Un hombre recibe
alimentos de un voluntario del 'Restaurante del Corazón', en Niza
(Francia) el pasado noviembre. Lionel Cironneau | AP
MARTA LÓPEZ / Barcelona
Para Eurostat, están en riesgo de caer en la exclusión o pobreza las personas que viven en un hogar con ingresos inferiores al 60% del ingreso medio nacional por adulto, que sufren privaciones materiales severas o viven en un hogar con "trabajo de poca intensidad", menos del 20% del potencial. Las cifras varían de un país a otro. Pero hay un denominador común: las personas en riesgo de exclusión aumentan inexorablemente desde el 2008. La crisis afecta sobre todo a las clases medias, que tanto han contribuido con sus impuestos al desarrollo del Estado del bienestar, cada vez más menguante, y ahora han de ver cómo sus riquezas se volatilizan, cómo no pueden hacer frente a sus hipotecas, cómo se pierden sus empleos y sus salarios se devalúan, a la par que las ayudas estatales se agotan.
La crisis económica y financiera que estalló en el 2008 está teniendo unas repercusiones sociales dramáticas en Europa. La pobreza no se mide en el primer mundo por los muertos de hambre. Aquí esta lacra avanza mucho más silenciosa y sus expresiones son mucho más sutiles. Sobre todo entre quienes habían escalado socialmente y ahora engrosan la categoría de nuevos pobres.
El estrangulamiento de las clases medias europeas tiene diversas caras: la de los desahucios es quizá la más dramática en España. Pero hay otras: la de los asalariados franceses cuyo sueldo es tan raquítico que no pueden permitirse un hogar y duermen en centros de acogida, la de los niños portugueses que acuden al colegio sin desayunar, la de los alemanes que no logran ingresar ni 350 euros al mes. Son solo algunas historias, los dramas que esconden los números y las estadísticas, en EL PERIÓDICO DE CATALUNYA.
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