Aram Aharonian*
Otro
mundo es posible: ese fue el disparador que enamoró a quienes luchaban
contra de la injusticia y la destrucción del planeta, y el Foro Social
Mundial pasó a ser desde 2001 y por varios años un punto de encuentro de
los movimientos sociales contrarios a la globalización neoliberal y se
constituyó en voz alternativa a las directrices del Foro Económico
Mundial de Davos.
Para
que influyera en esos valores comunes, para cambiar el imaginario
colectivo sobre la realidad, siempre se necesitó de organización y de
tener claras las metas.
Pero
mientras se recitaba horizontalidad y transparencia, siempre existió la
tentación de que se convirtiera en una franquicia, desplegada por todo
el mundo (y no solo por el mundo en desarrollo), sin metas comunes
claras que superaran la tentación del eventismo.
Dentro
del progresismo, hay compañeros que se resisten a las críticas a la
realidad del FSM, quizá porque genuinamente defienden algo que es
propio de su historia y la crítica les parece inconveniente para este
momento de tantas flaquezas. Hay algunos que señalan que la autocrítica
permanente no siempre es fructífera (que es lo mismo que decir
que a veces sí lo es).
Muchos
han tomado posturas cercanas a la máxima que dice “en una fortaleza
sitiada, la crítica es traición” (lo único fuera de debate son los
principios), otros tienen temor de perder a sus patrocinantes. Lo que
debiera salir de un debate es la definición de cuál es la
estrategia a seguir: continuar dentro del FSM para introducir estos
debates tan necesarios, construir otra herramienta y en ambos casos, con
quién. Y, además, vivimos en plena ofensiva neocolonial.
Los principios
Desde
varias regiones se denuncia que el comité brasileño nunca quiso dejar
el poder en un modelo anárquico abstracto basado quizá en la visión de
las comunidades de base católicas brasileñas, sin ninguna relación con
la realidad. Y el Comité Internacional, de personalidades, siguió
manejado por pequeños grupos y figuras que más allá del altermundismo,
representan a ONGs (algunas a sueldo), cada una de ellas con líneas y
propósitos tan concretos como propios, y muchas veces apenas a sí
mismos.
Después
de 17 años sería hora de rever la carta de principios, adaptarla al
mundo de hoy, con un listado de temas consensuados y sobre los cuales
seguramente todos estén de acuerdo, como el cambio climático, las
guerras, las armas, la finanza especuladora, las migraciones. Y es hora
que el FSM vuelva a ser un actor que incida en el mundo.
¿O
es que hay alguien que esté contra una declaración unívoca contra las
guerras, contra la destrucción del planeta o contra la enorme
desigualdad por la que ocho personas poseen la misma riqueza que 2.3
mil millones de personas?
No
parece normal que este FSM de Salvador no tenga el tema del cambio
climático como un eje importante, profundamente sentido por la sociedad
civil. Pareciera que los temas vienen canalizados por ONGs europeas y
estadounidenses, interesados en temáticas que no son urgentes para
nuestras sociedades, pero que cuentan con financiamiento para su
organización.
Arriba,
en la estructura del FSM está la figura del arquitecto
brasileño Francisco Chico Whitaker, escaso de horizontalidad desde que
recibió el Premio Nobel alternativo cuando el Foro era un punto de
referencia para quienes querían cambiar al mundo, enfrentado a los
pocos intelectuales de fuste que dieron el debate sobre la necesidad de
otro mundo posible, necesario, imprescindible.
El
verso de la horizontalidad se contradice permanentemente con el
autoritarismo y la manipulación desde las estructuras del poder (del
FSM), más entusiasmadas en organizar eventos (todo es eventual, no hay
continuidad ni seguimiento de los temas y debates) entre convencidos,
que dar la pelea por el pensamiento crítico anticapitalista.
Cuando
los movimientos políticos comenzaron a acercarse al Foro, se hizo todo
lo posible para alejarlos, con la excusa de evitar la contaminación. Y
nuestros presidentes progresistas no fueron bienvenidos. Ni siquiera se
aprovechó sus experiencias, sus dudas, sus propuestas, para debatirlas.
Es más, el grupo brasileño impidió que el Comité Internacional emitiera
un comunicado contra el juicio político a la presidenta Dilma Rousseff,
que desembocó en el golpe de Estado judicial-mediático-policial- empresarial. ¿Tampoco se defiende la democracia?
En
los primeros foros, por ejemplo, el panel que se organizó sobre la
Utopía, con José Saramago, Eduardo Galeano, Federico Mayor, y 60.000
participantes, demostró la necesidad del debate, de la batalla de ideas,
en la guerra cultural contra el capitalismo y las fuerzas
neocoloniales. Ya no están ni Saramago ni Galeano, y se fueron sin que
se les pudiera sacar el jugo: no hubo ni siquiera un resumen del debate
para socializarlo. ¿No había interés?
Hay
que comprender que horizontalidad y organización no son dos valores
opuestos. Los organizadores del FSM emiten un documento que defiende que
haya centenares de paneles, y señalan que buscar integrarlos está en
contra de la horizontalidad. Sin dudas, todos estos paneles son una
prueba de la riqueza del debate, y también una fragmentación: cada uno
sabe de su panel, pero no lo que se debate en otros paneles sobre el
mismo tema… y menos aún sobre otros temas.
Las
personalidades que dieron vida y prestigio al FSM hoy coinciden en que
el mismo está en una profunda crisis, como indican las cifras y la falta
de repercusión y entusiasmo, e insisten en la necesidad de dar paso a
una horizontalidad siempre inclusiva y transparente, pero aceptando que
es necesaria un mínimo de organización y estructuración.
La endogmia
El
verso de la horizontalidad choca con la necesidad de información y
también de comunicación (y así ha sido también en el Comité
Internacional que creyó que eso era tare de periodistas). Desde el
comienzo del proceso se insistió (desde los medios alternativos) en la
necesidad de que se crearan instrumentos para compartir con los que no
venían, porque compartir era una responsabilidad colectiva e individual
de los que quieren y luchan por un mundo diferente.
Y
el FSM fue quedando con iniciativas endogámicas: de cada Foro no llegó
nada de las experiencias al resto del mundo. Sería simple consensuar
reglas que respeten los organizadores de paneles: nombrar un relator,
que al final del panel entregue un resumen del debate y de sus
conclusiones, para que puedan compartirse. Hoy los medios electrónicos
hacen posible lo que hace 17 años era impensable.
Sería
útil que los que no están (en el panel) puedan reflexionar y compartir,
lo que no tiene nada que ver con la tan mentada horizontalidad, sino en
l ineludible necesidad de coordinar las luchas. El diseño del FSM es
facilitador de la fragmentación, de que cada panel crea que lo más
importante es su lucha y no la que dio origen al mismo, la necesidad de
inventar un mundo diferente, justo, equitativo, de paz, de respeto a
la naturaleza.
El
diseño es para que cada grupo coordine consigo mismo, atentatorio
contra la misma filosofía del FSM. Como decía Galeano en los setenta,
mientras algunos hacen la revolución, Brigitte Bardot lucha en defensa
de las ballenas azules…
En
más de tres lustros, el FSM corrió los peligros como la rutinización,
la oenegización, la cooptación, la burocratización, la falta de
participación de movimientos reales, la dispersión, la infiltración, el
copamiento. Y esta realidad lo confirma. En medio de la crisis sistémica
del capitalismo, con una crisis climática, política, social,
migratoria, alimentaria sin precedentes, se sigue apostando a la tan
mentada horizontalidad que solo beneficia al pensamiento único y al
inmovilismo.
Estamos
a la puerta del efecto de las nuevas tecnologías en la (sobre) vida de
los trabajadores y la economía, así como las noticias falsas (fake
news), la posverdad y la inteligencia artificial, lo que hace necesaria
un nueva agenda, pero manejada desde el sur. De todo esto ni se hablaba
en 2001 en Porto Alegre… Seis años después del inicio, en 2007, en Belem
do Pará se vio la primera muestra colectiva de rechazo a la crisis del
capitalismo y la necesidad de una ruptura con el mismo.
Hoy
crece el debate puertas adentro entre movimientistas “puros” (aliados
hoy unos a la socialdemocracia europea y a la Iglesia católica) y
militantes sociales y políticos sobre el futuro del FSM, sobre la
relación entre partidos políticos anticapitalistas y movimientos, sobre
los vínculos con gobiernos progresistas de la región.
Obviamente,
el FSM ha perdido peso e influencia, quizá porque aquellos movimientos
sociales que llevaron a nuestros presidentes reformistas al gobierno,
desaparecieron de las calles, porque también ellos fueron cooptados (y
burocratizados) para tareas del gobierno y los movimientos
desmovilizados.
Hoy
muchos otrora altermundistas buscan foros sobre temas que tienen
interés para ONGs europeas y estadounidenses y huyen de los temas
acuciantes para el futuro de su propia gente, quizá para no perder la
gimnasia forista. Lo vimos no hace mucho en la reunión de la OMC en
Buenos Aires, donde invisibilizaron la lucha contra el TLC entre el
Mercosur y la Unión Europea, entre otros temas.
Otro
Foro Social Mundial es posible y necesario: éste sólo garantiza el
eventismo, la imposición de organizadores de una franquicia que sigue
las agendas de las ONGs europeas y estadounidenses, la fragmentación, el
abandono de la batalla de las ideas, el desprecio hacia las
organizaciones sociales y de la posibilidad de buscar y debatir, juntos,
espacios y formas de seguir la lucha en circunstancias por demás
difíciles, muchos más difíciles que hace 17 años.
No
se trata de destruir nada, sino transformarlo para que nuevamente
entusiasme a los luchadores sociales, para que termine el inmovilismo.
El desafío es saber hacia dónde caminar, con quién caminar. No
soportamos la verdad única: el debate siempre es enriquecedor, para
todos. Hoy no hay camino, pero decía Antonio Machado (que nada sabía de
foros pero sí de lucha): Caminante son tus huellas, el camino y nada
más / Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
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*Periodista
uruguayo, magister en Integración, director y editor de SURySUR.
Fundador de Telesur, codirector del Observatorio de Comunicación y
Democracia y del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (Clae), y
presidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana (Fila).
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