Angela Merkel consiguió
unos abrumadores resultados en las elecciones federales de Alemania el
pasado domingo, llevando a su partido, al CDU a una posición histórica.
Antes de confirmarse los resultados oficiales, los democristianos
acariciaron la mayoría absoluta, pero, finalmente, cinco puntos les
distanciaron de tal situación, por lo que tendrá que gobernar en
coalición.
La reválida de la canciller para un tercer mandato inquieta ahora a
Europa. Aunque sin pretenderlo, el país se ha convertido en el motor,
económico y político, del Viejo Continente y la política deberá ponerse
de nuevo manos a la obra en ciertos temas que había dejado aplazados por
los comicios de su país, como la unión bancaria o el mecanismo para
cubrir posibles quiebras.
La actitud de Merkel ante la crisis ha sido aplaudida por unos y muy
criticada por otros. Los continuos ajustes para llevar la austeridad a
las arcas de los miembros de la Eurozona ha llevado a que los Gobiernos
impongan medidas estrictas para recortar el gasto con subidas de
impuestos incluidas. ¿Será esta la tónica general para el tercer mandato
de la canciller? Es lo más probable, ya que Merkel no aprecia fisura
alguna en su manejo de la crisis del euro. «No veo necesidad de cambio»,
sentenció en el momento de celebrar su triunfo, y añadió: «Nuestra
política europea impulsa la integración. Desde el punto de vista de la
CDU no hay motivo alguno para cambiarla». En realidad, las urnas la
avalan.
Ahora bien, su actitud ante los miembros de la UE variará también en
función del socio con el que forme Gobierno, ya que no podrá contar con
los liberales en los que se ha apoyado estos últimos cuatro años.
Pocas horas después de la victoria, los democristianos tentaron a los
socialdemócratas para llegar a un acuerdo y estos se apresuraron a
matizar que «Merkel no podrá continuar sencillamente con esa política
con el SPD», sentenció el presidente del Parlamento Europeo, Martin
Schulz. El político, aseguró que los conservadores «tendrán que tomarse
en serio» cuestiones sociales, sobre todo en el ámbito de la lucha
contra el desempleo juvenil en los países donde más afecta la crisis,
como España, Grecia e Italia.
Buscar ese complicado equilibrio entre solidez y solidaridad será una
ardua tarea, más aún cuando en Alemania ha tomado fuerza el sector de
los euroescépticos, que se quedaron a tres décimas de lograr el cinco
por ciento de los votos necesarios para entrar en el Bundestag.
Alternativa para Alemania surgió por le malestar de muchos economistas
por los rescates europeos y el miedo de los empresarios al derrumbe de
la moneda única, por lo que predican la expulsión de la zona euro de los
países en crisis.
Merkel no es una mujer que se deje llevar por la polémica y lo tiene
claro: «Berlín va a seguir interviniendo financieramente en Europa»,
sentenció, pero está claro que va a pedir condiciones a cambio. Y,
posiblemente, estas sean más duras aún que las que se han puesto en los
últimos años.
En lo que a España se refiere, el Gobierno alemán apretará las tuercas
en lo que al cumplimiento de déficit concierne y también en que se pida
una prórroga de la ayuda para la banca, algo a lo que Madrid no está
dispuesto ahora que se ha relajado la presión de los mercados.
Merkel se ha ganado a su país con promesas de inversión y gasto, pero
sus ideas para Europa parecen no ir por el mismo camino. La canciller
ofrece solo continuidad.
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