sábado, 15 de marzo de 2014

La sangrienta lucha por las zonas de pastoreo africanas

Esta semana, al menos un centenar de personas perdían la vida al norte de Nigeria en una ola de venganza protagonizada por ladrones de ganado


Las recientes masacres pastoralistas al norte de Nigeria vuelven a demostrar la capital lucha por las reservas naturales que sufre el continente africano. Según testigos presenciales, el pasado martes, decenas de atacantes (la mayoría, pastores de etnia fulani) iniciaban un asedio a diferentes localidades del estado de Katsina. La ola de violencia finalmente culminaría un día después bajo un mortal balance: hasta 113 fallecidos, según el último recuento de víctimas. 

El origen de este reguero de sangre se enmarca, presuntamente, en una venganza contra la población local por las últimas detenciones contra ladrones de ganado. A ella se habría unido la reciente visita a la región del presidente, Goodluck Jonathan, que contribuyó a que la mayoría de localidades atacadas (como Kurar Mota o Maigora) no contaran con suficientes efectivos militares para garantizar su defensa

No obstante, en los últimos tiempos, los enfrentamientos entre pastores de la etnia fulani (musulmanes) y los agricultores berom (cristianos y animistas) son una nota ciertamente habitual en Nigeria, ya que el modo de vida de estas comunidades está influenciada de forma capital por el acceso a los acuíferos.

Pese a que se trata de una lucha por la posesión de la tierra que nada tiene que ver con ninguna yihad global, grupos integristas como Boko Haram avivan un conflicto religioso y tribal que, desde 1999, ha dejado 12.000 muertos al noreste del país.

Un caso similar al de Sudán del Sur, donde los combates entre los lou nuer y los murle por el control de las cabezas de ganado dejaron, solo en 2011, más de 4.000 muertos principalmente en los Estados de Jonglei y Upper Nile («curiosamente» en disputa con su vecino norteño).

Marginación política

«La lucha por el agua y las zonas de pastoreo sigue siendo el motor primordial de los conflictos regionales», advertía en 2009 el «think-tank» británico Overseas Development Institute, quien denunciaba la marginación política que sufren estas comunidades en el Cuerno de África.

En este sentido, en 2012, un informe de la organización Grain denunciaba la lucha abierta por un elemento que resulta cada vez más preciado: el agua. Ese mismo año, 42 policías fallecían en Kenia tras una emboscada de ladrones de ganado. La matanza se produjo cuando miembros de la comunidad turkana robaron ganado a los samburu, lo que desató una (a la postre mortal) operación policial en la región de Suguta.

Y no parece una excepción. En 2030, el 47 por ciento de la población mundial vivirá en áreas de alta conflictividad hídrica, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo.
Siguiendo esta tendencia, un reciente estudio de la Universidad de Virginia y la Universidad Politécnica de Milán denunciaba cómo el fenómeno de acaparamiento de agua se ha intensificado en el últimos cuatro años debido, en gran parte, al aumento en 2007-08 del precio de los alimentos.

«En menos de una década, las tasas de la tierra y el acaparamiento de agua han aumentado dramáticamente», reconocía Paolo D'Odorico, coautor del estudio.



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