La zona euro, compuesta por 17
países miembros, representa el 17% del PIB mundial, y sigue siendo el
eslabón más débil de la economía mundial. Su nivel de actividad está por
debajo del que tenía antes de la crisis financiera de 2008. El aumento
de las tensiones sociales, la parálisis política, el aumento de peso de
la deuda y del desempleo, están reavivando las dudas sobre el futuro económico de la zona.
Los
gobiernos continúan con sus programas de austeridad, los bancos no
pueden o no quieren prestar, y las deudas domésticas están pesando
demasiado en muchos de estos países. Cada vez son menos los que creen en
las predicciones oficiales de que el crecimiento volverá este año, a
las que consideran como el triunfo de la esperanza sobre la sabiduría.
Ayer se dio a conocer que el Producto Interior Bruto, PIB, de la zona cayó
a una tasa anualizada del 0,9%, en los tres primeros meses del año. Es
el sexto trimestre consecutivo de una recesión que comenzó a finales de
2011, y contrasta con otras economías en recuperación. El PIB de EE.UU.
creció a un ritmo del 2,5% en el primer trimestre, y Japón ha dicho esta
mañana que su PIB aumentó un 3,5% en el trimestre.
A
pesar de que la recesión que siguió a la quiebra de Lehman Brothers fue
más profunda, la contracción actual en Europa está siendo más larga y
viene a demostrar que la medicina de austeridad fiscal y las reformas
llevadas a cabo no han logrado reactivar la confianza de empresas y
consumidores.
El pánico creado por la deuda soberana en el periodo 2010-2012
han disminuido, en gran medida, a causa de las acciones llevadas a cabo
por el Banco Central Europeo, que han consistido en bajar los tipos de
interés y facilitar a los bancos abundante liquidez y, sobre todo, su
compromiso para evitar el colapso de los bonos gubernamentales de la
zona euro.
En
conjunto, estas medidas han reducido los temores de que la zona euro se
rompiera y dio lugar a fuertes recuperaciones en muchos mercados
financieros europeos.
Sin
embargo, los gastos financieros para las empresas en España, Italia y
Portugal siguen siendo significativamente más alto que en el norte de
Europa, lo que impide la inversión y la creación de empleo.
Las economías española e italiana se contrajeron a
un ritmo anualizado de alrededor del 2% en el primer trimestre, según
los cálculos de JP Morgan, a partir de datos oficiales del PIB. El ritmo
fue más lento que en el cuarto trimestre de 2012 para ambos países. Sin
embargo, el PIB francés se contrajo a una tasa anualizada del 0,7%,
bastante peor de lo que esperaban los economistas.
La economía alemana creció menos de lo esperado a una tasa anualizada de 0,3%. Bélgica y Eslovaquia fueron los únicos países de la zona euro que reportaron crecimientos en el trimestre.
El gasto de los consumidores alemanes aumentó, ayudado por la caída del
desempleo y el aumento de los salarios. Sin embargo, la inversión
empresarial en Alemania cayó, aumentando las dudas sobre la capacidad de
la economía más grande de Europa para proporcionar la demanda que se
necesita con urgencia para compensar la reducción de la demanda en los
países mediterráneos.
Las
encuestas de opinión del mes de abril sugieren que la economía de la
zona euro también podría reducirse de nuevo en el segundo trimestre.
Francia
está en recesión desde finales de 2012, y aumenta la presión política
sobre el presidente François Hollande, que fue elegido el año pasado con
la promesa de alejarse de la austeridad y generar crecimiento.
La
caída del PIB de la zona euro y la confianza empresarial es probable
que aumente la presión sobre el BCE para encontrar nuevas maneras de
estimular la actividad, especialmente los préstamos bancarios a las
pequeñas empresas que son el pilar de las economías del sur de Europa.
El BCE redujo los tipos de interés hace dos semanas, pero a pesar de estar bajos y
la caída de la inflación, el BCE hasta ahora se ha mostrado reticente a
probar nuevas medidas de política, tales como la compra de valores
respaldados por activos.
Dicen
que los países del sur de Europa todavía tienen que bajar más sus
salarios y otros costes laborales, en relación a Alemania, para
restaurar su competitividad. Ese proceso, que los economistas llaman
"devaluación interna", es lento y agonizante en comparación con la ruta
alternativa, de la que ya no disponen los países miembros de la zona
euro: la devaluación de la moneda nacional.
La aceleración del crecimiento o aumento de la inflación en Alemania, facilitaría que España, Italia y Francia pudieran recuperar la competitividad en relación con el norte de Europa.
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