El 11 de noviembre de 1951 más de 3.500.000 mujeres argentinas votaron por primera vez, en las elecciones nacionales en que Juan Domingo Perón resultó reelecto. De esta manera se hacía realidad la reivindicación femenina más importante desde principios de siglo.
La lucha de las mujeres por tener derecho al voto existió desde los albores de la democracia en todo el mundo y tuvo algunas aplicaciones acotadas en el siglo XIX, pero fue al comienzo del siglo XX cuando se desencadenaron movimientos feministas que lucharon por establecer el sufragio universal. El primer país en sancionarlo fue Australia, en 1902 y en América Latina, Uruguay, con la Constitución de 1917.
En Estados Unidos, aparente adalid de la democracia, el voto masculino se implementó en 1868, pero solo para varones de raza blanca. Las mujeres blancas votaron en 1920 y recién en 1965 se estableció el sufragio universal. Se diría que los norteamericanos llegaron a la igualdad casi al mismo tiempo que, con su tecnología, llegaban a la luna.
En Argentina rigió, desde febrero de 1912, la llamada Ley Sáenz Peña, que estableció el voto secreto y obligatorio para varones. Las mujeres debieron llevar adelante un largo camino de luchas para lograrlo. Desde el radicalismo el movimiento feminista fue liderado Elvira Rawson Dellepiane, una de las primeras médicas del país, una de las creadoras del primer Centro Feminista, junto con Adelina Di Carlo y Alfonsina Storni entre otras. Desde el socialismo, otra médica lleva a adelante la misma batalla: Alicia Moreau de Justo, que presidía la Unión Feminista Nacional. En 1932, elaboró un proyecto de ley de sufragio femenino que presentó el diputado socialista Mario Bravo. Esta ley obtuvo la aprobación de los diputados pero fue rechazada por el Senado, donde predominaban los conservadores, a pesar de la defensa de otro socialista de larga trayectoria, Alfredo Palacios.
Era el comienzo de la llamada Década Infame, luego de la crisis capitalista del año treinta, y los sectores dominantes habían vendido el país para salvar las ganancias del sector agropecuario.
El único antecedente de voto femenino en Argentina fue, durante un breve período, en la provincia de San Juan, con la Reforma Constitucional de 1927 promulgada por el gobierno del bloquista Federico Cantoni. Las sanjuaninas votaron por primera vez en 1928 en elecciones municipales y lograron elegir a una mujer como delegada de un municipio.
La llegada del peronismo en 1945, y la ola de reivindicaciones sociales que produjo este movimiento, impulsó la iniciativa. Eva Perón presidió la Comisión Pro Sufragio Femenino en 1946 y llevó a cabo personalmente una fuerte campaña, que derivó en la llegada al Congreso del proyecto de ley en julio de 1947.
La oposición seguía siendo fuerte pero, finalmente, el 9 de setiembre se promulgó la Ley 13.010 de voto femenino obligatorio. El 23 de setiembre de 1947, en un acto frente a la sede de la CGT, Juan Domingo Perón firmó el decreto que le dio valor institucional.
Sin embargo al no estar empadronadas, las mujeres no pudieron votar a diputados constituyentes y la Constitución de 1949 fue aprobada sin su participación.
Recién el 11 de noviembre de 1951 las mujeres argentinas votaron por primera vez. Evita se encontraba internada en el Hospital de Agudos Presidente Perón, luego de la primera intervención quirúrgica, y le llevaron hasta allí la urna. Cuenta su hermana, Erminda Duarte, que luego, cuando Perón entró en la habitación, con un grito de alegría Evita exclamó: “¡Ya voté!”, para de inmediato echarse a llorar transida de emoción. Un gesto privado y trágico -Evita morirá pocos meses después- una anécdota que es casi una infidencia, para terminar de contar la larga historia del lucha de las mujeres argentinas por obtener este elemental derecho.
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