Colombia entró en una nueva etapa de reflexión, en tanto el próximo domingo se realizarán las elecciones nacionales.
Quizá sea en este país próspero en muchos aspectos y dramático en otros, el comienzo de un largo camino de tensiones entre los proyectos conservadores y progresistas: luego vendrán Brasil y Argentina.
Las encuestas muestran una paridad de fuerzas entre el uribista Juan Manuel Santos (derecha) y el candidato del Partido Verde, Antanas Mockus, verdadera revelación de la campaña electoral, quien fuera alcalde de Bogotá.
"Esta etapa de la historia de Colombia se va a escribir con lápiz y no con sangre", arrancó el ex alcalde de Bogotá y profesor universitario su discurso de clausura de la campaña, haciendo gala de uno de los ejes de su modelo: la educación. Por algo su gente corea "mi profesor, mi presidente".
La reconciliación nacional es otra de sus prioridades. "Donde hay confianza hay comunicación, donde hay comunicación hay transparencia, donde hay transparencia hay solidaridad, y entonces la violencia se hace obsoleta", insistió respecto a las guerrillas.
Mockus ha prometido mantener varias de las políticas más populares de Uribe, especialmente en el combate frontal a las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), pero "con respeto a la legalidad".
Santos, que creyó que estas elecciones eran un paseo para él, parece no tener respuestas para el discurso de su contrincante, quien jerarquiza el humanismo. Por eso ha dicho: "No queremos filosofar", porque lo que importa son "los resultados".
Seguramente en la tierra de Gabriel García Márquez ninguno de estos dos candidatos logre la mayoría absoluta y haya necesidad de ir a una segunda vuelta: dos Colombias están compitiendo.
Quien crea que en esas elecciones se juega sólo el destino de 30 millones de colombianos, se equivoca. Para América Latina no será lo mismo si gana uno u otro candidato.
Si el progresismo llega al gobierno, será un fuerte aliento para todos los progresistas latinoamericanos, pero además estará indicando que el avance de las ideas democráticas y de justicia social sigue junto a los vientos de la historia, despejando tempestades continentales.
Es de esperar que fuerzas de distinto signo comprendan que desde el exterior no se debe intentar influir sobre el proceso electoral colombiano.
Es de esperar que las propias FARC comprendan que si gana el progresismo gana la vida y la posibilidad de que sus mujeres y hombres se integren a la vida democrática, con la finalidad de construir una sociedad en paz.
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