Cuando en el año 1974 fue acuñada la expresión que da título a este artículo los países subdesarrollados, que demandaban en la asamblea de las Naciones Unidas cambios en las reglas de funcionamiento de la economía internacional que perpetuaban su pobreza, no podían imaginar que el nuevo orden se alumbraría en la primera década del siglo XXI, y encabezado por países que partían de posiciones tan heterogéneas como los BRIC (Brasil, Rusia, la India y China).
La evolución de la economía mundial en los últimos 200 años se caracteriza por la divergencia entre los países ricos y pobres. Si en los inicios de la revolución industrial la renta por habitante del país más rico del mundo (Reino Unido) era cuatro veces superior a la del país más pobre, en 2010 el PIB per cápita de Estados Unidos multiplicaba por 138 al de los habitantes de la República Democrática del Congo. Más de 200 años de desarrollo divergente en los que los países más ricos han aprovechado su superioridad económica y militar para explotar en su beneficio los recursos naturales de muchos países subdesarrollados, desestructurando a sociedades primitivas mediante la colonización, para instaurar una liberalización comercial asimétrica y para diseñar unas instituciones internacionales favorables a sus intereses.
La dinámica de crecimiento desigual se ha venido manteniendo en los dos últimos siglos, pero en la década de los ochenta del siglo pasado los países en desarrollo igualaron el crecimiento de los más ricos. Este comportamiento se acentuó en la década de los noventa, cuando el conjunto de los países en desarrollo superó ligeramente a los desarrollados, gracias al dinamismo de las economías asiáticas emergentes. Pero el gran cambio en la dinámica mundial se ha producido en la primera década del siglo XXI, en la que los países emergentes y en desarrollo aumentaron su PIB un 82,4% frente al 17,4% de las economías avanzadas. Entre los países que más han crecido en la última década se encuentran los recién salidos de conflictos bélicos o con grandes riquezas en recursos naturales, además de economías que se han recuperado tras las crisis financieras previas, como en América Latina o Asia. Pero sobre todos destaca China, con un avance acumulado del 170%, y la India, que ha duplicado el tamaño de su economía de 2001 a 2010. Los países emergentes asiáticos son los que más destacan, pero también muchos países de Europa Central y del Este, América Latina, Oriente Próximo e incluso África registran notables avances.
Según el análisis económico, los países más pobres tienen mayor potencialidad del crecimiento por la existencia de factores ociosos, pero es necesario que concurran ciertas circunstancias para que estos factores se activen. Entre estos factores el fenómeno de la globalización ha sido el más determinante, y no sólo por la apertura comercial y la liberalización financiera, sino porque la revolución tecnológica se ha extendido a más países y con más rapidez, por lo que el mapa de las ventajas competitivas se ha modificado a gran velocidad. Factores a los que debe sumarse la aplicación de políticas macroeconómicas ortodoxas por los países más dinámicos, después de las crisis financieras que algunos sufrieron en la década de los noventa.
Lo cierto es que los países emergentes están sufriendo la crisis económica con mucha menor intensidad que los países desarrollados y experimentan tasas medias de crecimiento muy superiores a las del conjunto de la OCDE, por lo que la participación de los países emergentes y en desarrollo en el PIB mundial aumenta cada año, gracias especialmente al concurso de los BRIC, países que no sólo se han convertido en exportadores de materias primas y manufacturas muy competitivas, sino que sus empresas se especializan en sectores como la informática, las finanzas, el cemento, la energía o la producción de automóviles, a la vez que sus fondos soberanos actúan de punta de lanza de su influencia internacional.
La emergencia de los países al desarrollo ha traído consigo una notable reducción de la pobreza y el ensanchamiento de las capas medias como fenómenos más positivos, pero, como consecuencia de lo anterior, un notable aumento del consumo de recursos naturales, con la elevación de los precios y efectos ambientales indeseados. También la creciente relevancia e influencia económica de algunos de los emergentes más significativos (China, Brasil, Rusia) les anima a reclamar una posición de relevancia política en las instituciones internacionales, con posiciones diferentes en algunos casos al consenso de los países desarrollados occidentales.
El nuevo orden internacional ya es una realidad. Un escenario crecientemente competitivo en el que se va a desenvolver el futuro de Andalucía. Las posibilidades de influir en sus instituciones básicas son muy limitadas, por lo que no nos queda más remedio que adaptarnos. Y más vale que sea cuanto antes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario