Cuando el desarrollo chino convocaba los mejores pronósticos para su futuro, el recuento de muertes tempranas y personas afectadas por enfermedades no transmisibles (ENT) encendió una luz roja. El fantasma que se avizora para el 2030 es uno de los más temidos para una economía altamente industrializada que aspira a proveer con sus manufacturas al resto del planeta: la escasez de mano de obra al pie de la aceitada maquinaria.
El exponencial crecimiento económico de los últimos años ofreció más trabajo y poder adquisitivo a la población y mejoró su alimentación, superando la desnutrición. Pero, junto al consumo, la gente vio crecer también la presión laboral, acortó su descanso, dejó a su familia y pueblo, emigró a ciudades con peores condiciones ambientales e incorporó nocivas costumbres alimentarias, como la comida rápida, abundante en grasas saturadas y sal o bebidas azucaradas. Tabaco, alcohol y vida sedentaria completan los factores de riesgo.
Si se mantienen las tendencias actuales, la esperanza de vida en China será de sólo 66 “años sanos” (años libres de enfermedad o discapacidad), lo que representa 10 menos que en algunos de los países líderes del Grupo de los 20 más industrializados (G-20). Hacia 2030, las enfermedades no transmisibles aumentarán en más del 80%.
Pese a los 30 años de desarrollo sostenido, “China olvidó el desarrollo humano de su gente”, afirma un documento del Banco Mundial (“Hacia una vida sana y armoniosa en China”). En este aspecto, no sólo quedó a la zaga de las economías más avanzadas sino también de países emergentes menos afortunados en los números: en el Ranking de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas (PNUD) ocupa el puesto 89. En ese período, se quintuplicó el porcentaje de población con cáncer pulmonar.
China es vista como el principal motor de desarrollo de la economía mundial debido a su creciente consumo y a sus abultadas reservas públicas que se están invirtiendo en proyectos productivos en otros países emergentes. También se prevé que en las próximas dos décadas el número de ENT (sobre todo infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares y cáncer de pulmón) se duplicarán o triplicarán entre los mayores de 40; la diabetes será la enfermedad más frecuente.
La falta de trabajadores será un hecho que desacelerará el crecimiento si no se puede revertir el envejecimiento demográfico agravado por muertes tempranas: la mitad de las ENT afecta actualmente a la población económicamente activa (personas de 15 a 64 años). El 50% de las afecciones puede evitarse y esto redundaría en un 16% más de horas trabajadas.
“Si no se controlan con eficacia, las enfermedades no transmisibles no sólo exacerbarán la escasez de mano de obra prevista, sino que también ponen en peligro la calidad del capital humano”, alerta el Banco Mundial en su evaluación realizada entre 2008 y 2010.
Riesgo sanitario y económico El Foro Económico Mundial destacó en 2010 y otra vez este año que “las enfermedades no transmisibles son un riesgo importante para la economía mundial debido a su alta probabilidad de ocurrencia y un enorme potencial para causar pérdidas económicas severas”. Se recomendó a los gobiernos que den una respuesta programática seria a este riesgo para el desarrollo económico y social.
Las cuatro principales ENT en China son: cardiovasculares (ECV); cáncer, obstructivas pulmonares crónicas (EPOC) y diabetes. Representan el 70% de la carga de enfermedades y ocasionan más del 80% de las 10,3 millones de muertes anuales causadas por el total de enfermedades.
La mortalidad por estas causas es, en China, mayor que en otros países líderes del G-20: en el caso de los accidentes cerebrovasculares, es 6 veces mayor que en Japón, los Estados Unidos y Francia, y la mortalidad por EPOC es alrededor de 30 veces mayor que en Japón.
“La reducción de la relación entre trabajadores y personas a cargo con salud deficiente aumentaría las probabilidades de una futura recesión económica y plantea importantes desafíos sociales” consigna el informe. Las causas identificadas son “los cambios económicos y ambientales que el país ha experimentado en las últimas décadas” y “limitaciones en el acceso, uso y eficacia de los servicios públicos de salud y atención médica”, muy costosos para los sectores de menores recursos y con trabajo informal: el 37 % de los enfermos declaró no haberse hospitalizado nunca por esta razón.
Unos 200 millones de chinos tienen sobrepeso (el 32,5% de varones y 17,5% mujeres menores de 17 años) y 580 millones tienen riesgo de padecer ENT. El tabaquismo es tradicionalmente uno de los más altos del mundo; entre los varones de menor nivel educativo e ingresos es mayor: el 63% comenzó a fumar antes de los 20 años.
La hipertensión aumentó de 7,5% a 18% entre 1979 y 2004 en mayores de 18 años y la diabetes pasó de afectar a un 0,67% de la población en 1980 a un 9,7% en 2007/08. La dieta china contenía un 15% de grasas y despreciaba el azúcar; entre 1982 y 2002 el consumo promedio de grasa en las zonas urbanas aumentó al 35 % y en las rurales, al 27,7%.
Por enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares y diabetes entre 2005 y 2015 China acumulará pérdidas por US$550.000 millones. Como contrapartida, se estima que los beneficios económicos de reducir la mortalidad por enfermedades cerebrovasculares (ECV) en un 1% anual durante 30 años (2010 a 2040) generaría un valor económico equivalente al 68% del PBI real de China en 2010 o más (unos US$10,7 billones).
El cálculo de las potenciales pérdidas y ganancias ayuda, por lo menos, a impulsar políticas de prevención: el último plan quinquenal chino (2011-2015) declara como objetivo la promoción de un crecimiento inclusivo y equitativo, con mayor énfasis en el desarrollo humano en pro de una vida “saludable y armónica”.
" Cuando alguien se ve obligado a hacer algo, el mundo está ya fuera de su alcance”*, advertía -en el siglo VI AC- Lao Tsé, un filósofo a quien, en su tierra, seguramente se dejó de leer.
* Tao Te King
No hay comentarios:
Publicar un comentario