Foto: Guillermo Torres
Se
movió bastante la cosa política en estos días. En las toldas de Uribe
es casi segura la conformación de una lista al Senado encabezada por el
expresidente y la pronta definición de una candidatura presidencial. En
las de Santos hay pocas dudas en la búsqueda de la reelección y en la
ubicación de Germán Vargas Lleras como ariete en la confrontación con el
uribismo. La incertidumbre es la izquierda.
Es la situación más absurda. Nunca hubo un momento más favorable
para la izquierda en Colombia. Pero la miopía de sus dirigentes es
total. La paz que ha sido la bandera privilegiada de esta corriente
política está en el centro de la agenda nacional. Un país negado siempre
para la reforma agraria, para una verdadera inclusión política, para
ensayar caminos distintos al represivo en el tratamiento de los cultivos
ilícitos, para la reivindicación de las víctimas, para abrirle paso a
la modernización y al protagonismo del sindicalismo, se empieza a mover,
empieza a ceder un poco. Todos estos temas están en debate. Es un menú
suculento, pero la izquierda está desganada.
Entre tanto un exguerrillero viejo, entrañable y sabio, Pepe
Mujica, el presidente de Uruguay, es la sensación en las redes sociales.
Un país enorme, alegre y latinoamericano, liderado también por un
sindicalista y una exguerrillera, le da lecciones al mundo de inclusión
social, de rigor fiscal y de temperancia ante la crisis económica
mundial. La Habana, otrora vilipendiada por radical, es ahora capital de
la moderación y lugar privilegiado para el trámite de conflictos de la
región. Una ciudad, Bogotá, que es la séptima economía de la zona, le
da el timón de mando a un caracterizado vocero de la izquierda venido de
la insurgencia. ¡Quieren más señores de la izquierda colombiana!
Pero todos los dirigentes parecen haberse puesto de acuerdo para
dar palos de ciego. Les ha dado por tomar una distancia recelosa de las
negociaciones de paz de La Habana; incluso, al brillante y elocuente
senador Robledo, se le ve coincidiendo con Uribe y Lafaurie en la idea
de que no es legítimo negociar con las guerrillas las transformaciones
del campo y mucho menos algunos cambios políticos del país. Petro,
quien tenía la obligación de dar ejemplo de sentido común, buen
gobierno y habilidad para las alianzas, naufraga en medio de la
improvisación, el aislamiento y la soberbia.
Los Garzones que se habían preparado toda la vida para liderar la
agitación social, son ahora convidados de piedra del distante mundo del
poder. Clara López, aliada siempre de los comunistas, le dio por romper
con ellos precisamente ahora cuando estos quieren jalonar en serio a las
guerrillas a la vida civil. Antonio Navarro, batallador como siempre,
intenta animar un nuevo movimiento con anclajes en una voluble y
escurridiza clase media ilustrada y uno que otro político sin ubicación
precisa en ese arco que va de la derecha uribista a la izquierda radical
que se agrupa en la Marcha Patriótica y en el Congreso de los Pueblos.
De puro atrevimiento voy a enumerar puntos para un revolcón de la
izquierda de cara a las elecciones de 2014. La reconciliación es la
única gesta que puede redimir a la izquierda colombiana. Esa bandera no
se la pueden dejar a Santos. No se la pueden dejar a los actuales
líderes de la guerrilla. La izquierda tiene que estar en primera línea
de esta batalla con todos los riesgos y los miedos al fracaso. La misión
no es contener a las partes en La Habana, al contrario es pedir más y
más, todo lo que puedan dar en desarme, desmovilización y reformas. La
misión es también ir más allá de La Habana, aprovechar el momento para
ponerse a la cabeza de un posconflicto que implique transformaciones
profundas del país.
Una coalición para enfrentarse a Uribe y a Santos tiene que incluir
a la Marcha Patriótica y al Congreso de los Pueblos; a Progresistas,
Verdes y Polistas; a las más diversas organizaciones sindicales, étnicas
y sociales. La consigna es la paz y el eje es lo social. Esta coalición
no puede equivocarse en la gradación de los rivales: el principal
obstáculo para la paz negociada es Uribe y su aislamiento y su derrota
política son claves para la reconciliación.
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