En mayo de 2010 tendrán lugar las elecciones en el Reino Unido, y laboristas y conservadores deberán batirse en duelo para tener mayoría en el Parlamento de Westminster.
Pese que el Partido Laborista siempre ha estado respaldado por los sindicatos, desde sus orígenes a comienzos del siglo pasado, su trayectoria cambió cuando Tony Blair fue elegido como primer ministro en 1997, pactando con las clases dirigentes y convirtiendo al partido en una formación de centroizquierda para unos, o una derecha suave para otros.
Los tories también han aflojado la cuerda sobre el electorado y empiezan a relacionarse con las clases menos privilegiadas pese a que mantienen sus lazos con las altas esferas económicas. Se han convertido, según algunos, en un partido de centroderecha, o en una derecha suave, según otros.
Por tanto, a las elecciones se van a presentar dos partidos sin grandes diferencias en sus programas políticos.
En cuestión del liderazgo, la cosa es distinta. Los laboristas cambiaron la telegenia del joven Blair por la sobriedad del viejo Brown que se convirtió en jefe del Gobierno en junio de 2007 después de hacerle la vida imposible a Blair.
El profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca y coordinador del Maicop (Máster en Asesoramiento de Imagen y Consultoría Política) Jorge Santiago Barnés afirma a este diario que “Gordon Brown está teniendo serios problemas porque a los aspectos políticos se ha unido en los últimos días las noticias sobre su estado de salud”. Es importante la relación que los ciudadanos establecen entre líderes políticos y su condición física. “La gente quiere que quienes les dirigen sean personas sanas, fuertes, con capacidad e impulso. No es una regla fija pero sí bastante extendida. Gordon Brown tiene problemas de espalda, pérdida de visión en un ojo y serios problemas en el otro”. Barnés considera que Brown es un buen político y gestor pero que no es un buen candidato por su falta de liderazgo. “Al contrario de Blair, no es un líder carismático. Blair era un hombre que encandilaba a la gente aunque luego, con su participación en la guerra de Iraq, se granjeó el descontento de la opinión pública”, señala Barnés.
David Cameron es lo contrario. “Es telegénico, un hombre joven, representa el deseo de cambio que tiene la sociedad británica, un paso adelante... Es como cuando nos proponemos hacer una reforma en nuestra casa. Al principio es un engorro pero cuando la acabamos nos gusta. El problema de Cameron es que aún tiene que demostrar que es un buen político, o que puede serlo. Lo que le falta a Cameron le sobra a Brown y viceversa. Pero en estos tiempos basta con que acierte con el mensaje (el ejemplo es Obama y su yes, we can) para que Cameron pueda vencer fácilmente en las elecciones porque el contexto social y político está a su favor. Aunque también sucedía lo mismo en España en 1993 y ya se vio lo que pasó: que González volvió a ganar a Aznar porque al final la gente pensó que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, apunta el experto.
Resulta curioso que sea el liderazgo de los líderes y no sus propuestas políticas la gran baza de las elecciones en un país como el Reino Unido, donde históricamente han sido los partidos, y no los candidatos, los encargados de cimentar la política. En este aspecto el director del Maicop afirma que “es verdad que en los últimos años estamos asistiendo a una personalización excesiva de la política. Ha pasado en Estados Unidos con Obama, pero también en Alemania con Merkel y, por supuesto, en Italia con Berlusconi. En este contexto, el papel de los partidos tradicionales se ha quedado en meros acompañantes de los candidatos. Pero incluso en el caso de Obama, fue más la movilización social que el apoyo del propio Partido Demócrata lo que inclinó la elección”, señala. Los partidos parecen tener que limitarse a tener el suficiente cuidado como para no estropear el mensaje de los líderes.
En el caso concreto de Cameron, está por ver si los conservadores van a ser capaces de ayudar al candidato en esa imagen moderna y dinámica que transmite. Conservadores y laboristas son partidos centenarios que han tenido un peso muy importante en la política británica. Si Cameron es capaz de insuflar su imagen a los conservadores, entonces ganarán las elecciones porque la sociedad británica se inclina sin duda por un cambio. Pero si los tories lo hacen al revés y procuran influir con sus ideas rancias en Cameron, su futuro electoral puede no ser tan claro.
Por su parte, los laboristas están desorientados. Les faltan, como sucede al resto de la izquierda europea, referentes a los que agarrarse. La política es cíclica y es evidente que Europa pasa en estos momentos por un ciclo que apunta al conservadurismo, lo cual no quiere decir que no puedan producirse sorpresas electorales en algunos países en un momento y unas circunstancias especiales, como acaba de suceder en Grecia. Pero la realidad es que la izquierda europea y, por supuesto, los laboristas necesitan nuevas líneas programáticas y nuevos líderes.
El profesor de la Universidad de Greenwich David Sunderland afirma a este diario que “ los laboristas han prometido hacer recortes en el presupuesto público sin dañar los servicios estatales principales, mientras que los conservadores dañarán la educación y el sistema sanitario con sus recortes. David Cameron, líder conservador, ha anunciado que tomará medidas más drásticas que Brown para salvar a la economía británica de la bancarrota”. Según Sunderland esto explica la última subida de tres puntos de los laboristas en las encuestas de voto. El recorte anunciado por los conservadores puede animar a un importante sector obrero a votar por los laboristas.
En cuanto a la política de género, Cameron pretende establecer una cuota para garantizar la presencia de mujeres en la Cámara de los Comunes. Varias parlamentarias de su propio partido han reaccionado en contra. La parlamentaria Nadine Dorries opina que “la entrada de las mujeres en la Cámara de los Comunes ha de ganarse por méritos personales y tenemos que jugar con las mismas reglas que los hombres”. En política exterior, para Sunderland no hay grandes diferencias ya que los dos “seguirán apoyando a EEUU”.
Aunque las encuestas dan mayoría a los conservadores, ganará el partido que mayor liderazgo aporte y que más soluciones proponga para gestionar la crisis.
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