"El jefe de los rebeldes se hace llamar Bin Laden"
Miembros de la milicia islamista Seleka
Los grupos de auto-defensa se han vuelto cada vez más frecuentes: los ciudadanos se arman con lo que pueden (flechas, palos y fusiles caseros) y hacen justicia por cuenta propia
(Valores Religiosos)- «Nosotros no tenemos los medios para defendernos. Pedimos ayuda a la comunidad internacional, porque solos no podemos».
Monseñor Edouard Mathos, obispo de Bambari, habla con la voz entrecortada. Está cansado, exhausto, tras meses, años de violencia. «Esperamos la intervención de las Fuerzas armadas francesas. ¡Las Naciones Unidas no se mueven y mientras tanto la gente de aquí muere, tiene hambre! Las grandes organizaciones internacionales tienen tiempos de reacción demasiado largos».
La crisis dilaga en la República Centroafricana: 63 mil centroafricanos han huido al extranjero; 400 mil han tenido que abandonar sus casas; un quinto de la población, un millón de personas, sufre el hambre.
El ministro del Exterior francés, Laurent Fabius, lanza un grito de alarma: en África Central se corre el peligro de un genocidio. La crisis podría extenderse también a los países vecinos, denunció Abou Moussa, representante del Secretario General de las Naciones Unidas para África Central. Sin embago, en el campo hay solamente 420 soldados franceses, encerrados en un aeropuerto, y alrededor de 2000 hombres de la Fomac, la fuerza internacional de interposición que debería proteger a la población.
Monseñor Mathos se encuentra en la capital, Bangui, y está por volver a su diócesis, Bambari, a 400 kilómetros de distancia, en el centro del país. Con fortuna, medio día de viaje. En la República Centroafricana el asfalto es casi inexistente: «Aquí se vive en una situación de calma aparente, engañosa. Los hombres de la Seleka siguen provocando desórdenes: roban, matan el ganado, secuestran gente». El 3 de enero agredieron incluso al mismo monseñor Mathos, entraron a su casa y robaron lo que pudieron.
Las milicais de Seleka, ex-rebeldes en desbandada, expulsaron al viejo presidente Bozizé y llevaron al poder al presidente actual Michel Djotodia, el pasado 24 de marzo. Después, oficialmente, se disolvieron, pero continúan sembrando el terror por el país. Gran parte de los hombres de la Seleka son extranjeros, sobre todo de Chad y de Sudán. Y justamente de Chad son muchos de los hombres de la Fomac.
«En Bambari, varios soldados de la Fomac vienen de Chad y entablan relaciones con los hombres de la Seleka, en lugar de detenerlos». Monseñor Mathos está muy preocupado: «No hay ningún tipo de gobierno, ni judicial ni administrativo; vivimos en la anarquía». O peor, quien gobierna sin oposición es un general, el líder de la Seleka. Se hace llamar con un nombre que representa su programa: Bin Laden.
No se trata de una guerra religiosa, han dicho en diferentes ocasiones los obispos e imanes del país; no es un conflicto entre cristianos y musulmanes. Pero los hombres de la Seleka atacan principalmente a los cristianos. Y así, denuncia Mathos, «en la ciudad aumenta la animosidad contra los musulmanes. Pero nosotros exhortamos a los cristianos a la paciencia, a crear la pacificación, pero es difícil comprender qué es lo que pasa por la cabeza de las personas». Los grupos de auto-defensa se han vuelto cada vez más frecuentes: los ciudadanos se arman con lo que pueden (flechas, palos y fusiles caseros) y hacen justicia por cuenta propia.
Monseñor Edouard Mathos, obispo de Bambari, habla con la voz entrecortada. Está cansado, exhausto, tras meses, años de violencia. «Esperamos la intervención de las Fuerzas armadas francesas. ¡Las Naciones Unidas no se mueven y mientras tanto la gente de aquí muere, tiene hambre! Las grandes organizaciones internacionales tienen tiempos de reacción demasiado largos».
La crisis dilaga en la República Centroafricana: 63 mil centroafricanos han huido al extranjero; 400 mil han tenido que abandonar sus casas; un quinto de la población, un millón de personas, sufre el hambre.
El ministro del Exterior francés, Laurent Fabius, lanza un grito de alarma: en África Central se corre el peligro de un genocidio. La crisis podría extenderse también a los países vecinos, denunció Abou Moussa, representante del Secretario General de las Naciones Unidas para África Central. Sin embago, en el campo hay solamente 420 soldados franceses, encerrados en un aeropuerto, y alrededor de 2000 hombres de la Fomac, la fuerza internacional de interposición que debería proteger a la población.
Monseñor Mathos se encuentra en la capital, Bangui, y está por volver a su diócesis, Bambari, a 400 kilómetros de distancia, en el centro del país. Con fortuna, medio día de viaje. En la República Centroafricana el asfalto es casi inexistente: «Aquí se vive en una situación de calma aparente, engañosa. Los hombres de la Seleka siguen provocando desórdenes: roban, matan el ganado, secuestran gente». El 3 de enero agredieron incluso al mismo monseñor Mathos, entraron a su casa y robaron lo que pudieron.
Las milicais de Seleka, ex-rebeldes en desbandada, expulsaron al viejo presidente Bozizé y llevaron al poder al presidente actual Michel Djotodia, el pasado 24 de marzo. Después, oficialmente, se disolvieron, pero continúan sembrando el terror por el país. Gran parte de los hombres de la Seleka son extranjeros, sobre todo de Chad y de Sudán. Y justamente de Chad son muchos de los hombres de la Fomac.
«En Bambari, varios soldados de la Fomac vienen de Chad y entablan relaciones con los hombres de la Seleka, en lugar de detenerlos». Monseñor Mathos está muy preocupado: «No hay ningún tipo de gobierno, ni judicial ni administrativo; vivimos en la anarquía». O peor, quien gobierna sin oposición es un general, el líder de la Seleka. Se hace llamar con un nombre que representa su programa: Bin Laden.
No se trata de una guerra religiosa, han dicho en diferentes ocasiones los obispos e imanes del país; no es un conflicto entre cristianos y musulmanes. Pero los hombres de la Seleka atacan principalmente a los cristianos. Y así, denuncia Mathos, «en la ciudad aumenta la animosidad contra los musulmanes. Pero nosotros exhortamos a los cristianos a la paciencia, a crear la pacificación, pero es difícil comprender qué es lo que pasa por la cabeza de las personas». Los grupos de auto-defensa se han vuelto cada vez más frecuentes: los ciudadanos se arman con lo que pueden (flechas, palos y fusiles caseros) y hacen justicia por cuenta propia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario