martes, 17 de noviembre de 2009

Juan García Salazar: “Aún nos ven como elemento folclórico” en Ecuador


El educador afro repasa debilidades y tareas pendientes de la enseñanza para la etnia.

Las palabras de Juan García Salazar pueden sonar pesimistas para aquellos que defienden los avances de la educación afroecuatoriana, pero de todas formas lo dice: “No hay etnoeducación en el país”.

Entre sus denuncias están las de exclusión y las de un tratamiento “bondadoso” que pone a los afros en un plano meramente folclórico.

García, miembro de la comisión de etnoeducación de maestros afrodescendientes, participó el fin de semana en un taller sobre educación afro que organizó la Unesco, capítulo Ecuador.

Se dice que la etnoeducación es un medio para superar las inequidades entre mestizos y negros en el campo educativo. ¿Qué se ha logrado en este sentido en los 10 años que lleva la aplicación de este tema?

En estos 10 años se ha dado la pauta para empezar a discutir esas inequidades y tratar de entender que la educación es un proceso que legitima las desigualdades. Es el primer elemento que desvaloriza a ciertos seres y valoriza a otros.

¿Habla de poner a unos por encima de otros?

No tanto eso, sino que obliga a aprender lo que uno no tiene que aprender.

¿Y qué es -según usted- eso que no tienen que aprender?

Los negros cuando vamos a la escuela aprendemos la historia de los blancos y es injusto porque ningún blanco estudia la historia del negro.

En ese contexto, ¿cuál es el papel de la etnoeducación?

Ser un camino. Aunque se ha hecho poco en estos años porque las iniciativas que hay son individuales, abandonadas, periféricas y marginales, porque nacen de gente negra. Entonces no existe ninguna opción de que eso se plasme en una cosa concreta.

¿Cómo afectan las acciones periféricas el camino a la sistematización?

Creo que lo que se está haciendo es decir eso está ahí, es una necesidad, lo estamos mostrando. Y es un llamado, una contestación al otro. Los niños negros siguen yendo a las escuelas oficiales, pero la gente sigue diciendo que eso no es lo que se quiere hacer, que hay que hacer otra cosa. En esa medida debería afectar y motivar a la acción.

¿Cómo materializar el diálogo con hechos concretos?

Es un camino largo. No aspiraría a que los mismos 500 años de colonización que hemos vivido hasta ahora los vivamos en la descolonización, pero es un proceso largo. La gente blanca mestiza, la que está en el poder y tiene mayor representación en la sociedad, tendría que tomar algunas acciones.

¿De qué tipo?

Por ejemplo, entender que los saberes y la ciencia de la comunidad afroecuatoriana también son valores que se están perdiendo y deslegitimando y que sería más útil aprender que desaprender. Es más útil para la construcción de una sociedad afromestiza que los saberes culturales dejen de ser simples elementos folclóricos y aún nos ven como elementos folclóricos. Hay muchas cosas que se podrían hacer para llegar a la educación formal.

¿Qué corresponde hacer en esta etapa del proceso?

En este momento hay que hacer un diagnóstico, una especie de discusión para determinar a dónde queremos ir, qué necesitamos de los organismos oficiales. Porque la comunidad negra no solo está pidiendo un espacio casa afuera para enseñar lo propio sino también un espacio casa adentro para fortalecer las debilidades internas.

¿Cuáles han sido esas debilidades casa adentro?

Que somos una minoría excluida, no tenemos poder, no manejamos economía, no tenemos decisiones. O sea, yo quisiera hacer mi propia escuela para enseñar a los niños negros, por lo menos en los primeros seis años, lo que deben aprender y lo que deben desaprender.

Pero sí hay escuelas como la del Carchi o El Chota donde se está impartiendo etnoeducación, ¿debe haber alguna fortaleza en la labor que han hecho durante esta década casa adentro?

Yo no creo que en el país se esté impartiendo etnoeducación. Se están haciendo contenidos curriculares, pero eso hay que desmontarlo todo. O sea, no queremos solo unos contenidos como música, danza y cuentos. Necesitamos una interiorización total.

¿Cuál sería entonces la parte medular?

La identidad. El niño tiene que saber que su identidad es propia, pero que a la vez tiene un antagónico, que pelea y lo tiene ahí en esa exclusión.

¿Qué hacer para eliminar la esa exclusión?

Discutir las necesidades y esto tiene que empezar con la etnoeducación, pero también con la educación casa afuera. Usted no tiene que verme como un afro que anda por ahí. No tiene que coger su cartera cada vez que se cruce conmigo en la calle. Tiene que saber que soy una persona que tiene un valor, unos saberes y una religiosidad. Que así como hay negros ladrones, también hay mestizos ladrones. El niño no tiene que avergonzarse de lo que es.

¿Es decir que el mestizo -a su modo de ver- se ha quedado en la folclorización del negro?

A veces la cultura afro se ve “bien” como espectáculo, pero cuando se trata de ver a un afro como un ser que puede dialogar conmigo de igual a igual, ya hay que empezarlo a pensar. Y si el hijo de ese (afro) quiere ser novio de mi hija (mestiza), eso hay que pensarlo mucho mejor.

¿Cómo hacer para que en los programas de las escuelas estatales se empiece a incluir materias de etnoeducación?

La inclusión en las mallas curriculares no es todo. Lo que la gente necesita es un proceso de interiorización, de lo que nosotros llamamos un sentido de pertenencia. Ese es un trabajo de identidad que usted no lo encuentra en la escuela.

¿Qué posibilidades hay de que se planteen acciones concretas?

Si hay un árbitro que lleve propuestas, el resultado será positivo porque todos nos juntaremos en torno a las propuestas que ese motivador lleve, porque a veces los motivadores no saben a dónde ir ni por dónde empezar.


Fátima Cárdenas
fcardenas@telegrafo.com.ec
Reportera - Quito



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