En una inusual demostración de unidad, líderes de religiosos de la India –musulmanes, cristianos, hindúes, sijs, jainistas-
han dado esta semana una rueda de prensa conjunta para elogiar la
reciente la ley homofóbica que acaba de aprobar el gigante asiático.
“La decisión de la Corte Suprema sobre la Sección 377 del Código Penal de la India no sólo está en línea con las tradiciones orientales
de este país , los valores morales y enseñanzas religiosas, sino que
también elimina los temores sobre la invasión de la cultura occidental y
la desintegración del sistema de la familia y el tejido social”, dice
la declaración.
Los predicadores de las religiones que incitaron las grandes guerras de la historia
se alían ahora contra un enemigo común, la homosexualidad, que a su
entender “pone en peligro la posición central de la mujer en la
sociedad, impide la evolución y el progreso de la raza humana , destruye
el sistema familiar y las relaciones sociales , y pone en peligro la
salud pública mediante la difusión del SIDA”.
El avance en el respeto a los derechos humanos
que se está consiguiendo peldaño a peldaño en las sociedades
occidentales con las leyes del matrimonio igualitario y la mayor
tolerancia hacia la libertad sexual tiene su reverso tenebroso en la ola
homofóbica que recorre África y Asia, identificada como una seña de
identidad cultural frente a la ‘decadencia’ occidental.
En Uganda el
Parlamento acaba de aprobar la ley que condena a cadena perpetua a los
gays reincidentes e ilegaliza la homosexualidad. Han sido los pastores
evangelistas –algunos con ayuda financiera de las congregaciones
estadounidenses- los que han liderado las presiones para “erradicar la
sodomía” con duras campañas homófobas.
El mismo fenómeno se produce en otros países del África subsahariana como la República Democrática del Congo y Ghana. No es casualidad que la virulencia del odio coincida con la reciente muerte de Nelson Mandela.
El mismo fenómeno se produce en otros países del África subsahariana como la República Democrática del Congo y Ghana. No es casualidad que la virulencia del odio coincida con la reciente muerte de Nelson Mandela.
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