lunes, 22 de octubre de 2012
Edgardo Lander: "La capacidad del sistema financiero de imponer condiciones a los estados reduce la democracia"
Por PABLO MONTANARO
Neuquén > Hace algo más de dos años el sociólogo venezolano Edgardo Lander aventuraba que quizás el capitalismo sea el fin de la vida humana. Días atrás estuvo en la ciudad de Neuquén donde fue uno de los conferencistas del Encuentro Internacional del Colectivo Modernidad/Colonialidad, evento organizado por la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue y el Centro de Estudios y Actualización en Pensamiento Político, Decolonialidad e Interculturalidad. En esa oportunidad, este profesor de 70 años y titular de Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela centralizó su disertación sobre la actual crisis civilizatoria y el análisis sobre el futuro, tema sobre los que conversó con La Mañana de Neuquén.
¿Cuáles son los factores que lo llevan a sostener que estamos viviendo una crisis civilizatoria?
Hay una profunda crisis civilizatoria que se ha hecho hegemónica en el planeta y sigue profundizándose la lógica del “buen vivir” y un imaginario de qué se entiende por vivir bien o felicidad del bienestar que está asociada a la acumulación de bienes materiales. De forma tal que hay una expectativa de que pueda haber una abundancia material continuada sin fin. Y existe, en términos muy básicos, una contradicción entre el hecho de que el planeta es limitado y un crecimiento sin fin.
Si el planeta es limitado en términos de su capacidad productora de vida, en su cantidad de agua, en su capacidad productora de las condiciones que hacen posible la vida, obviamente para tener una existencia continuada en el planeta hay que aprender a vivir dentro de esos límites, si no aprendemos a vivir dentro de esos límites y seguimos en esta carrera desenfrenada y destructiva, entonces nos encontramos en la imposibilidad de continuar.
¿Por qué sucede esto?
En primer lugar, en una forma que en las últimas décadas se ha acelerado extraordinariamente, la emisión de gases de efecto invernadero, por ejemplo, cualquier medida que uno tome de cualquier cosa, obviamente el salto ha sido muy extraordinario, precisamente en tiempos en que se reconoce que esto está pasando porque antes no se problematizaba, pero hoy no sólo se problematiza sino que se documenta, y sin embargo no se presentan medidas. Y en segundo lugar está ocurriendo en condiciones de extrema y creciente desigualdad. Por lo tanto, esta combinación de destrucción y eventos catastróficos climáticos cada vez más frecuentes, procesos de desertificación que hacen imposible la reproducción de la agricultura en comunidades campesinas de millones de personas, junto con esta desigualdad creciente hace que también estemos en un mundo más militarizado, más violento y esto no es sostenible.
En otras palabras, los indicadores del agotamiento de la actual civilización de modelo productivista están a simple vista. Está documentado de manera muy amplia el hecho de que la capacidad de carga del planeta está siendo explotada más allá de su capacidad de recuperación.
Hoy diversas organizaciones no gubernamentales, poblaciones, entre otras, denuncian y enfrentan esta situación, ¿cuál es la perspectiva de una posible salida a estas problemáticas?
La preocupación principal es si lograremos tener tiempo para detener esta maquinaria destructiva antes de que nos devore. Hay, efectivamente, resistencia campesina, indígena. Por otra parte, estos procesos destructivos son todos territoriales, ocurren en algún lugar, no es una cosa abstracta, y en los territorios hay gente. Y en múltiples y diversos territorios se está produciendo una resistencia. Resistencia a la minería a cielo abierto, resistencia al petróleo, resistencia a la destrucción de los glaciares, resistencia al glifosato. Resistencias que de algún modo van generando la capacidad de frenar esa maquinaria desbordada, como si fuera una locomotora sin conductor que sigue acelerando, y la exigencia ética de la vida pasa por detenerla.
Sin duda que la crisis que vive Europa ha profundizado esta realidad.
La crisis en Europa está muy vinculada por varias cuestiones. Primero, porque en el emparentamiento histórico que hubo entre la democracia liberal y el capitalismo, sobre todo en Europa, y con el Estado de bienestar social, esa fue una posibilidad histórica de un momento muy peculiar de la historia que tuvo que ver con una fase en la cual Europa occidental logró apropiarse de la capacidad productiva, de bienes y de trabajo del conjunto del planeta en una forma profundamente desigual.
Entonces, en una sociedad de abundancia relativa fue posible construir una sociedad más democrática, más equitativa, se construyó el Estado de bienestar social, una cultura de derecho en relación a educación, salud. En los reacomodos que se están dando actualmente, la capacidad de estos países de seguirse apropiando tan desigualmente de la capacidad de carga del planeta dejó de ser real. Por lo tanto, entramos en una situación en donde hay que repensar la abundancia y repensar en la restricción, y en esas condiciones se está produciendo una reacción antidemocrática.
¿Cómo es esto?
La forma de los sistemas políticos, sobre todo europeos, es muy violenta, es una situación en la cual la capacidad del sistema financiero de la banca de imponer condiciones a los estados va reduciendo la democracia que la está convirtiendo en una farsa. No es que hay un análisis crítico de alguna revista especializada sino que un presidente dice: “Tomamos esta medida porque fue exigida por los mercados”.
¿Y América Latina cómo se prepara en el marco de esta resistencia?
Lamentablemente en esta década progresista de cambios en América Latina el tema del modelo productivo como tal no ha estado en el centro del debate como debería haber estado. El extractivismo y la lógica primaria exportadora del mercado internacional en todos los países de derecha y de izquierda se ha acentuado en diferentes productos. En el caso de la Argentina la soja, en otros países la minería, en Venezuela el petróleo.
Hay una tendencia a aprovechar la coyuntura internacional de una demanda china muy acelerada con una elevación de precios. Pero esa oportunidad lo que está reafirmando es una lógica que hace mucho más difícil después salir de ella. Porque el extractivismo y el rentismo no son sólo son fenómenos económicos, sino políticos, culturales, institucionales y de una lógica de sentido común compartido, de un establecimiento de inmensas inversiones de hiperestructuras que quedan en el tiempo y obligan a seguir utilizando.
Se están tomando decisiones que parecerían coyunturales pero no lo son, sino que son decisiones que terminan teniendo impacto a muy largo plazo. En la Argentina, a medida que haya una continuidad del modelo de la soja transgénica se empiezan a ver los efectos más amplios de glifosato y en que la producción de alimentos empieza a verse reducida porque es más rentable producir soja que cualquier otra cosa.
Su visión es pesimista.
Uno no gana nada con un optimismo florido, uno no gana nada en no reconocer los problemas porque los problemas están, los queramos ver o no. Diagnosticar con acidez los problemas forma parte de reconocer la necesidad de acción, de articulación, de cooperación y de divulgación, de cambio cultural, y desde mi punto de vista le coloca la adecuada urgencia. Tenemos problemas de urgencia porque no es sólo las cosas que habría que hacer sino lo que habría que hacer de forma urgente.
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