La
historiadora Pilar Folguera (Universidad Autónoma de Madrid) estuvo de
visita en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la
Universidad de la República.
KARINA THOVE
PUBLICADO el Domingo 30 de septiembre, 2012
- Archivado en:
- La República de las Mujeres
¿Qué valor tiene para la historia rescatar los testimonios orales e incorporarlo en su relato? ¿Sigue siendo cuestionable llamar a esto “historia” o no?
La historia oral es una metodología y así la reivindicamos los historiadores para rescatar el pasado, de un colectivo, en un determinado marco histórico, coyuntura política, etc. Fue muy reivindicada en su momento, no solo por el movimiento feminista sino por toda la historia social que pretendía rescatar el pasado de los colectivos que tradicionalmente no habían tenido voz. La historia que se estudia y se enseña en las universidades hasta los años 60/70 es una historia de las elites, una historia política.
El boom de la historia social lleva consigo la necesidad de rescatar otras fuentes: de los movimientos sociales, campesinos, de las organizaciones sindicales, los colectivos feministas, tan importantes en esos años de la segunda oleada feminista que ayudan a transformar la realidad social y política, en el caso español, de forma determinante. En ese contexto, las voces de las mujeres son especialmente relevantes porque al día de hoy los documentos escritos que emergen de esos colectivos feministas son muy reducidos: son folletos mal catalogados, depositados en archivos privados y personales a los que no hay forma de acceder y por eso se vuelve tan importante el testimonio oral.
Esta investigación que usted hace en España. ¿se está haciendo en toda Europa?
Sí. El feminismo académico es muy potente y, en particular, las historiadoras están empeñadas en recuperar esos testimonios de mujeres que protagonizaron, fueron líderes o participaron de los movimientos feministas de los 70 y 80. De todos modos, tengo que decir que la realidad europea es muy diversa: nada que ver la situación de democracia consolidada en el centro de Europa con la situación de dictaduras y transiciones democráticas que se dan en Portugal, España o Grecia, por ejemplo.
Aquellas feministas
-En el caso concreto de su país, es un momento de recuperación de la democracia tras una muy larga dictadura. Hay un enorme deseo de “ponerse al día” con un montón de temas.
Es impresionante como España, desde 1975 –año en que se inicia la transición democrática- se pone al día con Naciones Unidas, la Unión Europea, al punto de avanzar más que otros países con democracias consolidadas. ¿Por qué se produce esto? En gran medida por la actuación de los movimientos feministas.
En el rescate de los testimonios que usted hace de las mujeres que participaron en el movimiento feminista de los 70 y 80, hay un recuerdo de un gran fervor por querer participar y luego viene un natural desencanto, sobre todo con las estructuras político-partidarias. Pero hay grandes logros: la legalización de los anticonceptivos, el divorcio…
La ley del aborto del año 1985 y la ley de divorcio de 1981 son leyes muy avanzadas para la época, en parte porque es un gobierno de izquierdas (Partido Socialista Obrero Español-PSOE) pero también porque la opinión pública así lo demandaba.
¿Qué pasó con ese movimiento feminista que, en un primer momento, participaba de las grandes discusiones teóricas –marxismo, socialismo, liberalismo- y luego se fue desencantando?
Una vez afianzada la democracia, se afronta la reforma del Estado. Gran parte de las reivindicaciones de las mujeres las asumen las instituciones a través de mujeres provenientes del movimiento feminista o de los partidos que se incorporan a trabajar, y una parte muy importante deriva hacia la universidad.
El desencanto no solo es de las feministas sino de todos los movimientos sociales que habían diseñado una salida más avanzada de la que finalmente se logró.
¿Qué pasó en la academia? Porque allí también hay que distinguir varios momentos: los “estudios de la mujer”, “teoría feminista”, “enfoques de género”…
Se han consolidado en toda Europa. España tiene en todas las universidades centros de estudios de género o feministas, muy potentes en cuanto a posgrados, investigaciones, tesis doctorales pero, la pregunta que nos hacemos es en qué medida esa producción permea en el resto de la academia. Ahora en todos los grados, en todas las carreras hay asignaturas de género; sin embargo el sesgo sexista sigue estando: en grados de humanidades donde las académicas son muy fuertes ha habido bastantes transformaciones, pero en los grados de ingeniería o incluso derecho no tanto.
Políticas de conciliación y cuidados
Por lo general, los estudios de género tienen una gran presencia femenina y pocos varones interesados en abordar esta perspectiva.
Sí, pero ahí ya vamos a la segunda parte de la investigación, a la segunda generación de españolas que he entrevistado, que ha asumido e interiorizado muchas de las reivindicaciones del feminismo aunque no esté organizada como tal. Son mujeres con una larga trayectoria educativa y no quieren que se las sitúe en un plano secundario.
Usted seleccionó jóvenes de alto nivel académico para hacer esa segunda parte de la investigación, ¿por qué?
Tuve que elegir por necesidades presupuestarias. Son todas profesionales.
¿
Qué pasa con todas las demás, las que no llegan a ese alto nivel educativo? ¿Cómo perciben esto?
Yo creo que partir o desarrollar su vida en un marco igualitario es igual para las profesionales y las que no lo son. Ahora bien, ese igualitarismo, ese reconocimiento que se da como evidente, no implica que las mujeres jóvenes no experimenten desequilibrios en el mundo de los sentimientos, de las relaciones afectivas. La sociedad no entiende la necesidad de conciliar vida profesional y vida personal, muy especialmente cuando las mujeres se plantean tener hijos aparecen los problemas laborales y en la vida familiar.
La desigualdad se vuelve evidente.
Exactamente. Los testimonios que recojo de médicas, psicólogas, etc. cuando se plantean tener el primer hijo, dan cuenta que la carrera tan competitiva es difícil, que su pareja no siempre entiende que hay que compartir tareas para que sus carreras corran paralelas…
La mujer tiene que elegir: o se desarrolla profesionalmente o si va a apostar a tener una familia, su trabajo tiene que pasar a un segundo plano.
Sí, con una gran desorientación general. La anterior generación contaba con un marco referencial colectivo -discusiones, debates sobre sexualidad, educación, control de natalidad, etc-. Hoy no se da ese marco, entonces estas contradicciones se resuelven a nivel individual. Eso genera desajustes, desorientaciones, frustraciones.
Está diciendo que este tema no está en la agenda pública o no está con la fuerza que debería tener.
Teóricamente está. Hay una ley de igualdad del año 2007 que obliga a las empresas, universidades, Estado, a poner en marcha medidas de conciliación en la vida familiar y laboral. Las leyes pues siempre se saltan y más en una situación de recesión como la que está pasando España, porque las medidas de conciliación son caras. Los momentos en que se han conseguido mayores reivindicaciones por parte de las mujeres son momentos de expansión del capitalismo, cuando el capitalismo necesita mano de obra calificada y con plenos derechos. Ese no es el caso del momento actual, entonces las primeras en ser afectadas son las mujeres o los hijos que tenían previsto tener las mujeres porque, puestas a elegir, eligen el trabajo y dicen no a la maternidad. Eso genera frustración y un impacto económico fuerte: una población envejecida que no cubre la tasa de reposición es una sociedad enferma que genera unos costos brutales.
Todas estas políticas de conciliación y cuidados habría que trasladarlas también a los hombres y no vincular la responsabilidad solamente en relación a la maternidad.
Ya hay muchos estudios cualitativos sobre la actitud de los hombres respecto a la maternidad y la conciliación. La actitud masculina ha cambiado, entre otras cosas porque las mujeres no quieren hombres que no ayuden en casa, que no cocinen, que mantengan esos roles sociales de prepotencia. Todavía son pocos los que usan las leyes que han ampliado los permisos por paternidad.
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