En una tácita pero evidente derrota frente a los descontentos y manifestaciones sociales, el presidente Ollanta Humala ha retrocedido en toda la línea en su discurso, sus ministros y sus medidas de los últimos 8 meses, caracterizadas por el enfoque descalificador de la oposición popular, su criminalización y represión.
El nuevo gabinete es de hecho un nuevo viraje en apenas un año de gobierno. Inicialmente, los primeros 5 meses, progresista y dialogante, con el premier Lerner a la cabeza. Luego, los segundos 8 meses, conservador, criminalizador y represivo, con Valdés a la cabeza. Ahora, nuevamente un intento de viraje al progresismo y el diálogo con Juan Jiménez a la cabeza.
El destino del nuevo gabinete es incierto, pero es claro que asume un gobierno cuyo balance del primer año está en números rojos, en cualquier caso, difíciles de revertir. En primer lugar, porque estos sucesivos virajes hacen evidente una dolorosa incapacidad política y una profunda falta de compromiso real con un proyecto de país, cualquiera que éste sea, por parte de la pareja presidencial. El propio presidente ha socavado enormemente su credibilidad, hoy habla de "no más muertos” y "de diálogo primero”, ayer no más hablaba de "4 activistas ideológicos extremistas”, "orden” por sobre todas las cosas, y amenazaba a los descontentos con "atenerse a las consecuencias”.
Lo más decisivo, sin embargo, es que se trata de un viraje que aparece innecesariamente tarde y como producto de una nítida derrota e imposición popular, que costó 17 muertos. El hecho de que hasta ahora, a varios días de publicado el nuevo gabinete, éste sólo ha recibido muestras de "respaldo", "expectativas" y "alegría" de los grandes gremios empresariales: CCL, Perucámaras, y ADEX, habla por sí solo de cómo está la situación y de cómo los sectores populares cuya confianza se pretende recuperar con el nuevo gabinete se mantienen escépticos y, antes que nada, conscientes de su arrolladora victoria sobre el gabinete Valdés, que vino a confirmar, ahora en las calles y plazas, su victoria en las urnas electorales de abril del año pasado.
Quienes han unido su suerte política a la pareja presidencial pueden brevemente respirar aliviados ante el término momentáneo de la debacle política, que objetivamente los ha hecho compartir su descrédito político y pérdida de apoyo popular. Contradictoriamente, sin embargo, el nuevo viraje los deja sin piso, y convertidos en agentes políticos sin ideas ni opinión propia. Ayer defendían resueltamente o guardaban silencio ante el enfoque represivo, ahora, sin inmutarse, defienden el viraje hacia el enfoque contrario, dialogante (una especie de versión: "17 muertos para atrás, un gabinete para adelante" de Lenin). Los vergonzosos alineamientos públicos con la política represiva ahora derrotada por los sectores populares, exigida en el peor momento por la pareja presidencial, han dejado claro de manera indiscutible que los seguidores políticos del gobierno son, y sólo pueden ser, necesariamente, un apéndice, una correa de trasmisión, que ha de seguir sus veleidades y virajes en todo momento.
Por el contrario, quienes como Veronika Mendoza, se mantuvieron claros y comprometidos con un proyecto de país bien definido, han resultado vencedores. Demostraron de la manera más pública y concreta posible, ya que el gobierno finalmente ha hecho todo lo que ellos decían que se debía hacer, que tenían razón en toda la línea.
Pero más importante aún, que representan un liderazgo nuevo con ideas y opinión bien definidas y creíbles, y que su lealtad está, antes que nada, con sus electores y sus compromisos electorales en los que auténticamente creen, aún a costa de las bajasdescalificaciones y venganzas partidarias y estatales que debieron pagar por esa lealtad. Toda una novedad en un país acostumbrado hasta ahora a la política del arribismo y la falta de principios.
En suma, el Perú, más allá de este o cualquier otro gabinete, y de éste o cualquier otro gobierno, ya no es, ni puede seguir, como antes. Ahora, hay un pueblo que a la fuerza, y cada vez más consciente de esa fuerza, está imponiendo la agenda trazada mayoritariamente en las elecciones de abril de 2011. Ojalá el gobierno pueda leer, esta vez más rápido, a tiempo, el mensaje que el pueblo y la realidad le están dando tan claramente.
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