Un olor nauseabundo, mezcla de cuerpos carbonizados y neumáticos incendiados, flota en el aire. Decenas de cadáveres yacen entre los restos de una caravana destruida por las llamas allí donde terminó el reinado de Muamar Gadafi, hallado en un desaguadero debajo de una carretera.
En las áridas tierras de una granja situada a tres kilómetros al oeste de Sirte, su región natal, la escena es un testimonio de los últimos instantes, el jueves, de quien gobernara Libia con mano de hierro durante 42 años, luego de que el convoy en el que viajaba fuera bombardeado por aviones de la OTAN.
"Fue arrastrado fuera del caño por combatientes venidos de Misrata que lo agarraron por el cuello", relata Mohamed Belhaj, revolucionario oriundo de esa ciudad portuaria, al oeste de Sirte, sitiada durante meses por las fuerzas de Gadafi.
Decenas de cadáveres mutilados aun yacen esparcidos alrededor de la carretera. Tres cuerpos, con vendajes en las piernas y en las manos -al parecer antiguas heridas-, que yacían en la cuneta al nivel de un caño de desagüe que pasa debajo del terraplén de la carretera, fueron recubiertos.
Del otro lado del caño hay restos humanos carbonizados un poco por todos lados.
Las carcasas metálicas de los vehículos todoterreno y el estado de los cuerpos dan una idea de la violencia del bombardeo aéreo contra el convoy que intentaba huir de Sirte, ciudad sitiada desde hacía casi un mes y a punto de caer en manos de los "revolucionarios".
La granja vecina ocupa un inmenso terreno árido con algunos arbustos, construcciones de ladrillo y un transformador eléctrico, dañado y desde donde salen cables torcidos.
"Cuando los aviones de la OTAN atacaron el convoy, los conductores entraron en pánico y se dispersaron en las tierras de la granja", cuenta Luai Zaini, que afirma que llegó al lugar unos instantes después del ataque.
Se ignora cómo el ex dirigente libio logró escapar a las bombas para refugiarse en el desaguadero. Pero la mayoría de los conductores y pasajeros del convoy no tuvieron esa suerte.
Muamar Gadafi, que se hacía llamar "rey de reyes de Africa", fue capturado vivo y luego murió por un disparo en circunstancias que aun siguen confusas.
El ex líder libio terminó de rodillas en un desaguadero, un extraño destino para quien insultaba en cada discurso a las "ratas" que osaron rebelarse contra su poder.
El viernes, unas 24 horas después de los hechos, decenas de vehículos de guerra abarrotados de combatientes de las nuevas autoridades del país que gritaban triunfalmente "Alá akbar" (Dios es el más grande) se empujaban para visitar el lugar en donde fue hallado Gadafi.
"Mi tío es el comandante del grupo que capturó y mató a Muamar", dijo orgulloso Belhaj, afirmando que los combates fueron intensos entre los rebeldes y los sobrevivientes del convoy.
En sus teléfonos celulares los combatientes pasan una y otra vez los vídeos en los que se ve el cuerpo del fallecido déspota. Ahmed Bisu exclama su júbilo a la AFP ya que él también pudo filmar los restos mortales de los últimos seguidores que rodeaban a Gadafi.
"Es lo mejor que pudo haber pasado a nuestra revolución. Un dictador tan cruel merecía un sólo castigo: la muerte. Estoy contento como todos los libios", sonríe.
"Esta granja es un sitio histórico. Es aquí que llegó a su fin la tiranía Gadafi", dice Ahmed sin dejar de filmar la macabra escena.
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