—El feminismo es parte importante de su vida. ¿Desde cuándo y por qué se define feminista?
—Cuando me di cuenta que era feminista yo no sabía ni
que el feminismo existía, porque además era una España autártica,
cerrada y dominada absolutamente por una especie de conciencia
religiosa. Un amigo clérigo este verano me dijo: nosotros no éramos
curas, éramos ayatolas (sonríe) y si lo reconocen es una buena cosa. En
aquella España con ayatolas no había nombre para eso pero cuando eres
adolescente y ves la enorme diversidad de destinos en que consistía ser
un varón y una mujer y la enorme normativa que las mujeres tenían que
soportar y los varones no, te entraba un sentido enorme de que eso era
injusto. Luego dedicarme al feminismo como una actividad política y por
otra parte teórica tiene que ver más bien con la formación filosófica y
el interés por la historia de la democracia, de la ciudadanía, por qué
se impide la ciudadanía a las mujeres y lo que ganan las democracias
cuando se vuelven inclusivas.
—¿Y qué le provoca las mujeres que reniegan del feminismo?
—En la vida civil y política, nosotros que vivimos en
democracia sabemos que cuando alguien conquista derechos, los conquista
para todo el mundo. Hay mucha gente que hace otro calculo, de yo no voy a
luchar por nada pero si se consigue yo lo conseguiré también. Inversión
cero y ganancia. Por lo tanto puede haber siempre muchísimas personas
que no se comprometan activamente con una causa pero que estén muy
dispuestas a aceptar todos los resultados buenos que se consigan. Esto
existe en todo y en las mujeres también porque he oído que son seres
humanos como todos los demás y por lo tanto tendrán los mismos vicios.
Puede haber otras, por ejemplo en países con conciencia religiosa
cerrada. Estuve en India y en Nepal y eso no tiene paralelo con nada, no
pueden tener siquiera esta disposición de corredor libre porque no hay
caso para el tipo de vida que viven. Es lo que en la década de 1960
llamábamos alienación, es alguien que no está viviendo dentro de su
interés, está constantemente viviendo para una orden que le fue dada
desde afuera y no es capaz de ver ni siquiera de lo que le conviene y es
más, hasta le puede dar miedo.
—¿Cómo considera que deben actuar las organizaciones
feministas para impulsar sus agendas de genero con los gobiernos de
izquierda y de derecha?
—La derecha conservadora no suele ser feminista,
sencillamente porque está comprometida con una imagen del mundo en la
cual las mujeres ocupan otras posiciones. A una persona conservadora en
general no le gustan los cambios que ellos entienden como una familia.
En tanto que el feminismo ataca en la base tradicionalista de la vida,
no se pueden llevar bien. Pero cuando el feminismo consigue cosas
incluso las personas conservadoras que antes le tenían un enorme temor
terminan aceptándolas. Recuérdese la lucha brutal que lleva la iglesia
contra el divorcio, ¿ha hecho casos alguno de sus fieles? Divorcio no,
decían unos señores que eran célibes, lo que no quedaba serio. Las
personas conservadoras pues se divorcian actualmente y no piensan que
estén haciendo algo terrible. Las cosas se mueven pero a un paso tan
ponderado que insensiblemente se va produciendo el movimiento.
—La llevo un ratito a la coyuntura.¿Qué opinión le
merece la abdicación del rey Juan Carlos y las manifestaciones que
exigen una consulta sobre la necesidad de la monarquía?
—Su majestad creo que ha hecho bien. La situación es
nueva y necesita gente distinta. El derecho de manifestación existe y
por lo tanto la gente se manifiesta, pero cambiar la forma del Estado
exige corregir la Constitución. Si se arma un proceso constituyente se
hablará de todo, pero en principio la Constitución prevé que a una
abdicación le sigue la sucesión por la línea establecida. Eso es lo que
va a ocurrir.
—Partidos de derecha ganaron en las elecciones
europeas. ¿Qué lectura hace de esos resultados?, ¿Son una muestra de
escepticismo en la Europa unida?
—Me preocupa mucho porque las elecciones europeas
ultimas han tenido una enorme cantidad de votos que yo prefiero creer es
un voto caprichoso y que no votarían de esa forma en unas elecciones a
su propio gobierno. Porque si tuviéramos que leer totalmente en serio
los resultados tendríamos que decir que la ultraderecha es la fuerza
mayoritaria en Francia, en Italia el segundo grupo más votado es el de
un payaso, que en Inglaterra los partidarios de la desconexión europea
han ganado las elecciones, y que en Hungría ha ganado un partido
directamente xenófobo. La lectura sería tremenda. Cuando miras todo eso
te das cuenta que en España no nos ha ido tan mal: la votación no da a
primera vista una cosa tan peligrosa como todas estas. Si estuviera
sentada en el despacho oval y el secretario de Estado me contara qué ha
votado Europa, estaría echándome las manos a la cabeza y preguntándome
qué le ha pasado a nuestro mayor aliado, porque es incomprensible.
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