Hace muy poco, 62 legisladores nacionales firmaron en el Parlamento
el proyecto de ley que contempla la interrupción voluntaria del embarazo
durante las primeras doce semanas de gestación.
La imaginación de la realidad. Hace muy
poco, 62 legisladores nacionales firmaron en el Parlamento el proyecto
de ley que contempla la interrupción voluntaria del embarazo durante las
primeras doce semanas de gestación. Fue elaborado por las
organizaciones que participan de la Campaña Nacional por el Derecho al
Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Estamos hablando cuando la lucha de los
movimientos populares, en especial del movimiento de mujeres,
disputa contra un régimen social basado en el miedo a creencias
religiosas y en la discriminación. También contra la gula económica de
corporaciones médicas y laboratorios. Nada más avasallante que pisotear
los principios fundamentales de una existencia digna: la igualdad, la
libertad y la justicia.
La constatación de que esta realidad
tiene antecedentes se la debemos a la escritora feminista Mabel
Bellucci, quien en su libro Historia de una desobediencia. Aborto y
feminismo narra el largo y espinoso camino del movimiento feminista por
la conquista de la libertad de las mujeres
a decidir sobre sus propios cuerpos. Sus protagonistas son aquellas
rebeldes que dijeron “no” al sometimiento y a los abusos del poder en
tierras poderosas. Fue allá por los años ’60 y ’70 que se presentaron
batallas en los puntos neurálgicos de los Estados Unidos –Nueva York,
Chicago y Boston– para más tarde repetir las paradigmáticas campañas del
“Yo aborté” llevadas a cabo en Francia y en Italia.
Esas ansias por adueñarse de sus cuerpos
y de su decisión reproductiva cruzaron fronteras para afincar tales
ideales en nuestro país hasta el presente. De esta manera se retratan
las tensiones y complejidades entre un feminismo naciente, solitario y
de pequeños grupos y las organizaciones político-armadas junto con los
partidos de izquierda durante la década donde la revolución estaba a la
vuelta de la esquina. De inmediato, en nuestro querido país irrumpieron
los dioses de botas y charreteras. Inmovilizar el tiempo en las cárceles
y en los centros clandestinos de detención fue su propósito más
anhelado. Si bien estos matones de garrote devastaron a los movimientos
populares, de esas cenizas nació la resistencia en manos de un reducido
número de amas de casa que por su valentía entraron de lleno a la Gran
Epopeya. Pero Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo no se
frena allí. Prosigue su pesquisa con la reactivación de las mujeres
organizadas y su fortalecimiento durante la transición democrática.
Después relata las reacciones feministas al impacto de la
convertibilidad bajo el manto del neoliberalismo durante el menemato; la
revuelta plebeya de 2001 con sus ensayos exploratorios de democracia
directa con las asambleas populares. Allí, el debate del aborto se fugó
de las filas del feminismo para ser lema de otros movimientos populares.
Si esto no es un triunfo, ¿de qué estamos hablando entonces? Por
último, Mabel Bellucci cierra su investigación con el surgimiento de la
“Campaña Nacional por el Derecho del Aborto Legal, Seguro y Gratuito”,
en 2005. La presenta con dinamismo al entrevistar a dos referentes
fundamentales e imprescindibles de este espacio. Pese a los años
transcurridos en una Argentina con
tantas idas y venidas, hoy la campaña prosigue en ascenso gracias a la
prepotencia del trabajo de sus integrantes, diría Roberto Arlt.
En este libro, todas estas activistas se
entrecruzaron como enredaderas en el relato y en el testimonio, y
fueron retratadas con minuciosidad por la autora. Así salieron por su
propio impulso de la humillación a la que estaban sometidas por el yugo
machista y llevaron como “mascarón de proa la imaginación y la tenacidad
de la vida”. Sólo ellas son soberanas de su reproducción biológica y de
su decisión o no de abortar. Por más que los médicos y las religiones
las amedrentan con el fin de desviarlas de su objetivo, si ellas tomaran
esta determinación, lo harán hasta el punto de exponer sus vidas y su
salud para decir: “¡Basta!”. Tendré el gusto de presentar Historia de
una desobediencia. Aborto y feminismo el 11 de mayo en el marco de la
Feria del Libro, en la Sala ABC, Pabellón Blanco, de 18 a 20, junto con
invitadas e invitados jóvenes provenientes de la militancia y también de
la academia.
Nuestra historia está plagada de ejemplos de mujeres
desobedientes que no se doblegaron para reclamar sus derechos. Ya
sabemos de nuestras queridas Madres. Ellas aplicaron su desobediencia
debida y su rebeldía cuando el miedo y la cobardía de todos cerraban las
puertas. La época argentina ganó su
mejor página. Un pañuelo blanco contra la picana, la desaparición, el
robo de niños, las patotas de la cúspide. Mil jueves, el pañuelo blanco.
El mejor aporte a la democracia en estos treinta años.
También en la obra Las putas de San
Julián, un espectáculo que se presenta en el Teatro Nacional Cervantes
basado en un episodio de mi libro La Patagonia rebelde, recreamos la
dignidad y valentía de ese núcleo de mujeres
pobres y anónimas que desobedecieron las órdenes militares por el
fusilamiento de cientos de peones rurales. Sucedió el 17 de febrero de
1922, en Santa Cruz. En un mísero prostíbulo, nativas e inmigrantes se
negaron a prestar sus servicios a la soldadesca que ejecutó a los
trabajadores que llevaron a cabo la huelga. Sobre todo es un homenaje a
ellas, quienes protagonizaron ese hecho que durante años fue tabú,
porque implicaba directamente al Ejército Argentino y a la máxima
autoridad de la República, Hipólito Yrigoyen. En medio de tanta
ignominia, latrocinio y crímenes irreparables, fueron las únicas que se
plantaron ante el Ejército, en homenaje a tanto obrero fusilado.
Estuvieron más fuertes que nunca frente a la miserabilidad de los
obedientes debidos.
Por último quisiera hacer un
reconocimiento a la Comisión por el Derecho al Aborto, agrupación
autogestiva que tuvo como único objetivo luchar por esta demanda
prioritaria del feminismo. De allí que transcribo las ideas centrales de
una entrevista que se publicó en la revista Nuevos Aportes, en 1998.
Recuerdo que las integrantes de la Comisión, representada por la
histórica referente Dora Coledesky, estuvieron desde los primeros
momentos en que se constituyó la cátedra libre sobre Derechos Humanos en
la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Allí se creó la cátedra de
género a cargo de Marcela Franco, María Antonia Sánchez y Nora Pulido. Y
todas juntas trabajaron intensamente para debatir las cuestiones
vertebrales que atañen a las mujeres.
Entonces acompañé el planteo del aborto en ese ámbito universitario para
empezar... pese a todo. El optimismo tiene que existir.
A modo de coda: el aborto es uno de los temas fundamentales de la vida de las mujeres y hombres, y me extraña que las mujeres argentinas
no hayan tomado en sus manos, no hayan hecho conocer a la población su
modo de pensar. En nuestro país se dan muy pocas chances a la mujer de
realizar su propia vida y su propio pensamiento. Existe oportunismo en
los políticos, mucha ignorancia y conformismo, y de fondo una latente
crueldad e hipocresía por mantener en la clandestinidad al aborto. Soy
partidario de avanzar mucho más y de llegar a la absoluta voluntad de la
mujer. Y me parece bien que el Estado y organismos comunitarios
mantengan oficinas de consejo con gente entendida, como médicos,
psicólogos, sociólogos, que tengan una comprensión más profunda del
tema. En los lugares donde se había avanzado en los acuerdos sociales
sobre el aborto están habiendo retrocesos.
En el caso de Alemania,
últimamente, por orden del Papa, la intervención que tenía la Iglesia en
los consejos fue retirada y ha iniciado una campaña contra la ley, es
decir, después de tanto trabajo, el Papa da una orden totalmente
reaccionaria. La otra cuestión es el abandono total de las adolescentes,
las madres solteras, las que quieren tener hijos y las que simplemente
no desean tener hijos. Aquí debe ser fundamental el consejo de mujeres
que aman la vida y puedan transmitir sus experiencias a aquellas que se
ven de pronto ante problemas en los que se juega con la vida y el
derecho de cada uno. Creo que también es preciso debatir la
anticoncepción junto con el tema del aborto. Las mujeres
deben instalar el tema y van a ser apoyadas siempre por los hombres de
buena voluntad que anhelan una vida de comprensión entre los sexos.
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