"Hoy en Guinea-Bissau han vuelto a funcionar las escuelas privadas y algunas instituciones, aunque la mayoría de las actividades se encuentran paralizadas por el cierre de los ministerios y por la huelga convocada por las centrales sindicales inmediatamente después del golpe de estado". Así describen fuentes de Radio Sol Mansi a la agencia de noticias MISNA la situación en el país, donde cada día es más difícil la provisión de servicios básicos.
Desde el pasado 12 de abril, cuando los militares tomaron el control del país, se está resintiendo la economía, especialmente el mercado de los anacardos, el principal productos del país que supone el 80% de las exportaciones.
"Los campesinos están recibiendo precios bajísimos, hasta el punto de que muchos conservan lo cosechado esperando tiempos mejores. El que puede se marcha a Senegal", explicaba Carlo Adinolfi, misionero de los Oblatos de María Inmaculada que vive en el norte del país.
Las cosechas de anacardos (o castañas de cajú) "regulan la vida y el bienestar de muchas familias. En general la producción es comprada por comerciantes extranjeros (principalmente de Mauritania)", prosigue el religioso. "Por ahora todo parece haber quedado suspendido en espera de ver qué pasará, del aumento de los precios y de la reapertura de los bancos".
La pasada semana, el candidato opositor que perdió las elecciones del 18 de marzo, Manuel Serifo Nhamadjo, fue nombrado presidente de transición. Según varios observadores, podría haberse producido acuerdos entre una parte de la oposición y el ejército anteriores incluso a las elecciones.
La Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CERDEAO) no avalan esta transición. La crisis en Guinea Bissau es una de sus prioridades en este momento.
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