Sistema Comunitario Recíproco
Atawallpa Oviedo Freire
Hasta ahora se han
experimentado cantidad de modelos políticos, sociales y económicos en el
mundo entero, sin que ninguno haya resuelto o al menos disminuido las
desigualdades sociales y peor reducido las brechas entre ricos y pobres.
Las últimas aventuras estuvieron enmarcadas en las propuestas
neoliberales del dios mercado, el cual -se creía- que por sí solo se
encargaría de resolver todos los males de la humanidad. Esta teoría fue
promulgada y efectivizada por la derecha más recalcitrante, procediendo a
privatizar lo que más podía y desvalijando al Estado hasta el mínimo.
El diablo era el Estado y el mercado era Dios (para la izquierda era al
revés), por lo que había que suprimir la intervención del Estado en la
producción y en la economía, como de igual manera los beneficios
sociales provenientes desde el Estado. Pues según ellos, los grandes
capitales
se encargarían de generar las fuentes de trabajo y vendría la “dolce
vita” para todos y consecuentemente el “fin de la historia”, según
Fukuyama.
Este dogma de derecha
intentaba contradecir las propuestas socialdemócratas -de Europa
principalmente-, quienes habían creado una cantidad de subsidios y
prebendas sociales para aligerar la carga de vida de los sectores con
menos recursos. Pero principalmente la oposición total fue contra el
estatismo centralizador marxista, que fracasara rotundamente en su
experiencia socialista estatizante. El modelo de centro -de derecha o de
izquierda-, que tampoco diera resultados positivos, solo fue un momento
de esperanza para luego convertirse en una gran carga presupuestaria
para el Estado. Por eso, ahora los neoliberales en Europa están tratando
de cortar los subsidios para disminuir la brecha fiscal, lo que ha
“indignado” a muchos en vista de que se están quedando sin nada.
En resumen, el dogma
neoliberal no solo intentó cortar con los beneficios sociales sino
desbaratar todo el Estado que había construido la socialdemocracia y
justificando sus posturas radicales ante el debacle del socialismo real
que había estatizado todo y el cual condujo a una gran crisis, igual o
peor, a la de los neoliberales. Es decir, hemos vivido una serie de
vueltas que como círculo vicioso conducen a lo mismo: del estatismo al
privatismo, de la libertad de mercado a la justicia social, del
desarrollo al crecimiento, del progreso a la concentración de la
riqueza, etc. En otras palabras hemos vivido el capitalismo estatista
(socialistas y comunistas - izquierda), el capitalismo desarrollista
(socialdemocracia - centro) y el capitalismo “salvaje” (neoliberales -
derecha), apareciendo en un momento y otro, y repitiéndose una y otra
vez con simples
modificaciones. Unos apostando y principalizando al Estado, otros al
mercado, y unos terceros intermediando entre los dos, a diferentes
niveles, profundidades y formas, en cada rincón del planeta. Pero lo
único cierto, es que ninguno ha tenido un resultado beneficioso para las
inmensas mayorías de la humanidad.
LA IZQUIERDA NO APRENDE
L a “nueva izquierda”
en el mundo entero ahora se juega con otros bandos, aunque hay otros
que siguen anclados en las viejas teorías de la revolución violenta y
otros con el marxismo ortodoxo (que no necesariamente entienden a Marx).
Sin embargo, hay quienes hacen nuevos acomodos y desarrollos
folclóricos, pero todos siguen creyendo en última instancia en el
socialismo filosófico originario, especialmente como fin. Para ello, hay
quienes quieren seguir fortificando al Estado -aunque dicen- sin
cometer los errores anteriores, otros le apuestan como centro al
ecologismo, aquellos que se abren paso tomando como impulso y
complemento a principios y elementos de las culturas primordiales, etc.
Así todos apuntan a construir su socialismo, a diferentes formas y
niveles: socialismo marxista, socialismo revolucionario, socialismo del
siglo XXI, socialismo del buen vivir,
etc. Y cada uno con sus visiones de transición para la gran
transformación que esperan.
Actualmente en el
Ecuador la estrategia de la “revolución ciudadana” apunta a fortificar
al Estado con el propósito de mejorar el capitalismo para luego
construir el socialismo, según palabras propias del presidente Correa.
Su argumento es que primero hay que “salir de la pobreza”, pues
mientras no haya mejores condiciones de vida no habrá cambio posible, y
la táctica es hacer muchas obras sociales y servicios gratuitos para
las grandes mayorías por parte del Estado.
Pero, lo que se ha
conseguido, es por un lado aumentar la brecha entre ricos y pobres, y
por otro lado, profundizar el asistencialismo y la dependencia. El mismo
gobierno lo anota, y sin darse cuenta de lo que realmente significa: “nunca antes los grandes grupos económicos estuvieron mejor y los excluidos estuvieron menos peor”. En
otras palabras: nunca antes los grandes grupos económicos estuvieron
muchísimo más ricos y los pobres poquísimo menos pobres. Cuando en esta
lógica, lo interesante sería decir al revés: nunca antes los grandes
grupos económicos estuvieron peor y los excluidos estuvieron mucho
mejor.
No se trata de que
los mismos de siempre ahora tengan 30 veces más de lo que tenían antes y
los excluidos tan solo 3 veces más. Por ejemplo, solo la banca en 6
años del gobierno de la revolución ciudadana ha ganado 1600 millones de
dólares, y ahora a los más pobres les aumentan de 35 a 50 dólares a
través de un miserable bono que fortifica la dependencia sistémica y la
psicología clientelar, y a eso ahora le llaman eufemísticamente
“redistribución de la riqueza”. Cuando debería ser al revés, para creer
que se está generando un cambio verdadero. Aquí lo único que ha sucedido
es que los ricos tienen más festines y los pobres más cantidad de
migajas debajo de la mesa.
Alguien podría
argumentar, que sin embargo hay una gran obra social que
compensa lo que
los pobres no han obtenido directamente. Pero lo único que están
consiguiendo es crear un gran Estado, que ahora tiene plata para
mantener esas asistencias, pero cuando se ahonde la crisis mundial, el
cambio ecológico, o la deuda comience a hacer presa, la situación se
verá compleja. No habrán los recursos para pagar los préstamos de todas
esas obras y peor para sostener los proyectos sociales en marcha, y
nuevamente se verán obligados a dictar nuevas políticas de ajuste o
cortar esos recursos, como están haciendo actualmente en Europa sus
gobiernos.
Así, estaríamos repitiendo los errores que en otros lugares
ya han vivido, y que nosotros también ya lo experimentáramos, por
ejemplo con el “boom” petrolero en los años 70 del siglo pasado, y no
hubo ningún cambio como
se pregonaba.
En otras palabras, lo
que estamos viendo es en última instancia el mismo método de la vieja
socialdemocracia y de cierto socialismo que cree en el asistencialismo y
en el clientelismo, y paralelamente fortificando al Estado caudillista y
centralizado.
Prácticas fracasadas en el mundo entero. Ni el Estado
salvador ni el chorreo de los grupos de poder han sido la salida, pues
la única posibilidad de cambio estará dado cuando los excluidos tengan
poder económico y político propio y directo, sin ninguna representación
de ciertos salvadores de izquierda o de derecha, que “luchan” o “crean
las fuentes de trabajo” para ellos. Mientras sigan de mendigos,
dependiendo de una u otra forma del Estado o de las grandes capitales,
todo seguirá igual. Mientras permanezca cualquier tipo y forma de dependencia, ninguna revolución por más radical que sea,
logrará un cambio verdadero y profundo. Solo se pasará de un extremo a otro.
SISTEMA COMUNITARIO RECIPROCO
En el Sumakawsay no
existe la palabra y peor el concepto de gratuidad o de altruismo. Se
considera como algo distorsionador o deformador a toda situación que no
funcione dentro del principio de reciprocidad o de ida y vuelta. Toda
donación o entrega en la que no hay devolución genera desequilibrio. La
base del Sumakawsay está en la capacidad de intercambiar, caso contrario
se genera a largo plazo acaparamiento o concentración –de un lado-, y
de sumisión o de sobrevivencia -por el otro lado-. Por eso promueve el
equilibrio en toda forma de expresión de vida, el cual está en la
capacidad de que los participantes puedan medir sus fuerzas y despertar
su propio poder, caso contrario se provoca el mando por uno y la
obediencia del otro. Si alguien tiene algún tipo de poder mayor siempre
sacara ventaja de una u otra forma, pues utilizará su superioridad con
alguna
intención psicológica, ideológica, religiosa o política, de por medio.
Nadie da nada sin algún interés por debajo. Quien no tiene poder siempre
estará supeditado al que tiene poder, el cual tiene el poder de decirle
cómo pensar y qué hacer, bajo el argumento de que le está ayudando.
De ahí que en el
Sumakawsay jamás se practicaría ninguna forma de caridad, benevolencia,
beneficencia, paternalismo, todo lo cual atentaría contra la vida de la
persona y de toda la comunidad, al haber de un lado donadores y de otro
solo receptores. Se pondría en peligro el mantenimiento estable,
respetuoso, armónico y balanceador de la comunidad y de la vida. En la
naturaleza nada funciona por la asistencia de unos a otros sino por la
coparticipación mutua, por formas de conjunción interactiva. La
experiencia civilizatoria religiosa ha demostrado que toda forma de
asistencialismo es condenar de por vida a alguien a no tener su propio
poder. En ese modelo siguen siempre aumentando cada vez más los
menesterosos. De ahí que es una demagogia la caridad estatal de la
gratuidad o de las ayudas a los pobres, y el romanticismo de las
iglesias, fundaciones y de las damas
de sociedad, que así buscan exculpar sus pecados.
En este sentido, consideramos que ese cambio real -en su período de transición- podría
ser posible a través de un modelo que podríamos denominarlo: SISTEMA
COMUNITARIO RECIPROCO. Añadimos la palabra recíproco a comunitario
para que no se confunda con comunismo o algún centralismo estatista. En
todo caso, somos conscientes de que será un proceso en el que deberá
primar la auto-recreación como fundamento básico de reconstrucción. Es
decir, no al intervencionismo del Estado a todo nivel, ni al privatismo
absolvedor, ni nada intermedio –a diferentes niveles- entre los dos,
sino un sistema que conjuga proporcionalmente: Estado, mercado, y
sociedad organizada. Siendo este último el principal y al que habrá que
fortificar y consolidar organizando comunitaria y económicamente a la
población para que pueda ser un sujeto con su propio poder de
decisión y de contrapeso, a todo nivel y forma. Todo lo contrario a lo
que han hecho los estatizadores y los privatizadores.
Para ello, el Estado
principalmente debe vigilar al gran capital para que no se lleve
demasiado (tributos) y dedicarse a fortalecer a las economías domésticas
-con asesoría y promoción- para que a diferentes niveles vayan tomando
más control de la economía. Por ejemplo, en el gobierno del presidente
Correa se han manejado 120 mil millones de dólares, dinero que nunca
antes ha tenido un gobierno. Ha hecho grandes obras a diferente nivel,
más carreteras, más educación, más salud, etc. -lo que sigue siendo
asistencialismo- pero lo más preocupante es que la plata ha ido a
terminar a los grupos de poder que han hecho todas esas obras. Otra cosa
hubiera sido que esa plata vaya a sectores medios y principalmente
pequeños. Debe quedar claro, que las licitaciones las ganan las grandes
empresas que pueden poner precios más bajos, pero otra cosa sería
estimular
alianzas entre los pequeños sectores para que puedan competir. O en
última instancia -con otra ley- favorecer a los pequeños sectores, así
salga más cara la obra.
Este solo es un ejemplo a un nivel todavía economicista y alto, pero sería el paso de inicio para empoderar
paulatinamente a los sectores más pequeños económicamente pero
poblacionalmente más grandes. De esta manera, paulatinamente se agrupen y
se vayan organizando en nuevas unidades productivas colectivas y puedan
jugar en otras condiciones con las empresas privadas pequeñas, medianas
y especialmente con las grandes.
Pero lo principal de
todo esto, sería el de darle un carácter ecológico y conciencial, caso
contrario estos grupos comunitarios se convertirían en nuevos grupos
capitalistas y nada más, como sucede con muchas comunidades y
cooperativas actuales, que ahora solo giran por la rentabilidad y
explotan a otras comunidades o sectores más empobrecidos. Para ello, se
debería orientar está producción enfocando principalmente hacia lo
nacional, para vivir de acuerdo a nuestras propias fuerzas, necesidades y
realidades, dirigido a las grandes mayorías, nada suntuario, y con
mucho respeto para la naturaleza.
Entonces, no se trata
de profundizar el capitalismo (derecha) ni el estatismo (izquierda) o
algo mezclado a diferentes profundidades -como se ha hecho
anteriormente- si no de generar más producción directa desde abajo, pero
no cualquier producción y peor irrespetando a la Madre Tierra. Se trata
de que las mayorías tengan capacidad de producción, la cual debe ser
sostenible y sustentable, con baja rentabilidad y sin que las más
grandes aplasten o se coman a las más pequeñas sino seguiríamos en lo
mismo, siendo ahí la clave de la existencia de un Estado regulador. La
fuerza de competencia estará en ganarse al consumidor, por los precios
más baratos y por la calidad de sus productos, y en última instancia una
especie de dumping con el subsidio del Estado para ir desarmando
paulatinamente al gran capital, que después ya no le interesará seguir
en el Ecuador.
En otras palabras, no
se trata de igualar a todos con una revolución redistribuidora y
asistencialista desde el Estado (socialismo), ni la competitiva de un
sector privado privilegiado que suelta migajas para que los trabajadores
reproduzcan su fuerza laboral y compren sus productos (capitalismo),
sino de una población organizada en diferentes estamentos productivos,
geo-políticos y sociales, que no recibe la caridad del Estado y que son
capaces de competir con el capital privado (vitalismo).
HACIA UNA ECONOMIA “EQUITABLE”
Repito, solo se trata
de un período de transición y deberá ser profundizado paulatinamente
hasta llegar a un sistema de equidad entre lo privado, lo estatal y lo
comunitario, donde podrá siempre funcionar el capital y la iniciativa
privada pero ya no la oligopólica ni la monopólica, el Estado tendría su
cierta presencia, pero la iniciativa básica y fundamental sería más que
todo de la comunitaria (más del 50%). Es decir, no habría un Estado
paternalista que maneja la educación, la salud, etc., ni un sistema
donde lo privado individualista maneja la gran producción, sino un
sistema en que el pueblo organizado en diferentes formas de asociación
genera y coordina la educación, salud, y demás actividades productivas.
Un pueblo
participativo que controla personalmente su propio destino sin recibir
dádivas ni del Estado ni del gran capital, sino que organizado en
diferentes formas colectivas es autodependiente. Cuyo propósito máximo
sea llegar a estabilizar proporcionalmente la economía entre todas las
fuerzas, y no propender al crecimiento capitalista ni al desarrollismo
socialista. Que crezca pero no ilimitadamente (neoliberalismo:
crecimiento ilimitado) y no se encamine al desarrollo o progreso
(neosocialismo: prosperidad económica) sino a la estabilidad y a la
complementariedad en forma integral y holística. Todo esto guiado por
una conciencia vitalista, es decir, una conciencia de equilibrio, de
armonía, de simbiosis, de sinergia, de homeostasis, para consigo mismo
(individualidad), las formas comunitarias humanas (colectividad) y con
la gran mancomunidad natural
(totalidad).
OTRA TECNOLOGIA Y OTRA NOCION DE LA POBREZA
Esto implicará
generar otra tecnología, ciencia y sabiduría. No copiar ni reproducir la
tecnología y ciencia depredadora del “primer mundo”, ni será nuestro
propósito ser como ellos, -más bien ellos deberán ahora aprender de
nosotros-. Y ese sistema es el Sumakawsay o Vitalismo Armónico, que no
es una nueva aventura ni un nuevo experimento, como tampoco la
reproducción a rajatabla del pasado, sino la aplicación de principios y
leyes milenarias de todos los pueblos de la humanidad, aplicados a las
condiciones y situaciones actuales. Es nuestro deber dar un salto a lo
hecho por nuestros abuelos, y quizás más profundo al que ellos llegaron.
Esa sería la capacidad de apoyarse en la experiencia antigua sin
lanzarse a una nueva aventura, sino valorar lo vivido pero siendo
capaces de dar nuestro aporte a este tiempo y a esta condición
tecnológica que ha creado
el materialismo y el mecanicismo. Tomar lo más rescatable de la
racionalidad (masculino-cerebro izquierdo) y acompañarle con el
componente sensitivo (femenino-cerebro derecho) para generar una
humanidad integral, holística, sistémica, sensible y amorosa.
Todo esto nos lleva a
replantear y reformular la noción de la pobreza y de la riqueza. La
riqueza no es principalmente económica ni debe ser el centro de la vida.
La principal riqueza es ecológica, es la madre naturaleza
que nos contiene, sostiene y mantiene. Sin ella no somos nada. En este
sentido, ¿quiénes son ricos? Aquellos pueblos que viven en armonía con
la naturaleza, y los pobres, son aquellos más plásticos y más
robotizados. Es decir, nuestro propósito no será mecanizarnos más sino
naturalizarnos más. Esto no quiere decir vivir sin tecnología, quiere
decir vivir con una tecnología en armonía con la naturaleza y en
contrapartida a la actual tecnología y ciencia depredadora. Por lo
tanto, no es el hombre el centro de la vida (socialismo), y peor el
capital (capitalismo), es la vida en su conjunto (vitalismo). Quién
sostiene al ser
humano es la naturaleza y no al revés.
Siendo ahora el
desafío para esta humanidad de satisfacer sus necesidades pero sin
alterar la estabilidad de la vida. Es comprender, que no se trata de ser
ricos en claustros y en medio de desiertos cada vez más grandes (cambio
climático). Eso es pobreza. La riqueza, es vivir respetando la
naturaleza, es decir, en conjunción con los ciclos, períodos, formas de
la naturaleza, las cuales se ajustan a principios y leyes de
reciprocidad, complementariedad, correspondencia, integralidad,
alternabilidad, ciclicidad, estabilidad. Todo lo contrario a los
esquemas de hoy: competencia, rentabilidad, eficiencia, desarrollo,
progreso, excelencia. Hay una gran diferencia entre Vivir Mejor, a costa
de los demás y de la naturaleza, y Vivir en Armonía con los demás y con
la naturaleza. Esa es la revolución de hoy en día, es una revolución de
conciencia, no principalmente
económica sino trastrocadora de los valores y del tipo de relación con
la naturaleza. Es una revolución de humildad para mirarse en el mismo
nivel con la naturaleza. Es una revolución de respeto, para no cuidar a
la naturaleza ni para explotarla sino para respetarla, lo cual empieza
por aprender a respetarse a sí mismo, quién no respeta a los otros, sea
naturaleza humana o extra-humana, no respeta realmente nada. No es una
revolución ecológica, es mucho más que eso, es una revolución espiritual
o conciencial, es una revolución de integralidad y totalidad.
Atawallpa Oviedo Freire
VITALISMO: POR UN NUEVO MUNDO DE RELACION ARMÓNICA
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