domingo, 12 de agosto de 2012

Llega la hora del Pinochet africano

Por: | 10 de agosto de 2012

El sanguinario dictador chadiano Hissène Habré, bajo cuyo mandato, entre 1982 y 1990, fueron asesinadas unas 40.000 personas y torturadas de manera cruel otras 200.000, vive desde hace 21 años en Dakar, la capital de Senegal, sin demasiados sobresaltos. Hasta ahora, los intentos de que fuera llevado ante la Justicia por parte de las asociaciones de víctimas y de las organizaciones de Derechos Humanos habían sido en balde porque tropezaban, una y otra vez, con el muro de protección que el presidente senegalés Abdoulaye Wade había construido en torno a Habré. La caída de Wade, sin embargo, ha cambiado el escenario y todo apunta a que el dictador chadiano, a punto de cumplir los 70, será juzgado en Senegal este mismo año.

3653332-5349823Hissène Habré / AFP

Hissène Habré nació en 1942 cuando el Chad era aún colonia francesa. Tras su participación en varios grupos guerrilleros y haber alcanzado el puesto de ministro de Defensa, Habré se aúpa a la Presidencia de su país en 1982 tras liderar un golpe de estado que contó con el apoyo francés y estadounidense. Por aquel entonces, Libia había ocupado militarmente el norte de Chad y las potencias occidentales temían al expansionismo del coronel Gadafi. Por eso decidieron apoyar a este miembro de la etnia tubu que pretendía expulsar a los libios del suelo chadiano.

Sin embargo, Habré no sólo se empleó a fondo contra el Ejército libio, al que acabó por echar de Chad en 1987, sino que destinó buena parte de sus energías en una brutal campaña contra sus opositores y miembros de otras etnias del país. Organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch aseguran que durante sus ocho años de mandato (en 1990 fue derrocado por un golpe de estado tras perder el apoyo occidental) el régimen asesinó a unas 40.000 personas y torturó salvajemente a otras 200.000.

La represión que alcanzó a todos los rincones de Chad era dirigida por la policía política de Habré, la temida Dirección de Documentación y Seguridad, conocida como la DDS, que se hizo tristemente famosa por su crueldad. Numerosas pruebas y testimonios de lo ocurrido en Chad durante esos años se pueden ver en el documental El cazador de dictadores en el que se reconstruyen muchos episodios de torturas y asesinatos a través de la investigación que ha llevado a cabo el popular abogado Reed Brody para la ONG Human Rights Watch.

En dicho documental se habla del centro de reclusión de La Piscine. Como su propio nombre indica se trata de una antigua piscina de la época de los franceses cuyo vaso fue techado con hormigón. Debajo, la DDS construyó angostas celdas de 3x2 en las que se hacinaban hasta treinta prisioneros sin apenas agua, comida y con solo una minúscula ventana al exterior. El calor en estas celdas era tan grande, con el sol de Djamena castigando con dureza en el hormigón, que muchos presos morían en cuatro o cinco días literalmente asfixiados. En muchas ocasiones, los cadáveres permanecían varios días hasta que eran retirados y los otros prisioneros tenían que dormir encima de los muertos.

Uno de los métodos de tortura más empleados en Chad en aquellos años era el arbatachar, mediante el cual se atan los brazos y las piernas de las víctimas por detrás del cuerpo y se les obliga a permanecer en esta forzada, incómoda y dolorosísima posición durante días. Las consecuencias más frecuentes eran la pérdida de circulación sanguínea, parálisis, heridas abiertas por las ligaduras y gangrena. El uso de corriente eléctrica, ahogamientos y otras técnicas de tortura también ha sido documentado por HRW, que por todo ello ha bautizado a Hissène Habré como el Pinochet africano.

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Tras ser derrocado con la ayuda de los servicios secretos franceses por el que fuera su jefe de estado mayor, el actual presidente chadiano Idriss Déby, el dictador Habré huyó a Camerún y se exilió, poco después, en Senegal. A partir de entonces las asociaciones de víctimas y los organismos internacionales de Derechos Humanos comenzaron una campaña para llevar a Habré ante la Justicia, iniciativa que dio sus primeros frutos diez años después, en el 2000, cuando un juez senegalés, Demba Kandji, admitió a trámite la acusación por torturas y puso a Habré en arresto domiciliario. Sin embargo, la alegría duró poco a las víctimas porque, semanas después, la Corte de Apelación senegalesa declaró que la Justicia de este país no era competente para perseguir estos crímenes que no habían sido cometidos en Senegal.

Las víctimas cambian entonces de estrategia y consiguen, un año después, que un juez belga abra un procedimiento contra Habré por crímenes contra la Humanidad, crímenes de guerra y actos de tortura. En 2005, tras numerosas investigaciones y recabar cientos de testimonios, este juez dicta una orden de arresto internacional contra el viejo dictador. Senegal, ahora sí, se ve obligado a reaccionar, pero su respuesta es tibia. Detienen a Habré y elevan una consulta a la Unión Africana. El 2 de julio de 2006 el organismo panafricano da su respuesta: Senegal debe juzgar al criminal “en nombre de toda África”.

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Víctimas del dictador chadiano en 2005 en Djamena / HRW

En un principio, el presidente senegalés, Abdoulaye Wade, parece aceptar el reto e inicia una serie de modificaciones en la legislación senegalesa para poder juzgar al ex presidente chadiano. Se crea una comisión de países e instituciones donantes para financiar el proceso, entre las que se encuentran la propia UA, Chad, Bélgica, Holanda, la UE, etc, que llegaron a comprometer 8,5 millones de euros. Pero, en realidad, Wade, quien había pedido 27 millones para juzgar a Habré, 8 de los cuales irían para reformar el Palacio de Justicia de Dakar, seguía mostrando resistencias y dando largas al comienzo del juicio.

Una vez más, el viejo Wade decía una cosa y hacía otra. En diciembre de 2010 aseguró que “no es posible que un gran continente como África no pueda encontrar un país para juzgar a un africano” y sólo un mes después volvió a remitir el caso a la Unión Africana, insistiendo en que Senegal no era competente para juzgarle y basándose en un informe del Tribunal de la Cedeao. La UA exigió entonces su extradición a Bélgica, pero Senegal siguió mareando la perdiz. Mientras tanto, el sanguinario dictador ha seguido “bajo arresto domiciliario” en una lujosa mansión de uno de los barrios más chic de Dakar.

Sin embargo, cuando a finales de marzo pasado el candidato Macky Sall derrotaba en las urnas a Abdoulaye Wade en la disputa que ambos mantenían por la Presidencia de Senegal, el viejo Habré debió revolverse, inquieto, en su cómodo sillón. Niangan Sall, el riguroso Sall, como se conoce al actual presidente, llegaba como un huracán anunciando profundas reformas políticas y auditorías económicas y judiciales para saber hasta dónde había llegado el régimen de Wade. Y el proceso Hissène Habré no se iba a quedar fuera de los vientos de cambio.

Macky_sall_hillary_clinton_AP214493112035_fullwidth_620x350Macky Sall con Hillary Clinton, a principios de agosto en Dakar. / AP

El 20 de julio pasado, el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya volvió a pronunciarse. “Habré debe ser juzgado sin demora”. Y el Gobierno senegalés, ahora sí, respondió de manera inmediata: “Será juzgado en Senegal antes de que acabe 2012”. Detrás de esta respuesta contundente está, sin duda, la mano de Macky Sall, pero también y sobre todo la de la nueva ministra de Justicia senegalesa, la implacable Aminata Touré, 49 años, economista, estrecha colaboradora del nuevo presidente senegalés, del que fuera su jefa de gabinete, activa militante por los Derechos Humanos y la persona que más ha impulsado las investigaciones en curso que se ciernen sobre el régimen de Wade y que han llevado ante la Justicia al mismísimo hijo del presidente y hasta hace unos meses intocable superministro Karim Wade.

Por fin todo está listo para que Habré se vea las caras con la Justicia. Y por si fueran pocas señales, la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, anunció el pasado fin de semana en Dakar durante el comienzo de una visita por varios países africanos, que Estados Unidos aportaba un millón de dólares para este juicio. Las víctimas chadianas ven, al fin, una luz al final del túnel con el que será, sin duda, uno de los juicios más importantes que se hayan celebrado nunca en suelo africano.

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