miércoles, 18 de septiembre de 2013

Ecuador: ¡Texaco en el banquillo de los acusados!

Alberto Acosta
 
         Indígenas y campesinos amazónicos sentaron a la compañía Chevron-Texaco en el banquillo de los acusados. Luego de un largo peregrinar por juzgados estadounidenses y después de que un juez de Nueva York se negó a aceptar la competencia en el caso, se presentó la demanda ante la Corte Superior de Justicia de Nueva Loja, población amazónica más conocida como Lago Agrio, en recuerdo del primer pozo petrolero perforado en Sauer Lake, Pensilvania, en 1853.
 
         “El argumento central del juicio -según el abogado acusador, Alberto Wray, uno de los jurisconsultos de mayor prestigio en Ecuador- es que, al diseñar los procedimientos y poner en práctica las técnicas para la exploración y explotación petrolera, Texaco prefirió utilizar métodos más baratos aunque sean contaminantes”. La tecnología empleada “era prohibida por ley en EEUU”, según Cristóbal Bonifaz, abogado que coordinó las tareas judiciales en dicho país. Con este juicio, más allá de su desenlace, se sienta un precedente al encausar a una de las petroleras más poderosas del mundo, que trabajó 28 años en la Amazonía ecuatoriana.
 
         En ese lapso, esta compañía perforó 339 pozos en una superficie de 430 mil hectáreas. Para extraer cerca de 1.500 millones de barriles de crudo, vertió miles de millones de barriles de agua de producción y desechos, quemó billones de pies cúbicos de gas. Y si bien resulta imposible poner precio a la naturaleza, pues la vida es inconmensurable, la extensión del daño se podría cuantificar en miles de millones de dólares por concepto de derrames, contaminación de pantanos, quema del gas, deforestación, pérdida de biodiversidad, por animales silvestres y domésticos muertos, por materiales utilizados sin pago, por salinización de los ríos, por enfermedades (los casos de cáncer llegan a un 31%, cuando el promedio nacional es de 12,3%)... por trabajo mal remunerado, a lo que se suma la explotación del petróleo, que dejó al Estado un promedio de 13,- dólares por barril, menos de lo que cuesta un barril de Coca Cola: 71,4 dólares. Sobre Texaco pesa también la extinción de pueblos originarios como los Tetetes y Sansahuaris, así como los daños económicos, sociales y culturales causados a los indígenas Siona, Secoya, Cofán, Quichua y Huorani, incluyendo a los colonos.
 
Este reclamo supera el ámbito amazónico. Va más allá de la destrucción que tendrá que pagar Texaco. Afecta a toda la sociedad. Es más, constituye una oportunidad para sancionar y frenar la contaminación provocada por la actividad petrolera, que se sostiene por la combinación del poder político con el transnacional sobre un discurso que alienta la explotación del petróleo en supuesto beneficio de los 12 millones de habitantes del país, discurso que sostiene una política de ocultamiento de la realidad, intimidación de quienes se oponen, de humillación y olvido para las víctimas... mientras que los dólares obtenidos sólo en escasos montos benefician al conjunto de la población, pues en su mayoría fluyen en pocos bolsillos, sobre todo de las poderosas transnacionales y de los acreedores de la deuda externa. Tanta destrucción -recordémoslo hoy, día internacional del medioambiente- constituye una gran deuda ecológica cuyo pago debe reclamar el Ecuador.
 
 

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