El retorno del presidente derrocado ha producido un fenómeno socio político pocas veces visto en América Latina, su regreso a casa se produce en medio de un apoyo masivo del pueblo, que le ha recibido con expectativa y esperanza, a pesar de la incesante campaña de desprestigio, de calumnias y falsas acusaciones que ha producido la propaganda oligárquica que no es capaz de medir la dimensión de los acontecimientos. Aquellos que se dedican a producir ideas para implantarlas en la sociedad se contradicen y demuestran más incoherencia que nunca.
Los avances tecnológicos y la tenacidad de un pueblo decidido a expresar su rechazo al orden de cosas, así como su profundo deseo de vivir en una nueva sociedad, han permitido que los hechos no se oculten al mundo; los hondureños y hondureñas estamos en proceso de revolución, ya no tememos a las palabras que antes eran un tabú. Ya el canibalismo de Chávez no es la leyenda con que nos hacían agachar la cabeza y esperar que nos siguieran dando palos para siempre. Al contrario, la inmensa marea humana vitoreó a Chávez a pedido del líder que agradeció a todos los actores de esta lucha, así como los gestos visiblemente positivos de adversarios muy complicados.
La lectura del documento de Acuerdo de Cartagena es muy importante, por eso se hizo una vez más en la plaza Isis Obed Murillo. El mismo da cuenta de un momento de cambio en Honduras, pero, además, mantiene intactas las reivindicaciones legítimas del pueblo resistente que sigue exigiendo justicia. La impunidad, mal endémico que se multiplicó drásticamente después del 28 de julio, sigue siendo una tarea pendiente, y el pueblo ha entendido que la justicia con reparación para las víctimas no debe esperarse de manos de los victimarios. Lo que se posibilito en el acuerdo es apenas un paso en la dirección del objetivo supremo de liberar nuestra patria y hacerla un lugar donde poder convivir en paz, armonía, justicia e igualdad para todos y todas.
La dimensión de los acontecimientos refleja, normalmente, el nivel de determinación de los pueblos que los viven; el 28 de mayo demostró que la memoria de la gente no se borra como un disco duro; a pesar de todos los “virus” que le han puesto una y otra vez para que en Honduras nos moviéramos hacia el cómodo olvido sin justicia para los que cometieron tantas monstruosidades. El pueblo hondureño ha enviado un mensaje contundente de que quiere avanzar, quiere vivir en paz, pero no a cualquier precio, menos si lo que exige la desmedrada oligarquía es la indulgencia por su bestialidad.
El ex presidente Zelaya ha seguido una intensiva agenda, reuniéndose con todos los sectores de la resistencia popular; además ha atendido los medios de comunicación en un esfuerzo maratónico por contestar miles de preguntas, muchas veces redundantes. De lo que ha declarado, podemos colegir que su discurso de regreso contiene la esencia de lo que desea transmitir: seguirá el mandato del pueblo que masivamente guía hacia la unidad de los sectores resistentes en una gran convergencia por la renovación de la democracia, y el avance de un modelo socialista para la distribución de la riqueza.
Ha interpretado bien el coordinador la postura del pueblo que además de mantenerse firme por dos años, busca una nueva etapa, que lo lleve a buscar la preeminencia de la voluntad de las mayorías. Por primera vez, llega a la mesa de discusión el asunto fundamental de todas las luchas políticas: la toma del poder. Hay un desafío enorme dentro de todo esto, pero el planteamiento de una estrategia amplia de participación e inclusión, permite ver con optimismo el futuro de un movimiento que ha pagado con sangre su desafío a un adversario empeñado en mantener sus privilegios a lo que sea.
El planteamiento que va más allá del asunto partidario, busca proponer soluciones para todos, pero lo más importante es que esos argumentos se producirán a través de la participación de los movimientos, y las personas, sin discriminación y con tolerancia. Este luce un mandato de un gigante que se ha movilizado hombro con hombro durante muchas jornadas y ha compartido muchas veces la fatalidad que le han asignado los gendarmes del régimen, la oligarquía y el imperio.
La posición del coordinador general, además de coherente con las demandas visibles del pueblo, ha sido muy atinada cuando se ha dispuesto a debatir abiertamente los asuntos internos de la resistencia en busca de acuerdos y consensos. Su expresa voluntad de respetar las disposiciones de las asambleas del Frente Nacional de Resistencia Popular, así como su deseo de plantear sus puntos de vista para discutirlos en las diversas instancias traen un nuevo enfoque que incluye la discusión política abierta, ausente muchas veces de los debates de los últimos meses. Se plantea entonces un proceso dialectico que debe llevarnos a estadios superiores de desarrollo como pueblo revolucionario.
Este proceso novedoso de desarrollo histórico incluye a diversos sectores, incluso a los Liberales en Resistencia, organizados en el movimiento 28 de junio, cuyas bases apoyan abrumadoramente la posición de Manuel Zelaya, dejando de lado una discusión estéril, planteada desde los sectores más reaccionarios del partido liberal, en el sentido de que el poder solo es posible a través del bipartidismo. Ahora la discusión de estos compañeros es nutrida por asuntos torales relacionados con la integración democrática del Frente de Resistencia y Unidad Popular. El tema central hoy es la voluntad popular, no la manipulación desde las elites.
Al mismo tiempo, se organizan los grupos de pensadores, artistas, escritores para darle vida a la teoría revolucionaria y a las ideas sobre las que descansa esta voluntad inquebrantable de nuestra gente por ser libre. El pueblo hondureño se convierte entonces en una vanguardia democrática y revolucionaria en el continente. Los movimientos sociales, por primera vez en la historia adquieren un papel central en la cuestión política, lo que da lugar a pensar que nuestro proceso permitirá la realización de cambios estructurales importantes, y se sentaran las bases para un paso definitivo a la nación por la que luchó Morazán.
En los hechos vemos que la influencia del retorno de Manuel Zelaya Rosales ha puesto en marcha una nueva etapa para el pueblo en resistencia, que ahora hace valer su condición de fuerza política y social. La idea de concebir al adversario como un ente en el campo político es un avance cualitativo esencial para poder disputar el poder político de la nación y desde esa posición buscar la construcción del poder constituyente que incida en la edificación definitiva del poder popular. Muchas veces hemos hablado del poder desde arriba hacia abajo o viceversa, sin darnos cuenta de que aun así sigue siendo una relación vertical. Las relaciones que surgen del movimiento de nuestra resistencia tienden más bien a crear la idea del contrapoder que finalmente debe abrir las vías para que el pueblo sea su propio regente.
La posición del coordinador general, cargada de habilidad política, habla de que nuestro camino no pasa por la venganza que obnubila los sentidos, y entorpece nuestro camino firme. Hoy debemos estar claros, todos y todas, que éste es un proyecto que se encuentra por encima de las ambiciones personales o los impulsos de las personas; nuestro proyecto político es más importante que las emociones, por lo que vemos al adversario en su exacta dimensión, sin prejuicios, sin sobredimensionarlo, sin subestimarlo. Ese es el camino, en las urnas le habremos de derrotar una y otra vez.
El retorno se ha producido, se han elaborado muchas conjeturas alrededor del carácter o la firmeza de convicciones del Coordinador General, mientras él demuestra con hechos y expresa correctamente una visión que nos lleva por la senda de la victoria, no electorera pues ese es solo el medio, sino aquella que cualitativamente nos permita fundar una nación que sea capaz de hacer justicia, y hacer valer la sangre de aquellos que cayeron en la lucha por esa patria nueva, libre, soberana, democrática, revolucionaria, socialista y latinoamericana.
Hay mucho camino por delante, por lo pronto a todos y a todas nos corresponde sumarnos al gran esfuerzo por la nueva sociedad, alrededor de este Frente de Resistencia y Unidad Popular, símbolo de la dignidad, la justicia y la igualdad. Nos toca ahora, a todos, cumplir.
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