lunes, 5 de julio de 2010

Resistencia indígena en Canadá: Una batalla contra la muerte


Aporte de Roberto Espinoza *


La construcción y expansión masiva de oleoductos que entrecruzan territorios y aguas indígenas está causando una unidad sin precedentes entre Naciones Indígenas de Norte.

Native Youth Movement News
Traducción: Marcela Salas Cassani


“Estas tierras son nuestras. Nadie tiene derecho a sacarnos, nosotros fuimos los primeros dueños. El Creador ha destinado este sitio para que encendamos nuestro fuego y aquí permaneceremos. En cuanto a las fronteras, el Creador no conoce las fronteras, ni nosotros las reconoceremos”: Tecumseh, guerrero Shawnee.


Alberta del Norte, Canadá. Grupos indígenas y sus partidarios luchan actualmente contra el proceso más destructivo de la tierra en el territorio indígena de Dene y Cree.


En las arenas bituminosas (grasosas), un grupo de operaciones de minería a gran escala y ductos extraen arena, arcilla y bitumen a cientos de pies por debajo de la madre tierra, y luego separan con químicos el petróleo de la tierra, para distribuirlo en todo el mundo. En promedio, deben ser removidas cuatro toneladas de tierra para producir un barril de petróleo. Los depósitos de hidrocarburos que se encuentran bajo los suelos del antiguo bosque boreal son los segundos más grandes del mundo y son también la clave de la seguridad energética norteamericana. Estados Unidos necesita las arenas bituminosas; los grupos indígenas, las plantas, los animales, el aire y el agua se necesitan unos a otros para sobrevivir. Una inminente batalla aguarda al norte.


El proceso para separar el petróleo de la arena genera enormes lagos de agua y químicos, conocidos como pozas residuales. Por cada barril de petróleo extraído de las arenas bituminosas se necesitan 4.5 barriles de agua. Desde el 2006 las pozas residuales han cubierto 50 kilómetros cuadrados del antiguo bosque boreal. Este año, los enemigos de la tierra habrán generado 8 billones de toneladas de desechos. Hoy el mayor embalse (por volumen de material) construido por el ser humano es la poza residual de Syncrude, a pocos kilómetros del río Athabasca.


También se vierte una cantidad sin documentar de agua contaminada en el rio Athabasca, el cual alimenta el Gran Lago del Esclavo, la región Deh Cho, el río Mackenzie y vastas cuencas hidrográficas del norte, donde los Dene y Cree aún pescan y cazan para su supervivencia. Los químicos encontrados en las pozas residuales causan problemas al hígado y a los riñones, hemorragias cerebrales en mamíferos, así como deformidades y muerte a aves, ranas y todos los seres vivos. Los desperdicios tóxicos están creando una cantidad descomunal de cáncer en pequeñas comunidades nativas. Jóvenes, viejos y personas de edad media están muriendo de cáncer. En los últimos cinco años, una extraña clase de cáncer, que solamente afecta a 1 de cada 100 mil personas, ha sido detectada en cinco indígenas que habitan en una comunidad de 1200. Muchas otras muertes y casos sin documentar han ocurrido y van en aumento debido a la explotación de arenas bituminosas. Una expansión estimada en 25 billones de dólares de las arenas bituminosas está en camino.


La explotación de arenas bituminosas afecta también otros países alrededor del mundo. A lo largo de los tres mayores océanos y del Golfo de México hay oleoductos planeados para abastecer de petróleo a cerca de 50 refinerías del norte de América, muchas de las cuales distribuyen a nivel mundial. Las arenas bituminosas alimentan también la maquinaria que los militares estadounidenses utilizan para librar sus guerras por todo el mundo y para mantener su ocupación ilegal en territorios indígenas.

La construcción y expansión masiva de oleoductos que entrecruzan territorios y aguas indígenas está causando una unidad sin precedentes entre Naciones Indígenas de Norte. El mundo está consciente de lo que pasa donde hay oleoductos y plataformas de perforación y nadie quiere correr el riesgo de que lo que pasó en el Golfo de México, no quieren que suceda también en su territorio. Recientemente Naciones Indígenas del Norte (British Columbia) declararon que el ducto Enbridge – el cual está intentando cruzar de Alberta al océano Pacífico para transportar petróleo a Asia – será detenido “por cualquier medio”. Otros ductos que están planeados a lo largo de Norte América están enfrentándose a grupos indígenas unidos que defienden el territorio y la vida.


Canadá y los Estados Unidos son territorios indígenas ilegalmente ocupados por invasores civiles y militares, y por corporaciones avariciosas. Canadá es el mayor proveedor de petróleo de Estados Unidos y también el mayor generador del mundo de energía hidroeléctrica, lo cual ha logrado deteniendo el flujo de ancestrales vías fluviales y destruyendo territorios indígenas. Canadá es también el primer proveedor de uranio del mundo. En medio de toda esta destrucción, algunas áreas permanecen vírgenes.


Con más de 500 años de ocupación y guerra, estas áreas están siendo vistas como la última frontera para la explotación y la destrucción. Una guerra masiva contra la tierra está siendo librada por violentos leñadores y mineros que usan bombas y explosivos para destruir la tierra y el agua, quienes son protegidos por policía y militares invasores. Ellos, todos juntos, son los enemigos de la tierra. Nosotros, juntos, debemos ser el Ejército de la Tierra. Grupos Indígenas de Norte buscan unirse con los grupos indígenas de todas las naciones del mundo, quienes también están del lado de la tierra y del agua, del lado de la vida y la verdad. Como indígenas, nosotros somos los defensores de la tierra y del agua y ¡nunca nos rendiremos!


*En el texto original se escribe KKKanada (Canadá) y AmeriKKKa (América para significar Estados Unidos de América) para representar el acrónimo del Klu Klux Klan (KKK), un conocido grupo de invasores racistas conformado por políticos influyentes, policías y hombres de negocios que en repetidas ocasiones han linchado a hombres y mujeres africanos e indígenas. Se escribe KKKanada y AmeriKKKa con triple K para señalar que los pueblos indígenas no reconocen su autoridad sobre la tierra, el aire o el agua.




*Roberto Espinoza, sociólogo peruano, integrante de la, Red Descolonialidad del Poder y vinculado a movimientos de Pueblos y Comunidades. Colaborador de la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOI) y de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP)




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