domingo, 4 de noviembre de 2012

Ecuador/Atawallpa Oviedo Freire: LOS REPETITIVOS ERRORES DE LA IZQUIERDA

Sistema Comunitario Recíproco
Atawallpa Oviedo Freire
 
Hasta ahora se han experimentado cantidad de modelos políticos, sociales y económicos en el mundo entero, sin que ninguno haya resuelto o al menos disminuido las desigualdades sociales y peor reducido las brechas entre ricos y pobres. Las últimas aventuras estuvieron enmarcadas en las propuestas neoliberales del dios mercado, el cual -se creía- que por sí solo se encargaría de resolver todos los males de la humanidad. Esta teoría fue promulgada y efectivizada por la derecha más recalcitrante, procediendo a privatizar lo que más podía y desvalijando al Estado hasta el mínimo. El diablo era el Estado y el mercado era Dios (para la izquierda era al revés), por lo que había que suprimir la intervención del Estado en la producción y en la economía, como de igual manera los beneficios sociales provenientes desde el Estado. Pues según ellos, los grandes capitales se encargarían de generar las fuentes de trabajo y vendría la “dolce vita” para todos y consecuentemente el “fin de la historia”, según Fukuyama.
 
Este dogma de derecha intentaba contradecir las propuestas socialdemócratas -de Europa principalmente-, quienes habían creado una cantidad de subsidios y prebendas sociales para aligerar la carga de vida de los sectores con menos recursos. Pero principalmente la oposición total fue contra el estatismo centralizador marxista, que fracasara rotundamente en su experiencia socialista estatizante. El modelo de centro -de derecha o de izquierda-, que tampoco diera resultados positivos, solo fue un momento de esperanza para luego convertirse en una gran carga presupuestaria para el Estado. Por eso, ahora los neoliberales en Europa están tratando de cortar los subsidios para disminuir la brecha fiscal, lo que ha “indignado” a muchos en vista de que se están quedando sin nada.
 
En resumen, el dogma neoliberal no solo intentó cortar con los beneficios sociales sino desbaratar todo el Estado que había construido la socialdemocracia y justificando sus posturas radicales ante el debacle del socialismo real que había estatizado todo y el cual condujo a una gran crisis, igual o peor, a la de los neoliberales. Es decir, hemos vivido una serie de vueltas que como círculo vicioso conducen a lo mismo: del estatismo al privatismo, de la libertad de mercado a la justicia social, del desarrollo al crecimiento, del progreso a la concentración de la riqueza, etc. En otras palabras hemos vivido el capitalismo estatista (socialistas y comunistas - izquierda), el capitalismo desarrollista (socialdemocracia - centro) y el capitalismo “salvaje” (neoliberales - derecha), apareciendo en un momento y otro, y repitiéndose una y otra vez con simples modificaciones. Unos apostando y principalizando al Estado, otros al mercado, y unos terceros intermediando entre los dos, a diferentes niveles, profundidades y formas, en cada rincón del planeta. Pero lo único cierto, es que ninguno ha tenido un resultado beneficioso para las inmensas mayorías de la humanidad.
 
LA IZQUIERDA NO APRENDE
 
L a “nueva izquierda” en el mundo entero ahora se juega con otros bandos, aunque hay otros que siguen anclados en las viejas teorías de la revolución violenta y otros con el marxismo ortodoxo (que no necesariamente entienden a Marx). Sin embargo, hay quienes hacen nuevos acomodos y desarrollos folclóricos, pero todos siguen creyendo en última instancia en el socialismo filosófico originario, especialmente como fin. Para ello, hay quienes quieren seguir fortificando al Estado -aunque dicen- sin cometer los errores anteriores, otros le apuestan como centro al ecologismo, aquellos que se abren paso tomando como impulso y complemento a principios y elementos de las culturas primordiales, etc. Así todos apuntan a construir su socialismo, a diferentes formas y niveles: socialismo marxista, socialismo revolucionario, socialismo del siglo XXI, socialismo del buen vivir, etc. Y cada uno con sus visiones de transición para la gran transformación que esperan.
 
Actualmente en el Ecuador la estrategia de la “revolución ciudadana” apunta a fortificar al Estado con el propósito de mejorar el capitalismo para luego construir el socialismo, según palabras propias del presidente Correa. Su argumento es que primero hay que “salir de la pobreza”, pues mientras no haya mejores condiciones de vida no habrá cambio posible, y la táctica es hacer muchas obras sociales y servicios gratuitos para las grandes mayorías por parte del Estado.
 
Pero, lo que se ha conseguido, es por un lado aumentar la brecha entre ricos y pobres, y por otro lado, profundizar el asistencialismo y la dependencia. El mismo gobierno lo anota, y sin darse cuenta de lo que realmente significa: “nunca antes los grandes grupos económicos estuvieron mejor y los excluidos estuvieron menos peor”. En otras palabras: nunca antes los grandes grupos económicos estuvieron muchísimo más ricos y los pobres poquísimo menos pobres. Cuando en esta lógica, lo interesante sería decir al revés: nunca antes los grandes grupos económicos estuvieron peor y los excluidos estuvieron mucho mejor.
 
No se trata de que los mismos de siempre ahora tengan 30 veces más de lo que tenían antes y los excluidos tan solo 3 veces más. Por ejemplo, solo la banca en 6 años del gobierno de la revolución ciudadana ha ganado 1600 millones de dólares, y ahora a los más pobres les aumentan de 35 a 50 dólares a través de un miserable bono que fortifica la dependencia sistémica y la psicología clientelar, y a eso ahora le llaman eufemísticamente “redistribución de la riqueza”. Cuando debería ser al revés, para creer que se está generando un cambio verdadero. Aquí lo único que ha sucedido es que los ricos tienen más festines y los pobres más cantidad de migajas debajo de la mesa.
 
Alguien podría argumentar, que sin embargo hay una gran obra social que 
compensa lo que los pobres no han obtenido directamente. Pero lo único que están consiguiendo es crear un gran Estado, que ahora tiene plata para mantener esas asistencias, pero cuando se ahonde la crisis mundial, el cambio ecológico, o la deuda comience a hacer presa, la situación se verá compleja. No habrán los recursos para pagar los préstamos de todas esas obras y peor para sostener los proyectos sociales en marcha, y nuevamente se verán obligados a dictar nuevas políticas de ajuste o cortar esos recursos, como están haciendo actualmente en Europa sus gobiernos. 
 
Así, estaríamos repitiendo los errores que en otros lugares ya han vivido, y que nosotros también ya lo experimentáramos, por ejemplo con el “boom” petrolero en los años 70 del siglo pasado, y no hubo ningún cambio como se pregonaba.
En otras palabras, lo que estamos viendo es en última instancia el mismo método de la vieja socialdemocracia y de cierto socialismo que cree en el asistencialismo y en el clientelismo, y paralelamente fortificando al Estado caudillista y centralizado. 
 
Prácticas fracasadas en el mundo entero. Ni el Estado salvador ni el chorreo de los grupos de poder han sido la salida, pues la única posibilidad de cambio estará dado cuando los excluidos tengan poder económico y político propio y directo, sin ninguna representación de ciertos salvadores de izquierda o de derecha, que “luchan” o “crean las fuentes de trabajo” para ellos. Mientras sigan de mendigos, dependiendo de una u otra forma del Estado o de las grandes capitales, todo seguirá igual. Mientras permanezca cualquier tipo y forma de dependencia, ninguna revolución por más radical que sea, logrará un cambio verdadero y profundo. Solo se pasará de un extremo a otro.
 
SISTEMA COMUNITARIO RECIPROCO
 
En el Sumakawsay no existe la palabra y peor el concepto de gratuidad o de altruismo. Se considera como algo distorsionador o deformador a toda situación que no funcione dentro del principio de reciprocidad o de ida y vuelta. Toda donación o entrega en la que no hay devolución genera desequilibrio. La base del Sumakawsay está en la capacidad de intercambiar, caso contrario se genera a largo plazo acaparamiento o concentración –de un lado-, y de sumisión o de sobrevivencia -por el otro lado-. Por eso promueve el equilibrio en toda forma de expresión de vida, el cual está en la capacidad de que los participantes puedan medir sus fuerzas y despertar su propio poder, caso contrario se provoca el mando por uno y la obediencia del otro. Si alguien tiene algún tipo de poder mayor siempre sacara ventaja de una u otra forma, pues utilizará su superioridad con alguna intención psicológica, ideológica, religiosa o política, de por medio. Nadie da nada sin algún interés por debajo. Quien no tiene poder siempre estará supeditado al que tiene poder, el cual tiene el poder de decirle cómo pensar y qué hacer, bajo el argumento de que le está ayudando.
 
De ahí que en el Sumakawsay jamás se practicaría ninguna forma de caridad, benevolencia, beneficencia, paternalismo, todo lo cual atentaría contra la vida de la persona y de toda la comunidad, al haber de un lado donadores y de otro solo receptores. Se pondría en peligro el mantenimiento estable, respetuoso, armónico y balanceador de la comunidad y de la vida. En la naturaleza nada funciona por la asistencia de unos a otros sino por la coparticipación mutua, por formas de conjunción interactiva. La experiencia civilizatoria religiosa ha demostrado que toda forma de asistencialismo es condenar de por vida a alguien a no tener su propio poder. En ese modelo siguen siempre aumentando cada vez más los menesterosos. De ahí que es una demagogia la caridad estatal de la gratuidad o de las ayudas a los pobres, y el romanticismo de las iglesias, fundaciones y de las damas de sociedad, que así buscan exculpar sus pecados.
 
En este sentido, consideramos que ese cambio real -en su período de transición- podría ser posible a través de un modelo que podríamos denominarlo: SISTEMA COMUNITARIO RECIPROCO. Añadimos la palabra recíproco a comunitario para que no se confunda con comunismo o algún centralismo estatista. En todo caso, somos conscientes de que será un proceso en el que deberá primar la auto-recreación como fundamento básico de reconstrucción. Es decir, no al intervencionismo del Estado a todo nivel, ni al privatismo absolvedor, ni nada intermedio –a diferentes niveles- entre los dos, sino un sistema que conjuga proporcionalmente: Estado, mercado, y sociedad organizada. Siendo este último el principal y al que habrá que fortificar y consolidar organizando comunitaria y económicamente a la población para que pueda ser un sujeto con su propio poder de decisión y de contrapeso, a todo nivel y forma. Todo lo contrario a lo que han hecho los estatizadores y los privatizadores.
 
Para ello, el Estado principalmente debe vigilar al gran capital para que no se lleve demasiado (tributos) y dedicarse a fortalecer a las economías domésticas -con asesoría y promoción- para que a diferentes niveles vayan tomando más control de la economía. Por ejemplo, en el gobierno del presidente Correa se han manejado 120 mil millones de dólares, dinero que nunca antes ha tenido un gobierno. Ha hecho grandes obras a diferente nivel, más carreteras, más educación, más salud, etc. -lo que sigue siendo asistencialismo- pero lo más preocupante es que la plata ha ido a terminar a los grupos de poder que han hecho todas esas obras. Otra cosa hubiera sido que esa plata vaya a sectores medios y principalmente pequeños. Debe quedar claro, que las licitaciones las ganan las grandes empresas que pueden poner precios más bajos, pero otra cosa sería estimular alianzas entre los pequeños sectores para que puedan competir. O en última instancia -con otra ley- favorecer a los pequeños sectores, así salga más cara la obra.
 
Este solo es un ejemplo a un nivel todavía economicista y alto, pero sería el paso de inicio para empoderar paulatinamente a los sectores más pequeños económicamente pero poblacionalmente más grandes. De esta manera, paulatinamente se agrupen y se vayan organizando en nuevas unidades productivas colectivas y puedan jugar en otras condiciones con las empresas privadas pequeñas, medianas y especialmente con las grandes.
 
Pero lo principal de todo esto, sería el de darle un carácter ecológico y conciencial, caso contrario estos grupos comunitarios se convertirían en nuevos grupos capitalistas y nada más, como sucede con muchas comunidades y cooperativas actuales, que ahora solo giran por la rentabilidad y explotan a otras comunidades o sectores más empobrecidos. Para ello, se debería orientar está producción enfocando principalmente hacia lo nacional, para vivir de acuerdo a nuestras propias fuerzas, necesidades y realidades, dirigido a las grandes mayorías, nada suntuario, y con mucho respeto para la naturaleza.
 
Entonces, no se trata de profundizar el capitalismo (derecha) ni el estatismo (izquierda) o algo mezclado a diferentes profundidades -como se ha hecho anteriormente- si no de generar más producción directa desde abajo, pero no cualquier producción y peor irrespetando a la Madre Tierra. Se trata de que las mayorías tengan capacidad de producción, la cual debe ser sostenible y sustentable, con baja rentabilidad y sin que las más grandes aplasten o se coman a las más pequeñas sino seguiríamos en lo mismo, siendo ahí la clave de la existencia de un Estado regulador. La fuerza de competencia estará en ganarse al consumidor, por los precios más baratos y por la calidad de sus productos, y en última instancia una especie de dumping con el subsidio del Estado para ir desarmando paulatinamente al gran capital, que después ya no le interesará seguir en el Ecuador.
 
En otras palabras, no se trata de igualar a todos con una revolución redistribuidora y asistencialista desde el Estado (socialismo), ni la competitiva de un sector privado privilegiado que suelta migajas para que los trabajadores reproduzcan su fuerza laboral y compren sus productos (capitalismo), sino de una población organizada en diferentes estamentos productivos, geo-políticos y sociales, que no recibe la caridad del Estado y que son capaces de competir con el capital privado (vitalismo).
 
HACIA UNA ECONOMIA “EQUITABLE”
 
Repito, solo se trata de un período de transición y deberá ser profundizado paulatinamente hasta llegar a un sistema de equidad entre lo privado, lo estatal y lo comunitario, donde podrá siempre funcionar el capital y la iniciativa privada pero ya no la oligopólica ni la monopólica, el Estado tendría su cierta presencia, pero la iniciativa básica y fundamental sería más que todo de la comunitaria (más del 50%). Es decir, no habría un Estado paternalista que maneja la educación, la salud, etc., ni un sistema donde lo privado individualista maneja la gran producción, sino un sistema en que el pueblo organizado en diferentes formas de asociación genera y coordina la educación, salud, y demás actividades productivas.
 
Un pueblo participativo que controla personalmente su propio destino sin recibir dádivas ni del Estado ni del gran capital, sino que organizado en diferentes formas colectivas es autodependiente. Cuyo propósito máximo sea llegar a estabilizar proporcionalmente la economía entre todas las fuerzas, y no propender al crecimiento capitalista ni al desarrollismo socialista. Que crezca pero no ilimitadamente (neoliberalismo: crecimiento ilimitado) y no se encamine al desarrollo o progreso (neosocialismo: prosperidad económica) sino a la estabilidad y a la complementariedad en forma integral y holística. Todo esto guiado por una conciencia vitalista, es decir, una conciencia de equilibrio, de armonía, de simbiosis, de sinergia, de homeostasis, para consigo mismo (individualidad), las formas comunitarias humanas (colectividad) y con la gran mancomunidad natural (totalidad).
 
OTRA TECNOLOGIA Y OTRA NOCION DE LA POBREZA
 
Esto implicará generar otra tecnología, ciencia y sabiduría. No copiar ni reproducir la tecnología y ciencia depredadora del “primer mundo”, ni será nuestro propósito ser como ellos, -más bien ellos deberán ahora aprender de nosotros-. Y ese sistema es el Sumakawsay o Vitalismo Armónico, que no es una nueva aventura ni un nuevo experimento, como tampoco la reproducción a rajatabla del pasado, sino la aplicación de principios y leyes milenarias de todos los pueblos de la humanidad, aplicados a las condiciones y situaciones actuales. Es nuestro deber dar un salto a lo hecho por nuestros abuelos, y quizás más profundo al que ellos llegaron. Esa sería la capacidad de apoyarse en la experiencia antigua sin lanzarse a una nueva aventura, sino valorar lo vivido pero siendo capaces de dar nuestro aporte a este tiempo y a esta condición tecnológica que ha creado el materialismo y el mecanicismo. Tomar lo más rescatable de la racionalidad (masculino-cerebro izquierdo) y acompañarle con el componente sensitivo (femenino-cerebro derecho) para generar una humanidad integral, holística, sistémica, sensible y amorosa.
 
Todo esto nos lleva a replantear y reformular la noción de la pobreza y de la riqueza. La riqueza no es principalmente económica ni debe ser el centro de la vida. La principal riqueza es ecológica, es la madre naturaleza que nos contiene, sostiene y mantiene. Sin ella no somos nada. En este sentido, ¿quiénes son ricos? Aquellos pueblos que viven en armonía con la naturaleza, y los pobres, son aquellos más plásticos y más robotizados. Es decir, nuestro propósito no será mecanizarnos más sino naturalizarnos más. Esto no quiere decir vivir sin tecnología, quiere decir vivir con una tecnología en armonía con la naturaleza y en contrapartida a la actual tecnología y ciencia depredadora. Por lo tanto, no es el hombre el centro de la vida (socialismo), y peor el capital (capitalismo), es la vida en su conjunto (vitalismo). Quién sostiene al ser humano es la naturaleza y no al revés.
 
Siendo ahora el desafío para esta humanidad de satisfacer sus necesidades pero sin alterar la estabilidad de la vida. Es comprender, que no se trata de ser ricos en claustros y en medio de desiertos cada vez más grandes (cambio climático). Eso es pobreza. La riqueza, es vivir respetando la naturaleza, es decir, en conjunción con los ciclos, períodos, formas de la naturaleza, las cuales se ajustan a principios y leyes de reciprocidad, complementariedad, correspondencia, integralidad, alternabilidad, ciclicidad, estabilidad. Todo lo contrario a los esquemas de hoy: competencia, rentabilidad, eficiencia, desarrollo, progreso, excelencia. Hay una gran diferencia entre Vivir Mejor, a costa de los demás y de la naturaleza, y Vivir en Armonía con los demás y con la naturaleza. Esa es la revolución de hoy en día, es una revolución de conciencia, no principalmente económica sino trastrocadora de los valores y del tipo de relación con la naturaleza. Es una revolución de humildad para mirarse en el mismo nivel con la naturaleza. Es una revolución de respeto, para no cuidar a la naturaleza ni para explotarla sino para respetarla, lo cual empieza por aprender a respetarse a sí mismo, quién no respeta a los otros, sea naturaleza humana o extra-humana, no respeta realmente nada. No es una revolución ecológica, es mucho más que eso, es una revolución espiritual o conciencial, es una revolución de integralidad y totalidad.

Atawallpa Oviedo Freire

VITALISMO: POR UN NUEVO MUNDO DE RELACION ARMÓNICA
www.vitalismoandino.blogspot.com

No hay comentarios: