En el país más poblado del mundo el Partido Comunista chino prepara su XVIII Congreso en un contexto de incertidumbre sobre sus tasas de crecimiento, purgas internas y fuertes ajustes en el campo político y económico, que perfilan serias dificultades en una organización otrora monolítica.
La fecha de este XVIII Congreso del PCCH no se ha dado a conocer aún, lo que revela a ojos de los analistas sobre la cerrada política china, la sorda pugna que se vive entre las distintas tendencias del PCCH, sobre en el ámbito de la alta dirección política. Elemento que ha quedado al desnudo con la segura expulsión de la legislatura de Bo Xilai, ex jefe del partido en la Municipalidad de Chongqing, Hijo del Mariscal Bo Yibo, uno de los fundadores de la República Popular China junto a Mao Zedong, Xilai se encuentra recluido en un lugar secreto mientras ha comenzado una purga de mayor alcance en el núcleo cercano a Jiang Zemin, ex Secretario general del partido Comunista Chino hasta el año 2003 y considerado el padre político y protector de Xilai.
Bo Xilai es considerado el principal líder de la facción maoísta del Partido Comunista Chino y una de las figuras emergentes del alicaído partido y que a sus 63 años sonaba fuerte como uno de los más probables miembros del Comité Permanente del Politburó, el órgano de dirección colegiada del PCCH. El carisma de Bo y su cercanía a Jiang Zemin, lo llevó a enfrentar a la alta dirección del PCCH dirigido por Hu Jintao, que es parte del contexto que explica su caída en desgracia, en momentos que la pugna ideológica en el seno de la gerontocracia comunista está a plenitud.
La expulsión de Xilai no sólo obedece a razones de enfrentamiento ideológico con la nomenklatura de la organización partidista, sino también a la comprobación de aquellas acusaciones respecto a prácticas de corrupción que implicaba extorsión, tortura y eliminación de empresarios de la ciudad de Chongqing para quedarse con sus fortunas en el marco de un supuesto combate contra la mafia. A ello se une el juicio que enfrentó la esposa de Xilai, la procesada Gu Kailai acusada de asesinar al empresario inglés Neil Heywood, que determinó ser sentenciada a pena de muerte suspendida, que permite conmutar la pena capital por una de prisión a lo largo de un período de tiempo determinado si se comprueba buen comportamiento.
El escándalo que tiene hoy a Gu Kilai en prisión, a Bo Xilai fuera del partido y una revisión de los nombres que podrían formar parte del XVIII Congreso se desató a principios de año cuando Wang Lijun, vicealcalde de Chogqing y ex jefe de la Policía de esa Municipalidad –que cubre un área de 82 mil kilómetros cuadrados y tiene 32 millones de habitantes; solicitó asilo en el consulado de Estados Unidos en la ciudad de Chengdu denunciando malas prácticas políticas y corrupción por parte de su jefe y los vínculos existentes entre la muerte de Heywood– un amigo de la familia y de quien se sospechaba relaciones económicas corruptas –
El caso Lijun puso en el tapete la compleja transición que está experimentado la política china y en especial su partido único y la trastienda de luchas y pugnas que se viven en su interior. Las autoridades centrales en Beijing se vieron obligadas a intervenir lo que permitió a Hu Jintao tener un mecanismo de poner en el ojo del huracán a Xilai y negarle así la posibilidad de acceder al máximo órgano dirigencial chino. Se sospecha que detrás de esta intríngulis política se encuentra no sólo Jintao, sino también Wang Yang, secretario general del PCCH en Guangdon, quien también e un serio aspirante a entrar al comité del politburó.
EL FACTOR ECONÓMICO
Para el cientista político Mario Silva entender la situación política china es conjugarla con las dificultades económicas que se están experimentando, sobre todo con la crisis de la Unión Europea y la desaceleración en gran parte del mundo desarrollado "el proceso de reformas en China, con toda la liberalización experimentada en la última década hay que entenderla a la par del desarrollo del conservadurismo político. Esto, como una manera de proteger al orientación respecto a que desarrollo económico no puede ser asimilado a una pérdida del control político ejercido por el PCCH, que si no se piensa y actúa así puede significar unja pérdida de la estabilidad y el férreo dominio que ese partido ejerce sobre todos los aspectos de la vida china. Aquí se da la máxima que quien controla el PCCH controla el proceso que se definirá en el XVIII Congreso pero, tan importante como ello es constatar que quien controla la economía terminará controlando también al sistema unipartidista más grande del mundo”.
Las autoridades chinas en un proceso de creciente desaceleración de su economía, han señalado que su tasa de crecimiento para este año será de un 7.5% que está bajo la cifra "mágica” del 8% necesaria para absorber los índices de desocupación, con la necesidad también de reducir la inflación a un 3,2%. La cifra de crecimiento da cuenta realista de la caída en las exportaciones a una Unión Europea en crisis que ha significado una caída del 18% de sus exportaciones a ese continente, como también la decisión de reducir sus importaciones de países emergentes – entre ellos Chile, principalmente en materias primas – Esta realidad, según señala el analista Guillermo Almeyra está influenciada por "la conciencia de las autoridades chinas, que es necesario reforzar el mercado interno chino, amentando y consolidando los ingresos de sus ciudadanos, para que el país no esté demasiado expuesto a los vaivenes del mercado mundial. En efecto, en el PIB chino, el consumo interno representa ahora sólo entre el 30 y el 40%, a diferencia de Estados Unidos donde llega al 70%”.
Los análisis respecto al desarrollo chino y las actuales dificultades vividas, entre ella la sorda pugna política tiene una explicación plausible en un crecimiento económico del 9.5% en la última década que trajo consigo: escasez relativa, encarecimiento de la mano de obra, fuga de multinacionales a países más económicos como Thailandia y Vietnam, dando también campo libre a la especulación inmobiliaria, la corrupción y las arbitrariedades de las autoridades políticas locales, donde el caso Bo Xilai es un ejemplo.
China enfrenta hoy peligros no sólo para su estabilidad interna tras las luchas intestinas que se dan en su seno partidario, sino también peligros en su política externa en la lucha por la supremacía con la superpotencia hegemónica hoy, como es estados Unidos. A Washington no le preocupa tanto que China logre superávit comercial o tenga un PIB que llegue a superar el propio sino que el afán de Beijing de proyectarse globalmente a través de su intervención en áreas como África, Latinoamérica y Medio Oriente donde la chequera China se abre generosa.
El analista Xulio Rios Director del Observatorio de la política China sostiene que "todas las presiones de Estados Unidos a China se orientan a asegurar su propio estatus hegemónico y para ello, no sólo intenta atrae a China a una carrera armamentista, interviniendo en los embrollos con sus vecinos en las aguas próximas o tratará de entorpecer la viabilidad de sus alianzas exteriores, sino también presionar sobre sus procesos internos echando mano de los argumentos tradicionales: Tibet, Xinjiang, derechos Humanos entre otros. Como también valiéndose de las mismas armas utilizadas por China prioritariamente, es decir la economía, incluyendo la presión sobre el Yuan”. La presión en lo militar ya se ha dejado sentir, como parte de las grandes maniobras previas al XVIII Congreso del PCCH. Le Monde señala que China dedicará en este año en materia de reforzamiento de sus Fuerzas Armadas –con 25 años de retraso respecto a estados Unidos– el 11,5% de su PIB lo que implica cuatro puntos más que su crecimiento proyectado. Todo ello en momentos que Washington en clara advertencia ha reforzado sus bases militares en Australia, Thailandia, Filipinas y Singapur.
Para Ríos entender ese contexto externo permite dimensionar las dificultades en el plano interno "un proceso como el que se avizora, llevado a cabo bajo los contornos de la arquitectura política actual no solo devendrá en resistencias internas de la propia burocracia, hasta ahora usufructuaria indiscutible de los bienes públicos sin apenas control cívico, sino también podría agravar las contradicciones sociales hasta el punto de afectar seriamente a la estabilidad. La vulnerabilidad en materia de corrupción, el auge de las redes sociales y las dificultades para imponer la censura, una movilización ciudadana creciente y la ausencia de mecanismos de mediación social constituyen hipotecas de difícil gestión. Dicho contexto podría abrir posibilidades para un nuevo gradualismo en lo político con cambios de estilo y de métodos que mantendrían el curso contradictorio entre la apertura y la obsesión por el control con la necesidad de superar sus dificultades internas, que reclaman la formulación de otro discurso capaz de afrontar las carencias estructurales en el orden económico, social, tecnológico, ambiental y político”
China vive hoy una lucha, en ocasiones soterrada, en otras abierta y feroz en el plano político mientras las distintas posiciones ideológicas al interior del PCCH tratarán de colocar sus mejores nombres pero, lo claro es que si el gigante asiático no genera reformas políticas urgentes, profundas, sobre todo en el ámbito del funcionamiento del Partido-Estado se avecinan tiempos duros y trágicos. Así lo ha señalado el propio primer Ministro Chino Wen Jiabao, quien evocando hechos históricos de la China moderna – para acelerar las reformas que se deben dar sí o sí en el XVIII Congreso afirmó "La reforma ha alcanzado una fase crítica. Sin el éxito de la reforma política, no es posible llevar a cabo reformas económicas. Los logros que hemos alcanzado podrían perderse (…), nuevos problemas que han surgido en la sociedad china no serán resueltos y podría volver a ocurrir una tragedia histórica como la Revolución Cultural”.
Tal situación, de llegar a concretarse implicaría una rebelión sin freno alguno contra la burocracia estatal – y en ello, lógicamente el PCCH. El propio Jintao, en una declaración sorprendente, viniendo de un dirigente del país donde el partido único representa el control y el poder afirmó que "como lo demuestra la rebelión en los países árabes, la lucha por la democracia es legítima e imparable” Tal vez allí se encuentren las luces para entender la purga a Bo Xilai en Chongquing.
China está en una encrucijada. Las tres gargantas, el Yangtzé, la monumentalidad de este país resulta una pequeñez frente a los desafíos que enfrenta para seguir siendo sostén de estabilidad para 1.350 millones de habitantes, un país que busca su lugar como potencia hegemónica no sólo en el plano regional y que tendrá próximamente su XVIII Congreso del PCCH que mostrará la real cara de aquellos que hoy, escudaos en las sombras del Comité Permanente del Politburó y sus nueve miembros, el Buró político conformado por 24 miembros que aspiran en su lucha permanente a ocupar uno de los nueve sillones del comité Permanente y un Comité Central, conformado por 300 miembros que representan los alfiles de los comités más poderosos.
En toda esa intríngulis, Bo Xilai parece haber perdido la batalla y con ello los planes del grupo filomaoista de Jiang Zemin, a manos del grupo de personajes liderados por Hu Jintao que desea acrecentar el proceso de reformas políticas y económicas para hacer de China un país más competitivo -a lo menos en el discurso-. El menú está servido y los comensales se preparan a desmenuzar la carta.
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