Resulta que me encuentro en el aeropuerto con un amigo, alto funcionario del gobierno federal. Fuimos colegas en Planalto allá por el 2004. Y le entré en directo: -¿Cuándo terminará el gobierno con la huelga de las universidades públicas, que dura ya más de 60 días? Ella paraliza 57 de las universidades federales y 34 de los 38 institutos federales de educación tecnológica. Son 143 mil los profesionales que están de brazos cruzados.
-¿El gobierno?, reaccionó sorprendido. Son ellas las que han decidido dejar de trabajar. Ya es hora de que suelten los brazos y acepten nuestra propuesta presentada el viernes 13 de julio. A partir del año que viene un profesor titular con dedicación exclusiva tendrá un aumento del 45.1%.
-El viernes 13 no es un buen día para negociar… Sé que el PT ha tenido suerte con el 13. Pero, por lo que me dijeron algunos profesores, la propuesta del gobierno está lejos de lo que ellos quieren. Sólo favorece a los profesores que están en lo alto de la escala, no a los profesores noveles. ¿Cómo es posible que un profesor adjunto, con doctorado, gane US$ 2.000, y un policía de tráfico con nivel superior gane US$ 2.500?
-Lo que piden va más allá de lo razonable. Y aunque la huelga continuara, el país no se paraliza.
-Usted parece olvidar que el PT sólo llegó a la Presidencia de la República porque el movimiento huelguista del ABC, liderado por Lula, le hizo frente a la dictadura, desenmascaró los fraudes de los índices económicos publicados por el Ministerio de Delfim Netto y exigió un aumento salarial.
El amigo me interrumpió: -Aquello fue diferente. Las máquinas paradas retrasan al país.
- Ésta es la equivocación del gobierno, querido amigo. El no aceptar que una escuela cerrada retrasa mucho al país. ¿Quién hará las máquinas o, de otro modo, quién traerá al país la innovación tecnológica si los universitarios no reciben clases? ¿Quién va a parar la fuga de cerebros del Brasil, con tantos científicos, como Marcelo Gleiser, prefiriendo las condiciones de trabajo en el extranjero? La mayor insensatez del gobierno es no invertir en la inteligencia. ¿Ya comparó el presupuesto del Ministerio de Cultura con los otros? Es casi una limosna. Qué difícil resulta convencer a Planalto de que el Brasil sólo tendrá futuro si invierte al menos el 10% del PIB en educación.
Mi amigo trató de justificar: -Pero el gobierno debe controlar sus gastos. Si cediera ante los profesores, el desajuste en las cuentas públicas sería todavía mayor.
-¿Cómo puede un profesor universitario ganar lo mismo que un fontanero de la municipalidad de São Paulo? Un fontanero inscrito en el departamento de Conserjería de dicha casa legislativa gana US$ 4.500. Un profesor universitario con dedicación exclusiva gana US$ 4.800. Ahora el gobierno promete que dentro de tres años su salario será de US$ 5.000.
-El gobierno va a cambiar el plan de las carreras, y los profesores pasarán a ganar más en menos tiempo de trabajo.
-Ahora no me venga con falacias. Cuando se trata de lo fundamental -salud, educación, saneamiento- el gobierno nunca tiene recursos suficientes. Pero sobran fortunas para acoger eventos deportivos internacionales protegidos por leyes especiales y comprar armas de combate para un país que ya debiera estar desmilitarizado.
-¿No cree usted que es un gran honor para el Brasil el albergar las Olimpiadas y la Copa del Mundo? ¿No es importante también el actualizar los equipamientos de nuestra defensa armada?
-¿Esos eventos deportivos estarán abiertos a nuestro pueblo, o serán sólo para los turistas y los pudientes? En cuanto a la defensa armada, hace tiempo que el Brasil debería haber adoptado la postura de neutralidad de Suiza y abolido sus fuerzas armadas, como hizo Costa Rica en 1949. ¿Quién nos amenaza sino nosotros mismos al no promover la reforma agraria para reducir la desigualdad social y mantener la salud y la educación desfondadas?
Mi amigo, al despedirse, admitió en voz baja: -El problema, compañero, es que, por estar en el gobierno, no puedo criticarlo. Pero usted tiene una gran dosis de razón.
(Traducción de J.L.Burguet]
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