José
Ángel Quintero Weir.
A pesar de que todos los venezolanos
aspiramos a que alguna vez un equipo nacional pueda arribar a un mundial de
futbol, este deseo nunca se nos ha hecho; por más que recemos o por mucha
campaña publicitaria que hagan sus patrocinantes, nunca se nos ha hecho el
milagro. Sin embargo, en medio del mundial; vale decir, de todos los mundiales, siempre nos ha
quedado Brasil, a cuyos equipos, ganen o pierdan, en ese estricto momento se
convierten en nuestra esperanza, en nuestra patada. Para nosotros no hay otro
Rey que Pelé, Garrincha, Tostao y el Jahirzino;
no nos importan los desplantes y
berrinches drogos del Maradona; en todo mundial para nosotros, siempre la ouro-verde e su jogo bonito fala por nos.
Pero, luego de la reciente visita de los
honorables cancilleres de la UNASUR en nuestro país, que vinieron todos a
respaldar al Estado-gobierno en sus tropelías, la voz cantante de tal respaldo
la asumieron el canciller de Argentina (tal vez más comedido) y el de Brasil,
éste sí, abiertamente representante de la naturalización de la muerte y la
tortura.
La representación de Brasil se atrevió a
decir que “Estado de terror fue el que vivieron ellos (los brasileros) durante
la dictadura, comparado con eso, aquí en Venezuela, no pasa nada”; además, “la
violación de los derechos humanos es un problema mundial, de tal manera que, ¿a
quién puede extrañar que en Venezuela se violen tales derechos?”.
Dicho de otra manera, Dilma Rousef le
orientó a su canciller que sostuviera la idea de que ella necesita muchos más
estudiantes asesinados por la Guardia Nacional y las Bandas Paramilitares del
Gobierno, 35 asesinados todavía no generan suficiente sangre para su idea de
muerte verdadera. Además, la violación de los derechos humanos por parte de los
Estados –gobiernos es casi como como cuando crece la hierba: es natural, por
tanto, es natural que maten a una mujer por sonar una cacerola, es natural que
un Guardia Nacional viole a un joven con su fusil de asalto, que la Ministra de prisiones de Venezuela
saque de la cárcel a un delincuente, y le pague un sueldo para que dispare 17
veces sobre una protesta y asesine a una mujer embarazada, eso para Dilma
Rousef (por boca de su canciller), es totalmente natural.
Nosotros, nunca hemos creído que los
garimpeiros existan por naturaleza, a pesar de los desmanes que siempre han
cometido en contra de nuestros pueblos indígenas en la selva amazónica que
compartimos con el Brasil. Si eso pensáramos, tendríamos que concluir que,
naturalmente, todo brasileño es, por naturaleza, un maldito.
Pero no, como nuestro equipo nunca tiene
posibilidades de jugar un mundial, le íbamos a Brasil. Hoy, las palabras de
Rousef (por boca de su canciller), nos demostraron que, en verdad, no merecen
la pena y, de seguro, contra cualquiera que juegue Brasil, siempre le iremos al
contrario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario