- ALEXANDER SCHUBERT
- Economista
Como
a toda América Latina, la recesión se avecina también a Chile. El
ministro
de Hacienda de Piñera ya está llamando a “apretarse los cinturones”. El
Fondo Monetario Internacional, CEPAL, Banco Mundial están corrigiendo
sus pronósticos optimistas hacia abajo. Después de una época de
abundancia de recursos, reaparecen aquí los déficits fiscales. Lo que
está por venirse abajo es la cortina de humo que la especulación
financiera internacional tendió sobre la debilidad económica de los
países de la región.
En Chile, las alabanzas al modelo de inserción a la economíamundial
han llegado a lo caricaturesco. El inefable Alejandro Foxley escribía
hace poco que el “camino escogido por la mayor parte de los países de
América Latina para dinamizar sus economías, con apertura comercial y
TLC con algunos de los socios más relevantes, ha sido un buen punto de
partida para un desarrollo más potente a futuro”. (Cieplán 2013,
Desafíos Post Crisis Para América Latina). Sobre la insostenibilidad de
las relaciones financieras no dijo una sola palabra.
Pero
Foxley y su
gente están atrasados. En otros lugares, donde la crisis ya golpea
fuerte, se vislumbra el viraje. En lo que promete ser uno de los más
brutales estrangulamientos financieros de la economía chilena, el Banco
Central de Chile ahora reconoce una oportunidad “para
la normalización de las condiciones de financiamiento externo” (Informe
Estabilidad financiera, 2013), queriendo decir que la reducción de
recursos externos es inminente. Aparentemente, la escasez es más
manejable que la abundancia. Hasta ahora se había venido sosteniendo
exactamente lo contrario.
¿Qué pasará si el contexto económico de Chile se sigue empeorando? Si las tasas de interés vuelven a niveles “normales” en EE.UU. y Europa, como es previsible, en Chile como en otros países “emergentes”, las tasas de tasas subirían más que proporcionalmente. Millones de deudores serían afectados. Los bonos públicos y privados caerán, con la consecuente disminución de la calificación de riesgo y el encarecimiento del crédito.
Dada
la estructura financiera de Chile, la reducción de recursos externos
podría tener consecuencias devastadoras, tanto para el sector
empresarial, como para los hogares y consumidores en general. La
situación de la balanza de
pagos se ha tornado precaria. En 2009, el saldo positivo en cuenta
corriente fue de 3.500 millones de dólares americanos; en 2012, se pasó a
un saldo negativo de 9.500 millones. Con una cuenta de capital
equilibrada, eso significó que la capacidad de financiamiento del país pasó de una cifra positiva a un profundo déficit. (Véase cuadro 4.1. Boletín Bco. Central.
La
cuenta financiera del país también pasó de un saldo positivo de 4.200
millones en 2009 a un saldo negativo de 10.000 millones de dólares en
2012. El reflejo es el endeudamiento externo total del país. Este
subió de 71 mil millones de dólares en 2009 a 120.000 millones en 2012,
lo que equivale a un 43,2 por ciento del PIB. Tan sólo la deuda externa
de los bancos aumentó de 16 mil a más de 23 mil millones de dólares.
Aparentemente
se cuenta con 41 mil millones de reservas internacionales. Cualquier
inversionista externo puede calcular, sin embargo, que eso le
garantizaría por muy poco tiempo la retirada de Chile de su capital.
Tan sólo las rentas de los capitales externos invertido en el país
pasaron de 1.500 millones de dólares en 2009, a 14.600 (2010), 14100
(2011) y 12.700 millones en 2012.
No sólo el comercio exterior,
sino todo el sistema crediticio del país está colgando de los débiles
hilos del flujo de capital financiero externo. Sin estos recursos
externos (crédito e inversiones), no sólo las finanzas externas de
Chile, sino también las internas, se desploman en poco tiempo.
Chile
abrió la economía a un proceso de financiarización indiscriminada, de
acumulación financiera y de endeudamiento masivo, con pobrísimos
resultados en la economía real. De hecho, entre 2009 y 2012 los activos
financieros pasaron de 560 mil millones de pesos a 720 mil millones, o
sea,
crecieron en cerca del 30 por ciento. Pero la formación bruta de
capital fijo ha caído a un miserable 9,8 por ciento el PIB. La
“productividad” del crecimiento financiero y del endeudamiento ha sido
pobrísima. (ibid., cuadro 1.1.).
¿Qué
pasará si el contexto económico de Chile se sigue empeorando? Si las
tasas de interés vuelven a niveles “normales” en EE.UU. y Europa, como
es previsible, en Chile como en otros países “emergentes”, las tasas de
tasas subirían más que proporcionalmente. Millones de deudores serían
afectados. Los bonos públicos y privados caerán, con la consecuente
disminución de la calificación de riesgo y el encarecimiento del
crédito. En EE.UU., Europa, Japón y China, los respectivos bancos
centrales han apoyado el gasto y consiguiente endeudamiento público y
sostenido
la viabilidad de la banca privada a través de programas monetarios
expansivos o “acomodaticios”. Nada de eso podría hacer un Banco Central
de Chile. La crisis bancaria podría alcanzar dimensiones que dejarían
como ronda infantil la crisis de los años 80 bajo Pinochet, que por
salvar algunos bancos privados, mantuvo al país en una depresión por
casi un decenio.
En
Chile como muchas otras naciones latinoamericanas que despilfarraron la
oportunidad de buscar alternativas a la financiarización creciente de
su economía, habrá necesidad de una restructuración del sistema
financiero, especialmente de los bancos, tal como sucede en los países
del centro capitalista. Es de esperar que la cuenta no la paguen, como
está sucediendo allí, sólo los más pobres.
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