Por Laszlo Andor, comisario de empleo y asuntos sociales de la UE
Europa, como cuna de la Ilustración, ha hecho una contribución fundamental a la civilización humana. Hoy en día, Europa lidera el mundo en el fomento de la democracia y los derechos humanos. Y sin embargo, Europa también tiene su lado oscuro enraizado en siglos de rivalidades, desigualdades, persecuciones y guerras. La Unión Europea se fundó a raíz del conflicto más sangriento que ha vivido el mundo y, durante cincuenta años, ha procurado crear un espacio de paz, solidaridad social y respeto de la diversidad cultural para superar antiguas enemistades, garantizar la libertad y ofrecer oportunidades a todos sus ciudadanos.
Con una Europa luchando contra la peor crisis económica que hemos sufrido en décadas, es inevitable que hayan aumentado las tensiones sociales, y que aflore y se reafirme parte de ese lado oscuro del alma europea. Una de sus manifestaciones, sin duda, son las tensiones y los conflictos en torno a las minorías de romaníes.
En Hungría, la movilización de grupos de corte paramilitar protestando contra los delitos de los gitanos y una serie de asesinatos de trasfondo racista han contribuido a la entrada en el Parlamento del partido de extrema derecha Jobbik, con casi el 17 % del voto de los electores. En el agosto pasado, se registraron choques violentos en la República Checa entre romaníes y no romaníes. En fechas más recientes, ha habido varias manifestaciones de tinte agresivo contra los romaníes en Bulgaria, en la campaña electoral para las elecciones presidenciales del país.
¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué despiertan los romaníes tal miedo y tal hostilidad?
No podemos ignorar el legado del pasado. Los romaníes han formado parte de las sociedades europeas durante siglos, siendo con frecuencia objeto de marginación e incomprensión. Durante la II Guerra Mundial, decenas de miles de romaníes fueron discriminados, internados en campos de concentración o asesinados por los nazis y sus aliados. Aún hoy, en toda Europa, los romaníes no gozan de ninguna simpatía de la población en general, y a menudo despiertan una hostilidad casi visceral. Parece haber algo patológico en la psique europea cuando se trata de etnias que han convivido tanto tiempo como vecinos, sin haber sido considerados, salvo en raras ocasiones, como iguales. Tenemos una obligación moral e intelectual de enfrentarnos al lado más oscuro de nuestra historia y nuestra cultura. El surgimiento, relativamente reciente, de intelectuales y activistas romaníes implica que Europa ya está en proceso de reconsiderar cómo debe tomarse a los romaníes y su lugar en la sociedad.
Los medios de comunicación critican periódicamente a la Comisión por no hacer lo suficiente por la población romaní en Europa, y le advierten de que no debería tolerar determinadas actuaciones de gobiernos nacionales y regionales. Por supuesto que las herramientas de que dispone la Comisión, en su calidad de «Guardiana de los Tratados», están reguladas rigurosamente por los Tratados vigentes, pero comprendemos que la situación de los romaníes se ha convertido en un foco de atención y en una cuestión de vergüenza colectiva para Europa. La UE ha ofrecido a los Estados miembros toda una gama de instrumentos jurídicos, políticos y financieros para abordar la situación de los romaníes desde perspectivas distintas. Debemos salvar las distancias en la situación de los romaníes, que van a la zaga en el acceso a la educación, el empleo, la atención sanitaria y la vivienda, con el resto de la población. Esta es una responsabilidad europea común, que se ha de asumir con los propios romaníes, la sociedad civil, las autoridades nacionales, regionales y locales, y la UE.
En 2010, la Comisión Europea creó un grupo de trabajo sobre los romaníes que debía evaluar la efectividad de la financiación que invierten en este colectivo los Estados miembros y la UE. El grupo de trabajo llegó a la conclusión de que los Estados miembros no han empleado de forma eficaz los fondos de la UE destinados a apoyar la inclusión económica y social de los ciudadanos romaníes. El 5 de abril de 2011, la Comisión adoptó un Marco Europeo de Estrategias Nacionales de Inclusión de los Gitanos, en el que se establecen objetivos generales claros para toda la UE por lo que respecta a mejorar la situación de los romaníes en el terreno de la educación, el empleo, la atención sanitaria y la vivienda.
A finales de este año, todos los Estados miembros presentarán a la Comisión sus Estrategias Nacionales de Integración de los Romaníes. La Plataforma Europea para la Inclusión de los Gitanos facilita un medio de mejorar la calidad de las estrategias y promueve que las ONG nacionales (especialmente las asociaciones de romaníes) proporcionen «informes alternativos». Las nuevas perspectivas financieras plurianuales (el presupuesto de la UE para el periodo 2014-2020) reestructuran los fondos destinados a la inclusión social de manera que se ofrezcan más oportunidades para integrar a las personas en situación desfavorecida.
La Comisión es consciente de la gravedad de esta hostilidad politizada hacia los romaníes que se está propagando en Europa. Es más importante que nunca que los Estados de la UE se comprometan plenamente con el Marco de Inclusión de los Gitanos y utilicen de la manera más efectiva posible las herramientas y los recursos disponibles para reducir las desigualdades y que Europa pueda superar uno de sus legados oscuros del pasado.
(*) Nota: Por supuesto que este Blog no esta de acuerdo en la lectura histórica de Europa que hace el autor con respecto a la democracia y a los derechos humanos, pero es importante en cuanto nos informa sobre el persistente racismo en ese continente con respecto a poblaciones como los Gitanos.
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