jueves, 3 de abril de 2014

Los feminismos como herramienta de transformación y cambio de la hegemonía cultural patriarcal

El siguiente ensayo tiene como objeto exponer en líneas generales cómo el feminismo es una herramienta de transformación social y de concienciación para crear las bases en la construcción de un mundo en el que seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres (Rosa Luxemburgo).
Autora:
Candela Caro Saavedra
Estudiante de Educación Social – Universidad de Granada
 
Compañera del SAT de Granada

El siguiente ensayo tiene como objeto exponer en líneas generales cómo el feminismo es una herramienta de transformación social y de concienciación para crear las bases en la construcción de un mundo en el que seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres (Rosa Luxemburgo).

Hegemonía cultural.

Para esta primera parte he elegido a Gramsci porque su reflexión y construcción de ideas reúne un estrecho nexo entre teoría y práctica, teoría y acción política. Y es esta unidad entre teoría y práctica, esta unidad, la que hace de la política la verdadera filosofía y el pensamiento crítico; en cuanto la política, que es teoría y práctica al mismo tiempo, no se limita a interpretar el mundo, sino que lo transforma con la acción. Según la conocida tesis de Marx sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”; de ahí la necesidad de pasar de la filosofía especulativa a la política, a la acción revolucionaria. Partiendo de que todo es político, aquí cabría mencionar la tesis feminista de que “lo personal es político”, algo en lo que ha incidido este movimiento social para romper con la dicotomía público-privado y para visibilizar las violencias que se dan dentro del hogar.

Otra de las razones por las que planteo esta parte del ensayo desde la teoría gramsciana es porque tiene una concepción materialista de la historia; es la base económica, la infraestructura, la que determina una compleja superestructura política, moral, ideológica, que está condicionada por dicha base económica de la sociedad, es decir, por las relaciones de producción y de cambio. Para Gramsci, esta es una afirmación de carácter gnoseológico, en el sentido de que indica el proceso a través del cual se forman las ideas, las concepciones del mundo.

El concepto de hegemonía está presentado en Gramsci en toda su amplitud, es decir, como algo que opera no sólo sobre la estructura económica y la organización política de la sociedad, sino además, específicamente sobre el modo de pensar, las orientaciones teóricas, y hasta sobre el modo de conocer. (Por tanto, la revolución es entendida por Gramsci y lo repite continuamente como una reforma intelectual y moral.)

Aquí podría caber nombrar el ecofeminismo1 como ejemplo de línea teórica para desmontar el imaginario que se construye a partir de esa infraestructura. Como ya dije en un comentario de texto sobre el ecofeminismo, creo que es necesario entender qué significa pensar la economía desde el feminismo; es darle un giro, transformar los términos económicos y reconocer la deuda social que tenemos con las mujeres. Es reformular y dar una respuesta colectiva al buen vivir por el que luchamos, es sacar las tareas de lo privado a lo público, de las casas hacia afuera. Es redistribuir el trabajo en casa, romper con la clásica división del trabajo, es reorganizar el trabajo del mercado, es desalienarnos, es visibilizar la relación economía y política, es querer romper con la superestructura capitalista heteropatriarcal desde el materialismo a partir de la cual se construye.

El término hegemonía deriva del griego eghesthai, que significa “conducir”,”ser guía”,”ser jefe”;o tal vez del verbo eghemoneno, que significa “guiar”,”preceder”, “conducir”,y del cual deriva “estar al frente”, “comandar”, “gobernar”. Por eghemonia el antiguo griego entendía la dirección suprema del ejército. Se trata pues de un término militar. Egemone era el conductor, el guía y también el comandante del ejército. En el tiempo de la guerra del Peloponeso, se habló de la ciudad hegemónica, a propósito de la ciudad que dirigía la alianza de las ciudades griegas en lucha entre sí.

Según la RAE, hegemonía, (Delgr.ἡγεμονία, dirección, jefatura).
1.f.Supremacía que un Estado ejerce sobre otros.
2.f.Supremacía de cualquier tipo.

Centrándonos en la segunda acepción, en el que hegemonía es la supremacía de cualquier tipo, veo necesario contextualizarla en nuestros tiempos. Hoy en día, la supremacía y el poder reside en manos del sistema capitalista y patriarcal, un “anónimo” respaldado y apoyado por la mayoría de los países del mundo (con algunas excepciones como Cuba, Corea del Norte, Venezuela y otros países latinoamericanos) y sus políticas neoliberales, por la globalización y las grandes multinacionales, además de los organismos internacionales que marcan las directrices mundiales (FMI, BM, ONU, OTAN…). Así, este sistema fundamentado en unas relaciones de producción basadas en la acumulación de capital para el beneficio económico individual, de explotación y de poder en una economía de mercado, en instituciones como la familia nuclear y la propiedad privada y en algunos casos la iglesia, crea, entre otras muchas cosas, una superestructura que erige unas normas sociales que reproducen estas estructuras dominantes. Concretamente, otro de los pilares que fundamenta y que mantiene este sistema, es el patriarcado como ideología. Y con ideología me refiero al sistema de significados, valores y creencias relativamente formal y articulado, que conforma una concepción universal o una perspectiva de clase, género, etnia… 2

En esta parte me centraré en el patriarcado como ideología.

Aproximándonos históricamente, el patriarcado, hasta que la teoría feminista lo redefinió, se consideraba el gobierno de los patriarcas, de ancianos bondadosos cuya autoridad provenía de su sabiduría. De hecho, ésa es la interpretación que aún hace la Real Academia Española. Una de sus causas es el llamado androcentrismo, es decir, el hombre como medida de todas las cosas. El mundo se define en masculino y se considera al hombre como medida de todas las cosas. El androcentrismo ha distorsionado la realidad, ha deformado la ciencia y tiene graves consecuencias en la vida cotidiana.3Y hoy en día se sigue interpretando en gran medida la realidad a través de ese prisma.

El androcentrismo ha contaminado prácticamente todas las disciplinas y líneas de estudio e investigación del ser humano: las ciencias biológicas (medicina, psicología, psiquiatría…), las ciencias sociales (sociología, antropología, historia, educación), las artes… y un largo etcétera. Así, vemos el claro ejemplo que en lo que concierne a la cultura en general, la hegemonía androcéntrica es la que marca las directrices de la construcción del conocimiento.
Pero ya a partir del siglo XIX, cuando comienzan las teorías que explican que la hegemonía masculina en la sociedad es una usurpación, se utiliza el término patriarcado en sentido crítico. Es el feminismo radical, a partir de los años setenta del siglo XX, el que utiliza el término patriarcado como pieza clave de sus análisis de la realidad.

Para entenderlo de manera más clara y de forma más concreta, presentaré la definición que ofrece Dolors Reguant:

“Es una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres; del marido sobre la esposa; del padre sobre la madre, los hijos y las hijas; de los viejos sobre los jóvenes y de la línea de descendencia paterna sobre la materna. El patriarcado ha surgido de una toma de poder histórico por parte de los hombres, quienes se apropiaron de la sexualidad y reproducción de las mujeres y de su producto, los hijos, creando al mismo tiempo un orden simbólico a través de los mitos y la religión que lo perpetúan como única estructura posible.” 

El patriarcado como ideología tiene un gran abanico de productos: la violencia de género estructural, leyes retrórgradas y asesinas de mujeres como la del aborto, machismo, sexismo, heteronormatividad, la homofobia, la transfobia, el androcentrismo, la misoginia, la dicotomía espacio público-espacio privado, la desigualdad de poder por parte de los biohombres en el ámbito político, económico, social, del empleo, de las relaciones interpersonales, de la sexualidad (entendida como institución social que se ha construido y reproducido históricamente en silencio, sobre todo en las mujeres, cuyos cuerpos han sido considerados en un espacio de control social, sumándosele los valores de la tradición judeo-cristiana de regulación sexual (castidad, virginidad, familia…), un amor basada en el romance normativo del amor romántico, un cuerpo mercantilizado y estereoptipado, el género como regulador de comportamientos asignados y estereotipos de género; en resumen: una hegemonía y una dominación masculina definida en términos de opresión a lo que intenta transformar y subvertir la norma.

Feminismo.

feminismo (RAE)
(Del lat. femĭna, mujer, hembra, e -ismo).
1.m. Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres.
2. m. Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres.

“El feminismo es un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del siglo XVIII y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación y explotación de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquélla requiera”.5

“El feminismo como el compromiso para poner fin a la dominación masculina. Se trata de “un movimiento creado en el discurso”, en el sentido de que “la esencia del feminismo, según se ha practicado y narrado, es la (re)definiciónde la identidad de la mujer”.6

Después de esta aproximación conceptual al término feminismo, desde mi punto de vista, cabe resaltar que el feminismo es fundamentalmente una herramienta necesaria para construir un nuevo orden social basado en la igualdad, en el respetos a las diferencias, en la diversidad en su más amplio significado. El feminismo como movimiento social que impulsa cambios sociales, y la teoría social feminista que los analiza, los comprende, los explica y los formula, transforma la organización social hegemónica partiendo de la tesis de que la opresión no se debe a cuestiones naturales, sino históricas y sociales; son constructos de un tiempo y un espacio determinado. Así, el sistema de dominación de género tiene como base de cambio el feminismo, al que le debemos los grandes logros de la reinterpretación política de la sociedad, de la lucha por la liberación de la mujer, por su empoderamiento y por querer construir un mundo en el que el género y el sexo, la orientación sexual, la identidad de género y la diversidad sexual en general no sean razón de discriminación y opresión.

Al hablar de estos temas, no podemos dejar de lado el concepto de género, que es transversal a la explicación a gran parte de lo anteriormente mencionado. Por ello, veo necesario plantear una definición de éste. Cabe también mencionar que la teoría social feminista ha perseguido, entre sus objetivos el de definir el género como principio de estructuración social (Connell, 1987, 2002; Ortner, 1993; Narotzky, 1995; Esteban, 2001; Maquieira, 2001); la más acorde que he encontrado es la siguiente:

“Conjunto de creencias, rasgos personales, actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades que diferencian a hombres y mujeres a través de un proceso de construcción social que tiene varias características. En primer lugar, un proceso histórico que se desarrolla a diferentes niveles tales como el estado, el mercado de trabajo, las escuelas, los medios de comunicación, la ley, la familia y a través de las relaciones interpersonales. En segundo lugar, este proceso supone jerarquización de estos rasgos y actividades de tal modo que a los que se definen como masculinos se les atribuye mayor valor (Benería, 1987:46; cf. Maquieira, 2001:159)”.

Como ya he dicho, estamos socializadas en un sistema de dominación de género; esto consiste en la asimilación de los roles que cultural y socialmente corresponden a cada uno de los sexos. Esto se aprende en la familia, con la socialización diferencial de género, en la escuela, en los medios de comunicación de masas, en las instituciones, y un largo etc. En este sistema, existe una dualidad clara entre lo bueno y lo malo, entre lo válido y lo no válido. Lo bueno y lo válido es el hombre, es lo masculino; lo malo y lo no válido es la mujer, es lo femenino. Es así también como a partir de la subjetivación, del hecho de pasar a ser sujetos agentes y conscientes, decidimos cuestionarnos estos estereotipos de género; y es el feminismo el que ha implantado esas bases de reflexión. El romper con la hegemonía cultural patriarcal nos acompaña a tomar conciencia del lugar que ocupamos, del valor social e histórico que tenemos; el analizar los procesos de construcción social a los cuales nos imponen y someten desde que nacemos. O incluso antes.

Con el género como herramienta de análisis de la realidad, aparte de lo que ya he mencionado anteriormente, el cuestionarnos su construcción nos puede ayudar a cimentar las bases para reapropiarnos de la hegemonía cultural y proporcionar una base desde abajo a una nueva dirección política, moral e ideológica para un nuevo sistema social, económico y político; es decir, organizarnos o autoorganizarnos alrededor de otros esquemas, valores, principios y estructuras más humanas y “nuestras”. Y en todo esto, tiene la responsabilidad principal la educación.

Educación.

La educación, entendida como proceso de liberación personal, debe ser el eje central para el desarrollo de personas libres e iguales. De esta manera, se construirán mujeres y hombres nuevas, personas con una capacidad formativa, crítica y activa en la sociedad a la que pertenecen, a partir de un proceso reflexivo, impulsado por la práctica y la motivación. De esta manera, serán partícipes de la construcción de la historia del mundo. Así, desde mi punto de vista, y siguiendo las palabras del pedagogo brasileño Paulo Freire, la búsqueda de la libertad, la igualdad y la justicia se tienen que hacer desde una educación basada en el amor, en el coraje y en la solidaridad desde un punto de vista radical. En las siguientes líneas, se desarrolla la idea de “radical-sectario”; y es rechazando el sectarismo como se debe de valorar la educación para construir esas nuevas mujeres y hombres:

“La radicalización, que implica el enraizamiento que el hombre hace en la opción, es positiva, porque es preponderantemente crítica. Crítica y amorosa, humilde y comunicativa. El hombre radical en su opción no niega el derecho a otro de optar. No pretende imponer su opción, dialoga sobre ella. Está convencido de su acierto, pero respeta en otro el derecho cíe juzgarse también dueño de la verdad; intenta convencer y convertir, pero no oprime a su oponente; tiene el deber, por una cuestión de amor, de reaccionar con violencia a los que pretenden imponerle silencio.23 A los que, en nombre de la libertad, matan, en sí y en él, la propia libertad. La posición radical que es amorosa no puede ser autoflagelante. No puede acomodarse pasivamente frente al poder exacerbado de algunos que lleva a la deshumanización de todos, incluso de los poderosos. […] Y el sectarismo tiene una matriz preponderantemente emocional y acrítica, es arrogante, antidialogal y por eso anticomunicativa. Es reaccionaria, sea asumida por un derechista, que para nosotros es un sectario de “nacimiento”, o un izquierdista. El sectario nada crea porque no ama. No respeta la opción de los otros. Pretende imponer la suya —que no es opción sino fanatismo— a todos. De ahí la inclinación del sectario al activismo, que es la acción sin control de la reflexión. De ahí su gusto por eslóganes que difícilmente sobrepasan la esfera de los mitos y, por eso mismo, mueren en sus mismas verdades, se nutre de lo puramente “relativo a lo que atribuyen valores absolutos”.

El radical, por el contrario, rechaza el activismo y somete siempre su acción a la reflexión. El sectario, sea de derecha o de izquierda, se enfrenta a la historia como su único hacedor, como su propietario, difieren porque, mientras que uno pretende detenerla, el otro pretende anticiparla.”7

Para no caer en imposiciones ideológicas, éticas o morales, la educación para la construcción de personas libres e iguales debe ser desde la invitación a las personas a hacer suyas estas ideas, a sentir ese conocimiento y ese camino como parte de sus vidas; y será desde la pedagogía crítica y la pedagogía política como conseguiremos concienciar y sensibilizar a la sociedad de la importancia del feminismo y de la integración de la perspectiva de género en todos los ámbitos de sus vidas. El devolver la luz a los ojos de las personas a partir de la acción-motivación, el diálogo, la comunicación, será el trabajo primordial de la educación, y más concretamente de la Educación Social.

La Educación Social, tanto en el ámbito formal como en el no formal, tiene una gran responsabilidad en relación a empezar a concienciar y educar a las niñas y niños, a las adolescentes y los adolescentes principalmente, y en general a toda la población acerca de las desigualdades en las que se cimenta este sistema. Así, su práctica no puede reducirse a la mera prevención, como son muchos de los planes autonómicos como el de Andalucía, y otros programas de educación sexual (dejando la afectividad de lado, y únicamente previniendo de los embarazos y las ETS). Así, la Educación Social no puede dejar de lado su planteamiento desde la Sociología de la Educación y la Sociología de las Relaciones Afectivas; éstas son las que explican los fenómenos estructurales que dan lugar a la situación actual de desigualdad e interrelación entre los distintos sistemas que se complementan en la sociedad. Desde la Educación Social se pueden plantear programas y proyectos de intervención social y educativa atendiendo a la siguiente clasificación: género, sexualidad, afectividad y cuerpo; todos estos campos son componentes de la política afectivosexual a partir de la cual se rige la normatividad relacional.

En cuanto a género, tratar temas como los desequilibrios de poder en las relaciones personales, la mujer como objeto sexual, los roles y estereotipos de género, el lenguaje sexista, algo realmente importante ya que toda persona, por el simple hecho de que habla, tiene su concepción del mundo aunque sea inconsciente o meramente acrítica, porque el lenguaje es siempre de modo embrionario una forma de concepción del mundo. La masculinidad y la feminidad normativas y cómo transgredirlas, los derechos de las mujeres, la violencia de género y violencia estructural.

En sexualidad, tratar las relaciones sexuales, normalizar su práctica, no reducirlas a la genitalidad y al falocentrismo, los embarazos y los END y los anticonceptivos basándonos en la premisa de “educación sexual para decidir. Anticonceptivos para no abortar. Aborto legal para no morir”, la diversidad sexual y la orientación sexual, el mito de la virginidad, las identidades trans…

En afectividad, el desarrollo de habilidades sociales y comunicativas, la importancia de la afectividad en la vida de las personas, los sentimientos de posesión y celos, el diálogo, la confianza, el miedo al rechazo y al no, los distintos modelos de pareja y la gestión de emociones en general (Según el informe Delors (UNESCO, 1996), a educación emocional es un complemento indispensable en el desarrollo cognitivo y una herramienta fundamental de prevención, ya que muchos problemas tienen su origen en el ámbito emocional.)

En cuerpo los cambios corporales, el cuerpo como objeto de consumo y como campo de batalla en las mujeres

De esta forma, transversalmente se tratarán el respeto a los derechos humanos, independientemente de su sexo/género y su orientación sexual e identidad de género, haciendo hincapié en las identidades oprimidas, la libertad de movimiento de las mujeres en cualquier parte y en cualquier situación arrebatándoles del imaginario ese miedo inculcado de posible violación constante, la importancia de crear redes desde abajo, tanto de mujeres como de hombres, y más especialmente de estos últimos, replanteándoles renunciar a sus privilegios, el fomento de relaciones libres, autónomas y plenas, el concienciar acerca de las aberraciones que se producen contra las mujeres (mutilación genital femenina, lapidación…) y nuestro derecho a vivir dignamente, el visibilizar y valorar el trabajo de las mujeres dentro y fuera de la casa desde el ecofeminismo anteriormente mencionado, los micromachismos como expresión más mínima de toda la problemática que gira en torno al patriarcado capitalista. Y por último no podemos olvidar tratar las políticas institucionales que vienen desde el gobierno central; en este caso, desde el gobierno del Estado español del PP concretando en la ley del aborto. El pasado 20 de diciembre el ministro de justicia, Alberto Ruiz-Gallardón presentó el anteproyecto de la Ley de protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada. Esta reforma supondría un arrebato de derechos fruto de la lucha feminista que nos lleva a retroceder más de 30 años. La ley de Plazos aprobada en 2010 por el gobierno de Zapatero quedaría abolida dando paso a una ley más restrictiva y retrógrada si cabe que la de 1985. Con esta ley de Supuestos sólo sería legal abortar en dos casos: por violación en las 12 primeras semanas y riesgo para la salud física y psíquica de la madre dentro de las 22 primeras semanas, quedando fuera la malformación del feto. 

Desde la Educación Social y su intervención, es necesario posicionarnos en contra de esta ley y rechazar una reforma con un claro trasfondo ideológico que pretende seguir oprimiendo y alienando a las mujeres, y aún más a las mujeres de clase obrera que no pueden permitirse ir a abortar a otro país o hacerlo en clínicas clandestinas privadas; y si lo hacen, lo harán en unas condiciones poco seguras que ponen en riesgo sus vidas. De esta manera, la maternidad se convierte en una obligación más que en una elección consciente y responsable, en la que la voz de médicos y psiquiatras tienen más peso que la propia toma de decisiones de las mujeres.

Resumiendo, es fundamental plantear una educación por el empoderamiento de las mujeres y las personas, por la igualdad y los buenos tratos entre las personas y con el entorno, haciendo hincapié que todo empieza por una misma: primero cambios personales, ser conscientes de dónde estamos y cómo estamos, qué podemos hacer para cambiar y extrapolarlo a nuestra vida en sociedad como ejemplo de superación.

De esta manera, además de intervenir en estos temas, otro de los valores de la Educación social es sugerir y desarrollar la conciencia de la importancia de difundir las conquistas personales y culturales desde la responsabilidad social para conquistar la hegemonía. Como diría Gramsci, “Crear una nueva cultura no significa sólo hacer individualmente descubrimientos originales; significa también, y especialmente, difundir verdades ya descubiertas, socializarlas, por así decir, convertirlas en base de acciones vitales, en elemento de coordinación y de orden intelectual y moral. Que una masa de hombres sea llevada a pensar coherentemente y en forma unitaria la realidad presente, es un hecho filosófico mucho más importante y original que el hallazgo, por parte de un genio filosófico, de una nueva verdad que sea patrimonio de pequeños grupos de intelectuales”.

Después de haber hecho un recorrido general sobre algunos de los componentes que sustentan la organización social actual y que dan pie a una desigualdad y a unas relaciones de poder, podemos concluir que para acabar con la hegemonía del BBVA es imprescindible entender la política desde la micromilitancia8, una nueva forma de entender la política que introduce las prácticas del día a día, e incluyendo la perspectiva de género como prisma para interpretar la realidad. 

Y es el feminismo el que nos ofrece las herramientas para ello; el feminismo nos convierte en sujetos revolucionarios, que tienen conciencia del lugar que ocupan y la función que cumplen, transgresoras de la norma y que buscan el cambio desde abajo, desde el desarrollo y construcción de relaciones sanas, autónomas e independientes. Esto extrapolado al conjunto de la sociedad y a la praxis transformadora, desde la educación como práctica de la libertad, vemos como el feminismo es como un Demiurgo, un hacedor de humanidad.



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