de imaginarios sociales y de perspectivas de conocimiento, dependientes tanto de las exigencias del capitalismo, como de la necesidad de los colonizadores de perpetuar y naturalizar su dominación. Esto ha incluido históricamente la apropiación de los logros intelectuales e incluso tecnológicos de los colonizados (Quijano, 1993). No obstante, el rasgo más potente del eurocentrismo ha sido un modo de imponer sobre los dominados un espejo distorsionante que les obligará, en adelante, a verse con los ojos del dominador, bloqueando y encubriendo la perspectiva histórica y cultural autónoma de los dominados bajo ese patrón de poder. Debe notarse que el concepto de colonialidad difiere de la noción de “colonialismo”. Colonialismo designa una relación política y económica, en la cual la soberanía de un pueblo reside en el poder de otro pueblo o nación que explota la naturaleza y productos del trabajo de los colonizados. En contraposición a esto, la colonialidad se refiere a un patrón de poder que emergió como resultado del colonialismo moderno, pero que en lugar de estar limitado a una relación de poder entre dos pueblos o naciones, más bien da cuenta de la forma como el trabajo, el conocimiento, la autoridad y las relaciones intersubjetivas se articulan entre sí a través del mercado capitalista mundial y de la diferencia colonial (Mignolo, 2003).
Así, pues, aunque el colonialismo precede temporalmente a la colonialidad, esta última, en tanto patrón de poder, sobrevive al colonialismo. En este mismo sentido, la categoría colonialidad no designa simplemente a una “herencia” colonial sino más bien al modelo estructural de dominación, explotación y conflicto originado con el colonialismo global europeo, pero reconfigurado constantemente durante el largo tiempo histórico de la modernidad. Por ende, se habla de un patrón de poder, en tanto que sistema ordenador y acumulativo de las relaciones sociales en la trama histórica de América Latina. De esta manera, la emancipación latinoamericana del siglo XIX desmanteló al colonialismo pero no a la colonialidad. La colonialidad sigue siendo el elemento central de la estructuración de la sociedad, ya que tanto sus ejes centrales, como sus dinámicas de dominación, explotación y conflicto, siguen (re)produciendo las modalidades de existencia social en América Latina. Los orígenes de la categoría colonialidad remiten directamente a las investigaciones y propuestas teóricas del sociólogo peruano Aníbal Quijano, progenitor de la noción en América Latina. A inicios de la década de los ´90 Quijano propone el término en un texto individual (Quijano, 1991) y en un escrito en conjunto con Immanuel Wallerstein (Quijano y Wallerstein, 1992).
En sus publicaciones subsiguientes Quijano ampliará y reformulará la categoría, articulándola con sus propuestas teóricas. La idea de colonialidad es por ende indisociable de los modelos analíticos de Quijano, particularmente de su teoría sobre el poder (Quijano, 2000a y 2001), de sus estudios sobre la dominación cultural (Quijano, 1980 y 1997) y de sus formulaciones sobre la heterogeneidad estructural de América Latina (Quijano, 1988 y 1990). En las elaboraciones de Quijano el concepto colonialidad y colonialidad del poder son permutables, no así en las producciones posteriores de otros autores. En la última década se ha generado una honda expansión de la categoría y de sus usos, siendo esgrimida actualmente de muy diversas formas incluso más allá de América Latina. El uso más extendido y significativo de la propuesta de la colonialidad está ligado a lo que se ha conocido como el “proyecto modernidad/colonialidad/ decolonialidad” que reúne a un conjunto heterogéneo de
intelectuales-activistas latinoamericanos en torno al debate sobre estas
problemáticas (Escobar, 2005). Desde allí, se han propuesto distintos usos y
flexiones del término colonialidad con
el fin de profundizar y enfocar diferentes ámbitos o problemáticas; entre las flexiones
más extendidas de la noción se encuentran: colonialidad del saber, colonialidad
del ser y colonialidad de la naturaleza.
Fuentes: Escobar, Arturo (2005) Más allá del tercer mundo. Universidad de Cauca, Bogotá.- Mignolo, Walter (2003) Historias locales / diseños globales. Akal, Madrid.- Quijano, Aníbal (1980) Dominación y cultura. Lo cholo y el conflicto cultural en el Perú. Mosca Azul, Lima.- Quijano, Aníbal (1988) Modernidad, identidad y utopía en América Latina. Sociedad y Política, Lima.- Quijano, Aníbal (1990) “La nueva heterogeneidad estructural de América Latina”, Hueso Húmero, 26, Lima.- Quijano, Aníbal (1992) “Colonialidad y modernidad/racionalidad”, Perú Indígena, 13 (29), Lima.- Quijano, Aníbal (1993) “Raza, etnia y nación en Mariátegui: cuestiones abiertas”, en R. Forgues (Ed) José Carlos Mariátegui y Europa. Amauta, Lima.- Quijano, Aníbal (1997) “Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina”, Anuario Mariateguiano, 9 (9), Lima.- Quijano, Aníbal (2000a) “Colonialidad del poder y clasificación social”, Journal of World-System Research, 11 (2), Riverside.- Quijano, Aníbal (2000b) “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”, en E. Lander (Comp) La colonialidad del saber. CLACSO, Buenos Aires.- Quijano, Aníbal (2001) “Colonialidad del poder, globalización y democracia”, en AAVV Tendencias básicas de nuestra época. Instituto Pedro Gual, Caracas.- Quijano, Aníbal e Immanuel Wallerstein (1992) “La americanidad como concepto, o América en el moderno sistema mundial”, Revista Internacional de Ciencias Sociales, 134, Paris.
(http://www.cecies.org/La conceptualización de la colonialidad, supone que con la constitución de América, el emergente poder capitalista se hace mundial, sus centros hegemónicos se localizan en las zonas situadas sobre el Atlántico -que después se identificarán como Europa-, y como eje central de su nuevo patrón de dominación se establece la colonialidad (Quijano, 2000b). Según Aníbal Quijano (2000a) la colonialidad, se compone históricamente sobre la asociación estructural de dos ejes centrales que fueron constituyéndose a partir de la conquista de América, entre fines del siglo XV y principios del siglo XVI. El primero de estos ejes consiste, ante todo, en un sistema de dominación asentado en un entramado de relaciones sociales intersubjetivas, basadas en la clasificación social jerárquica de la población mundial, sostenida en la configuración y naturalización de la idea de “raza” (Quijano, 1993). La idea de raza como categoría central de la clasificación social colonial, desempeñará un papel medular dentro de las nuevas identidades geoculturales globales que se constituyeron históricamente con el colonialismo hispánico, articulándose posteriormente en una misma trama de estratificación social, con otras formas de clasificación basadas en la idea de clase y en las ideas de “género”/sexualidad, estas últimas son muy probablemente las modalidades más antiguas de clasificación social, pero fueron reconstituidas dentro de un nuevo marco de sentidos asociados a la colonialidad (Quijano, 2000a).
Es en este sentido que la de idea de raza y el complejo ideológico del racismo, impregnan todos y cada uno de los ámbitos de existencia social y constituyen la más profunda y eficaz forma de dominación social, material e intersubjetiva (Quijano, 2001), por ende la naturalización de la idea de raza y sus concomitantes ha dispuesto que la posición subalterna de las poblaciones derrotadas en el conflicto histórico de la conquista -y las subsecuentemente sometidas por el específico e histórico patrón de poder de la colonialidad- sea considerada no como el resultado de un conflicto de poder sino como la derivación lógica de una inferioridad esencial en su naturaleza.
El segundo eje estructural de la colonialidad, está compuesto por un sistema de explotación que se gestó en el mismo movimiento histórico de producción y de control de subjetividades que da origen a los ejercicios clasificatorios descritos en el primer eje. En este sentido, con la conquista de América, comienza a constituirse paralelamente un nuevo sistema de control del trabajo, que consiste en la articulación de todas las formas de explotación conocidas hasta entonces (esclavitud, servidumbre, pequeña producción mercantil, etc.), en una única estructura heterogénea de producción de mercancías para el mercado mundial, alrededor de la hegemonía del capitalismo (Quijano, 2001). El capitalismo se desarrolló desintegrando a todas las antiguas modalidades societales de trabajo, absorbiendo y redefiniendo todos los fragmentos estructurales anteriores que le fueran útiles, al tiempo que generalizaba la mercantilización de todos los procesos sociales de producción y distribución. Debido a su propio carácter, el capitalismo ha articulado históricamente diferentes formas de explotación desarrolladas en las más diversas latitudes, configurando un único orden mundial encarnado en el control global del trabajo.
Asociados a estos dos ejes de la colonialidad, se yerguen dos procesos constitutivos fundamentales y conexos, a saber: el establecimiento de un nuevo sistema de control generalizado de la autoridad colectiva (o pública) que girará paulatinamente en torno a la hegemonía del Estado (Quijano, 2001) en asociación con la progresiva configuración de un sistema de Estados conformados por los dominadores del actual patrón de poder, del cual serán excluidas las poblaciones subalternas, al menos hasta bien entrado el siglo XIX. En asociación directa al proceso anterior, se funda un nuevo sistema de producción y control de las relaciones (inter)subjetivas que fue elaborado y sistematizado a mediados del siglo XVII en Europa, como parte del eurocentramiento del patrón de poder moderno/colonial, y que puede ser denominado como eurocentrismo (Quijano, 1997).
El eurocentrismo está caracterizado por un conjunto de imaginarios sociales y de perspectivas de conocimiento, dependientes tanto de las exigencias del capitalismo, como de la necesidad de los colonizadores de perpetuar y naturalizar su dominación. Esto ha incluido históricamente la apropiación de los logros intelectuales e incluso tecnológicos de los colonizados (Quijano, 1993). No obstante, el rasgo más potente del eurocentrismo ha sido un modo de imponer sobre los dominados un espejo distorsionante que les obligará, en adelante, a verse con los ojos del dominador, bloqueando y encubriendo la perspectiva histórica y cultural autónoma de los dominados bajo ese patrón de poder. Debe notarse que el concepto de colonialidad difiere de la noción de “colonialismo”. Colonialismo designa una relación política y económica, en la cual la soberanía de un pueblo reside en el poder de otro pueblo o nación que explota la naturaleza y productos del trabajo de los colonizados. En contraposición a esto, la colonialidad se refiere a un patrón de poder que emergió como resultado del colonialismo moderno, pero que en lugar de estar limitado a una relación de poder entre dos pueblos o naciones, más bien da cuenta de la forma como el trabajo, el conocimiento, la autoridad y las relaciones intersubjetivas se articulan entre sí a través del mercado capitalista mundial y de la diferencia colonial (Mignolo, 2003).
Así, pues, aunque el colonialismo precede temporalmente a la colonialidad, esta última, en tanto patrón de poder, sobrevive al colonialismo. En este mismo sentido, la categoría colonialidad no designa simplemente a una “herencia” colonial sino más bien al modelo estructural de dominación, explotación y conflicto originado con el colonialismo global europeo, pero reconfigurado constantemente durante el largo tiempo histórico de la modernidad. Por ende, se habla de un patrón de poder, en tanto que sistema ordenador y acumulativo de las relaciones sociales en la trama histórica de América Latina. De esta manera, la emancipación latinoamericana del siglo XIX desmanteló al colonialismo pero no a la colonialidad. La colonialidad sigue siendo el elemento central de la estructuración de la sociedad, ya que tanto sus ejes centrales, como sus dinámicas de dominación, explotación y conflicto, siguen (re)produciendo las modalidades de existencia social en América Latina. Los orígenes de la categoría colonialidad remiten directamente a las investigaciones y propuestas teóricas del sociólogo peruano Aníbal Quijano, progenitor de la noción en América Latina. A inicios de la década de los ´90 Quijano propone el término en un texto individual (Quijano, 1991) y en un escrito en conjunto con Immanuel Wallerstein (Quijano y Wallerstein, 1992).
En sus publicaciones subsiguientes Quijano ampliará y reformulará la categoría, articulándola con sus propuestas teóricas. La idea de colonialidad es por ende indisociable de los modelos analíticos de Quijano, particularmente de su teoría sobre el poder (Quijano, 2000a y 2001), de sus estudios sobre la dominación cultural (Quijano, 1980 y 1997) y de sus formulaciones sobre la heterogeneidad estructural de América Latina (Quijano, 1988 y 1990). En las elaboraciones de Quijano el concepto colonialidad y colonialidad del poder son permutables, no así en las producciones posteriores de otros autores. En la última década se ha generado una honda expansión de la categoría y de sus usos, siendo esgrimida actualmente de muy diversas formas incluso más allá de América Latina. El uso más extendido y significativo de la propuesta de la colonialidad está ligado a lo que se ha conocido como el “proyecto modernidad/colonialidad/
Fuentes: Escobar, Arturo (2005) Más allá del tercer mundo. Universidad de Cauca, Bogotá.- Mignolo, Walter (2003) Historias locales / diseños globales. Akal, Madrid.- Quijano, Aníbal (1980) Dominación y cultura. Lo cholo y el conflicto cultural en el Perú. Mosca Azul, Lima.- Quijano, Aníbal (1988) Modernidad, identidad y utopía en América Latina. Sociedad y Política, Lima.- Quijano, Aníbal (1990) “La nueva heterogeneidad estructural de América Latina”, Hueso Húmero, 26, Lima.- Quijano, Aníbal (1992) “Colonialidad y modernidad/racionalidad”, Perú Indígena, 13 (29), Lima.- Quijano, Aníbal (1993) “Raza, etnia y nación en Mariátegui: cuestiones abiertas”, en R. Forgues (Ed) José Carlos Mariátegui y Europa. Amauta, Lima.- Quijano, Aníbal (1997) “Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina”, Anuario Mariateguiano, 9 (9), Lima.- Quijano, Aníbal (2000a) “Colonialidad del poder y clasificación social”, Journal of World-System Research, 11 (2), Riverside.- Quijano, Aníbal (2000b) “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”, en E. Lander (Comp) La colonialidad del saber. CLACSO, Buenos Aires.- Quijano, Aníbal (2001) “Colonialidad del poder, globalización y democracia”, en AAVV Tendencias básicas de nuestra época. Instituto Pedro Gual, Caracas.- Quijano, Aníbal e Immanuel Wallerstein (1992) “La americanidad como concepto, o América en el moderno sistema mundial”, Revista Internacional de Ciencias Sociales, 134, Paris.
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