martes, 25 de mayo de 2010

Martes 25 de mayo, Día de África


El informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) del año 2009 no deja lugar a dudas: África se estanca en los niveles de pobreza.

La lista de los 24 países con el índice de desarrollo más bajo del mundo, excepto Afganistán y Timor Leste, está formada por países africanos, todos ellos subsaharianos. Níger, Sierra Leona, República Centroafricana, Mali, Burkina Faso, República Democrática del Congo, Chad, Burundi, Guinea-Bissau, Mozambique, Etiopía, Guinea, Liberia, Gambia, Ruanda, Senegal, Eritrea, Zambia, Costa de Marfil, Benin, Malawi, y Togo, alternan posiciones cada año, pero no consiguen salir del grupo de las naciones menos desarrolladas.

El continente africano posee enormes riquezas naturales y un grandísimo potencial humano, garantizado por la extrema juventud de su población (el 70 por ciento de los africanos tiene menos de 30 años); sin embargo, leyes de comercio poco favorables, los intereses económicos de empresas occidentales y los altos niveles de corrupción interna, impiden que África alcance los índices de desarrollo que por derecho le corresponden.

La crisis financiera global que afecta en mayor o menor medida a todos los países del mundo, en África se ha traducido en un aumento del hambre y la pobreza. Las cifras más “optimistas” dicen que el número de personas que viven con menos de 1,25 $ al día ha crecido en África en alrededor de 7 millones de personas, mientras que las más pesimistas sitúan este dato en 16 millones de personas. Claramente, África va a ser el único continente en el que no se va a cumplir el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio: erradicar la pobreza extrema y el hambre.

La caída de los precios de las materias primas, el descenso del turismo, la reducción de las remesas y el retorno de muchos de los emigrados y el aumento del desempleo, han llevado a que el crecimiento económico del contiene africano se situase en un 1,6 por ciento en 2009, frente al 4,5 por ciento de 2008 y el 6 por ciento promedio de 2002 a 2008.

En el año 2005, en Gleneagles, los países del G8 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, Canadá y Rusia) se comprometieron a aumentar en más de 28.000 millones de dólares su ayuda a África hasta el año 2010. Desde entonces, esta cifra ha sufrido diversas revisiones y según la ONU y la Unión Africana, la cifra desembolsada no llega a los 9.500 millones.

Así las cosas, son muchos los expertos que señalan que de buenas intenciones no se vive y que la crisis económica actual ha demostrado, entre otras cosas, que el desarrollo de África no puede ni debe depender solo de la ayuda externa. El desarrollo de África, dicen, es responsabilidad de los africanos.

Además de cambios en sus propias estructuras sociales y de gobierno, en las que prevalecen modelos arcaicos y poco fiables (los índices de corrupción son todavía muy elevados), los africanos necesitan que la ayuda externa se materialice en mayores cuotas de desarrollo y avances sociales.

Para ello, hay que primar al sector agrícola. Esta sería, por ahora, la mejor manera de incrementar los ingresos y, sobre todo, de garantizar la seguridad alimentaria en un conteniente en el que el más del 30 por ciento de la población pasa hambre.



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