Francisco Pineda |
Las antiguas metrópolis intentarán jugar distintos roles para no perder lo poco que les quede de presión para continuar esquilmando los recursos naturales y riquezas sin explotar en muchas de sus ex colonias. Desde todo el proceso iniciado con la llamada “primavera árabe” en el norte mediterráneo (aún no resuelta en varios países y en especial en Egipto) hasta las extremas situaciones de Somalia, República Centroafricana y el nuevo país Sudán del Sur, nos encontraremos con situaciones de violencia activa, golpes de estado, guerrillas o grupos insurgentes, derrocamientos, enfrentamientos étnico-religiosos y cualquier tipo de justificación para ocultar la verdadera raíz de los conflictos.
África es un continente prácticamente convertido en reserva de recursos naturales para los grandes intereses estratégicos de muchos países del mundo, desde los europeos a Estados Unidos, sin olvidar China y algunos países emergentes como India, Brasil o Sudáfrica. Todos ellos quieren pugnar por repartirse un trozo importante del pastel de dichas riquezas: petróleo, gas, diamantes, uranio y varios minerales estratégicos para la defensa y para el consumo de masas.
La desestabilización de gobiernos será una constante en los próximos años. Se fijarán alianzas de grupos políticos con multinacionales que realmente responden a los intereses de las potencias y que actuarán como su brazo ejecutor en cada una de las zonas en litigio. Donde actualmente no hay conflicto lo habrá, se provocará, se justificará y se financiará para que lo haya. Cualquier motivo será válido, dependiendo de cada una de las realidades internas de los países, para iniciar o reavivar un conflicto. A los poderosos les da igual el número de víctimas que se den en ellos, tal y como les ha dado igual que continúen muriendo de hambre y enfermedades curables millones de personas. Lo único que les mueve e interesa son las ganancias a futuro que produce el control de los recursos por explotar en el continente.
Lo demás sólo serán daños colaterales. Los africanos tienen que despertar y asumir este escenario, sabiendo jugar su papel con transparencia, al tiempo que los organismos internacionales, sobre todo Naciones Unidas, deben aplicar criterios de respeto a los derechos humanos y denunciar los intereses de terceros países y de oligopolios empresariales. De lo contrario, centenares de miles de personas vivirán un infierno en vida, serán utilizados sin miramientos y demostraremos, una vez más, nuestro rostro más ruin como seres humanos.
Francisco Pineda Zamorano es Asesor en Relaciones Internacionales y Cooperación
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